Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 177
Capítulo 177:
De golpe, sus manos se transformaron en afiladas y peligrosas garras mientras avanzaba hacia mí con aire amenazante, forzándome a retroceder cada vez más hacia el borde del acantilado.
Tenía que pensar rápidamente; decidí que la única forma de evitar que mi vida terminara trágicamente a manos de aquel despiadado asesino era saltar al agua desde el risco.
Si al hacerlo acababa muriendo, al menos mi mente no tendría tiempo de registrar nada, así que moriría sin experimentar ningún sufrimiento.
Apoyé una mano en mi vientre, en el que llevaba a mi futuro hijo.
Entrecerré los ojos, como si quisiera proteger a mi hijo con aquel gesto, y luego me volví y corrí a toda velocidad hacia el borde del acantilado.
Al llegar a ese punto, hice acopio de todo mi valor y me arrojé al vacío, precipitándome al agua a una velocidad vertiginosa. De pronto, me vi sumergida en las turbulentas olas que se agitaban al pie del risco.
Pronto, el mundo a mi alrededor se desvaneció.
Punto de vista de Joseph
Había pasado aquella noche inmerso en el trabajo.
Escribía con la agilidad requerida, plasmando mis pensamientos en palabras acordes con mi alto rango de nobleza. La tarea que me ocupaba en aquellos momentos era la redacción de un decreto real que declaraba a Marco heredero de mi Reino. Muy pronto, Lily habría de proporcionarle la poción que desharía la maldición lanzada sobre él, lo que permitiría que dentro de muy poco tiempo mi hijo fuera capaz de llevar una vida normal y pudiera ascender al trono, tal y como estaba previsto.
El poder y la fortaleza eran cualidades que él poseía en grado sumo y que hacían de él un hombre idóneo para regir los destinos del Reino de Mador.
Si bien la madre de Eric y yo somos Alfas, él carecía del temple que caracterizaba a Marco.
La firmeza de carácter era una condición sine qua non para gobernar el reino; no había lugar para los débiles en la civilización licana y de hombres lobo.
Solo un gobernante que rigiera el reino con puño de hierro podría asegurar nuestro futuro y prosperidad.
Estaba tan absorto en mi labor que apenas alcé la mirada para ver cómo Eric entraba silencioso en mi oficina, llevando una taza en las manos.
“Supongo que tu preocupación por el sufrimiento de Marco ha hecho mella en tu salud y energía, así que pensé que sería prudente que el médico te recetara un tónico capaz de restablecer tu vigor”, declaró.
Siempre se había comportado como todo un caballero, mostrándose cortés conmigo a pesar de que yo no era un padre cuyo comportamiento fuera digno de emular.
“Gracias”, le dije.
“Aprecio mucho tu gesto.”
Luego, bebí un largo sorbo del líquido que contenía la taza.
Sentí cómo se deslizaba por mi garganta, ejerciendo un efecto sedante sobre mí.
Dejé la taza y me dispuse a continuar redactando el decreto, pero de repente noté que la lectura del mismo me resultaba imposible.
Confuso, fruncí las cejas al ver el papel borroso. De repente, sentí que mi cuerpo ardía; una oleada de calor pareció inundar mi cabeza mientras todo se balanceaba a mi alrededor.
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