Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 175
Capítulo 175:
Punto de vista de Tanya
No pude reprimir un grito; de inmediato me aparté para evitar ser lastimada por aquella garra extendida. Busqué frenéticamente la manija hasta que finalmente logré asirla.
Salí del auto dando tumbos y, en cuanto recuperé el equilibrio, me alejé de allí a toda velocidad para salvar mi vida.
La lluvia caía con furia mientras corría a ciegas, pidiendo ayuda a gritos. Pero nadie me escuchaba, pues el terrible ruido del viento y el retumbo de los truenos ahogaban mis gritos.
Lamentablemente, al no poder transformarme en loba ni avanzar a la velocidad vertiginosa con la que lo haría si pudiera adoptar tal forma, y con el feto apenas protegido por mi frágil cuerpo, no conseguía alejarme mucho.
Al mirar hacia atrás, distinguí, en medio de la lluvia torrencial, un par de ojos blancos que brillaban intensamente en la oscuridad y una gigantesca sombra amenazante que parecía ser un lobo enorme.
Se trataba de una visión sobrecogedora.
Manteniendo la vista al frente, aceleré el paso, pero podía escuchar su furioso galope detrás de mí; el ruido que sus patas producían al hacer contacto con el suelo resonaba en mi cabeza. Al parecer, mi muerte era inminente.
Presa del pánico, no advertí que en mi camino había una rama que el viento había arrancado.
Tropecé con ella y caí; ahora aquel estruendo estaba muy cerca y yo me había lastimado las palmas de las manos y las rodillas.
Respiraba agitadamente mientras rodaba sobre mi espalda, tratando de retroceder.
Ahora, aquel lobo infernal estaba plantado frente a mí. Su pelaje era tan blanco como la nieve, de una palidez espeluznante, con los extremos de color plateado, como la hoja de una espada.
Me quedé petrificada mientras lanzaba un gruñido intimidante y luego recobraba la apariencia humana del conductor.
En sus labios se dibujaba una sonrisa diabólica; lo único que recordaba de su forma de lobo era el cabello gris, carente de brillo debido a la lluvia torrencial.
Me parecía estar viendo a la parca, decidida a llevar mi alma al mundo de ultratumba.
Avanzó hacia mí pavoneándose, pues sabía muy bien que estaba a su merced.
«¿Por qué?», fue lo único que acerté a decir.
Se encogió de hombros, indiferente al pánico que se había apoderado de mí.
«De veras eres muy hermosa», dijo.
Su tono juguetón me repugnaba.
«Es una pena que lleves en tus entrañas al hijo de Marco y que Lily quiera que mueras», comentó.
«¿Cómo es posible que Lily lo sepa?», me pregunté sorprendida al oír tales palabras.
Incapaz de alejarme, observé aterrorizada cómo se acercaba a mí cada vez más.
Rió y, de repente, se agachó tan cerca de mí que pude sentir su aliento en mi cara mientras arqueaba una ceja y me decía: «Verás, debo retribuirle un favor.
Puede que seas más bella que ella, pero jamás…
falto a mis promesas».
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