Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 137
Capítulo 137:
Mi esposo siempre había sido muy bueno ocultando sus pensamientos.
A menos que él decidiera mostrarme o decirme cómo se sentía, yo jamás podía descifrarlo.
Pero esta vez era diferente.
Por tan solo un segundo, su mirada mostró incertidumbre y duda.
Estaba segura de que era porque no había forma de llegar a mí sin ponerme en peligro.
«Entonces hazme daño a mí».
Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar sus palabras.
«Soy yo a quien buscas, ¿no es así?»
Caspian pensó sobre la oferta por un momento mientras nos miraba.
Parecía que se estaba burlando de Marco, haciéndolo esperar mientras sopesaba la oferta, como si fuera una decisión muy difícil.
Finalmente, el alfa sacudió la cabeza y le hizo una señal a Dylan.
Caspian no me soltó, simplemente se limitó a observar mientras su beta tomaba una de las sillas y la arrastraba por el suelo.
Una vez que esta estuvo contra la pared frente a mí, Marco se sentó sobre ella.
Con un movimiento veloz, colocó sus brazos detrás del respaldo para que pudieran atarlo.
Mientras todo eso ocurría, él no dejaba de verme.
Era como si estuviera tratando de decirme que todo estaría bien.
Odié la forma en que se estaba comportando.
Seguía siendo el hombre confiado que conocía, pero me sentí mal al saber que se estaba rindiendo ante mis secuestradores por culpa mía.
Una vez que todo estuvo listo, Caspian me soltó y sentí que finalmente podía respirar.
Sin embargo, el alivio me duró poco, pues el alfa se acercó a Marco y lo golpeó en la mandíbula.
«¡No!», grité, tirando de las cadenas.
«¡Cállate, niña!».
El alfa repitió sus acciones y vi con horror cómo la cabeza de mi esposo se giraba hacia un lado debido al impacto.
Su piel comenzó a tornarse roja en el lugar donde había sido golpeado.
El hombre lo golpeó varias veces más; Marco estaba a su merced.
Sangre salía de la nariz de mi pareja y llegaba hasta su barbilla.
Mi respiración estaba muy agitada y mi corazón latía con fuerza. Me sentí impotente por no poder hacer nada.
Por su parte, mi esposo levantó la mirada hacia mí; sus ojos transmitían algo que yo no tenía la habilidad de discernir.
Comencé a llorar con fuerza; ya no me importaba que me escucharan hacerlo.
Mi sollozo era errático y estaba desesperada.
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