Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 179
Capítulo 179:
Nada parecía perturbar la tranquilidad habitual de aquel lugar.
«Tal vez estamos explorando el sitio equivocado.
Quizás el sonido se originó en un lugar del río situado más abajo», indicó, bajando la cabeza hasta tocar el suelo y olfateando la orilla en busca de aquello que había producido aquel inquietante ruido.
«Me temo que no es así; estoy seguro de que fue algo situado aquí lo que produjo ese sonido», aseveré.
Pero en todo caso, no habíamos encontrado nada que demostrara que yo tenía razón.
Volví la cabeza en la dirección que Dylan había sugerido y entonces mi visión periférica captó una débil luz.
Me apresuré a mirar; una enorme roca obstruía mi visión, pero una mano sobresalía de ella. En uno de los dedos, un anillo de plata reflejaba la luz del intenso sol matutino.
Corrí frenéticamente hacia esa roca mientras Dylan avanzaba detrás de mí, pisándome los talones. Cuando estuve muy cerca, revertí a mi forma humana y rodeé la enorme roca; una mujer yacía inconsciente a su sombra.
La reconocí de inmediato: era Tanya, la esposa del Licano.
Sin perder un segundo, alcé en mis brazos su cuerpo flácido, frío y húmedo.
Luego, emprendimos el regreso a casa para ponerla a salvo cuanto antes.
Punto de vista de Lily
Me hallaba en mis aposentos privados, ajena a las vicisitudes de palacio. Había cerrado la puerta para poder concentrarme en la preparación de la poción que ansiaba desesperadamente crear.
Trabajaba de manera meticulosa y metódica, empleando las dosis justas de cada uno de los ingredientes que la compondrían.
Tres gotas de cierta sustancia, un tanto de otra cortada con un cuchillo, un giro sutil de la perilla de mi dispositivo de filtrado que dejaba caer algunas gotitas en aquel brebaje que habría de ser mi obra maestra.
Llevaba el cabello recogido en un moño hecho cuidadosamente y fruncía el ceño mientras me concentraba intensamente.
Un ligero vapor de aquella poción que estaba preparando envolvía mi entorno.
Rocié otro componente en la mezcla y observé cómo la solución se agitaba, adquiriendo un rico color violeta oscuro, señal inequívoca de que por fin había conseguido la poción que liberaría a Marco de su maldición.
Yo sería la heroína que salvaría su vida.
Imaginaba la expresión estupefacta de todos los nobles, asombrados por aquel maravilloso logro mío, agradeciéndome por haber conseguido evitar que la vida de su amado príncipe llegara a su fin prematuramente.
Sin duda, aquel noble gesto me reivindicaría y todos volverían a tenerme en alta estima a pesar de la actitud mezquina de Tanya, quien me había hecho caer en desgracia.
Mientras me secaba suavemente el sudor del cuello con mi tela bordada, sentí la presencia de otro ser. Dorian apareció ante mí, despertando mi ansiedad.
«¿Qué has hecho? ¿Ya está muerta Tanya?», le pregunté con agitación.
Pronuncié la palabra «muerta» con un susurro inquieto, pues era esencial que habláramos sobre ese asunto al abrigo de oídos indiscretos y temía que alguien estuviera escuchando nuestra conversación.
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