Capítulo 90:

El piloto descendió un poco para que pudiéramos verlos, los canguros al escuchar el motor de la avioneta empezaron a correr muy rápido, estábamos literalmente encima de ellos, mi rostro de emoción no tenía precio, amaba este viaje.

Después de todo el bioma rojizo del desierto entramos a uno totalmente diferente, había muchos árboles por todos lados, todo era totalmente verde, la avioneta empezó a descender hasta que tocamos tierra de nuevo.

No sé qué trato había hecho Leonardo, pero allí nos esperaba otro auto, pero esta vez nos acompañaría un guía.

“Al menos sabemos que no nos perderemos ahora”, dije en tono burlón viendo a Leonardo, él me fulmino con la mirada.

“Era imposible perdernos antes, era un camino recto”, dijo defendiéndose.

“¿Entonces por qué mirabas muy nervioso el mapa?”, dije riendo.

“Solo quería estar seguro”, dijo aclarando su garganta,

“Si claro”, dije riendo.

Recosté mi mano en el asiento mientras miraba por la ventanilla, a los pocos minutos Leonardo tomó mi mano y empezó a acariciarla, así pasamos por todo el camino hasta que el guía empezó a disminuir la velocidad porque habíamos llegado a nuestro destino.

“Bienvenidos al Parque Nacional Kakadu”, dijo el guía.

Nos bajamos y caminamos frente a una casa que más bien era como una tienda grande de recuerdos, allí compramos agua y las metimos en nuestras mochilas.

Pensé que nos adentraríamos en este gran bosque nosotros solos, pero después me di cuenta de que seriamos parte de un pequeño grupo de turistas lo cual me hacía sentir más segura, no me quería perder en medio de un bosque y que me asesinara algún animal salvaje.

“¿Puedo decirte algo?” me dijo Leonardo mientras caminábamos detrás de nuestro grupo.

“Si”, dije mientras seguía viendo al frente.

“Pero por favor no vayas a gritar”, dijo mirándome preocupado, me detuve en seco y lo miré preocupado.

“¿Tengo algún animal en cabeza?”, dije mirándolo muy asustada.

“No te muevas, pero es un animal muy grande”, dijo abriendo los ojos muy asustado.

“Maldita sea Leonardo, quítamela de una sola vez”, dije cerrando los ojos.

“No te muevas”, dijo acercándose a mí, en ese momento como algo peludo rozó mi oreja y di un gran grito asustada.

Me alejé asustada y cuando miré hacia donde estaba Leonardo lo vi riéndose a carcajadas.

“Solo te quería dar este llaverito”, dijo mostrándome un pequeño llavero que era un pequeño koala de peluche.

“Eres un tonto Leonardo”, dije fulminándolo con la mirada.

Él se acercó a mí para abrazarme mientras reía, las demás personas del grupo nos miraban con diversión, pero a la misma vez con un poco de ternura.

“Te juro que cuando encuentre un grillo, una lagartija o una araña te la pondré en la cabeza”, dije fulminándolo con la mirada.

“Solo fue una broma”, dijo tomándome de los hombros mientras seguíamos caminando

“¿Ya no quieres al Señor Koalin?”, dijo poniendo frente a mí el pequeño peluche

“Señor Koalin dice que te protegerá en todo el camino”, dijo agudizando su voz, a pesar de que apretaba mis labios para no reírme de sus tontas bromas al final me di por vencida y me reí.

Entre más caminábamos más se escuchaba el sonido de agua, solo tuvimos que caminar unos pocos metros más para que los arboles dejaran de esconder una gran cascada

Quizás media al menos unos 20 metros la cascada, abajo había un gran rio con agua de un color azul marino.

Casi inmediatamente que el guía dijo que era seguro bañarse en ese rio, muchas de las personas que nos acompañaban se empezaron a quitar sus camisas para tirarse al agua.

De repente cuando miré a mi izquierda vi como Leonardo se estaba quitando su camisa.

“¿Te bañaras?”, dije sorprendida.

“Si”, dijo obvio

“Tú también”, dijo dejando su camisa sobre una roca y acercándose a mí.

“Si te soy sincera me da miedo meterme en ese rio, leí que hay muchos animales salvajes en Australia”, dijo retrocediendo mientras él se seguía acercando a mí.

“No seas miedosa”, dijo con una sonrisa burlona.

“No soy miedosa, tan solo cuido de mi seguridad”.

“Si no te quitas la camisa te tiraré de todas formas al agua conmigo”, dijo con una sonrisa cómplice.

“No lo harías”, dije fulminándolo.

“¿Me estas probando?”, dijo alzando una sonrisa con una gran sonrisa.

De un movimiento rápido me tomó de la cintura y me acercó a la orilla de una roca para que saltáramos juntos.

“¡Esta bien! ¡Me quitaré la camisa!”, dije levantando las manos con inocencia,

Leonardo me soltó y yo me quite la blusa de botones que tenía y me quede solamente con la camiseta tipo centro blanca que tenía, me quite los zapatos.

Vi como Leonardo me miraba impaciente, estaba haciendo todo lentamente para colmar su paciencia

“Solo déjame hacerme una cola alta y…” ni siquiera me dejo terminar cuando me levantó y me cargó en su hombro y luego saltó de la roca para después caer en el agua.

Con mis extremidades empecé a nadar para salir a la superficie, a los pocos segundos salió Leonardo quien me miraba con una sonrisa burlona.

“Ni siquiera me dejaste hacerme la cola…” me interrumpió cuando junto sus labios con los míos.

“¿Decías?”, preguntó una vez nos separamos.

“Nada”, dije balbuceando.

Empezamos a nadar hacia la cascada que había y nos subimos a unas grandes rocas que había y dejamos que los pequeños chorros de agua nos mojaran.

Leonardo tomó una roca con filo y empezó a escribir nuestros nombres sobre la gran roca que servía como pared de la cascada.

“¿Crees que si regresamos dentro de un año todavía están nuestros nombres?”, preguntó después de escribir nuestros nombres.

“No”, dije sincera y él empezó a reír.

“Ten un poco de fe pequeña Olivia”, dijo acercándose a mí para besarme.

Después de nuestro tour por Australia terminamos en una playa llamada Four Mile Beach. Australia es un país muy hermoso sin embargo no es un país que yo elegiría para vivir.

Hablamos con algunas personas locales de la playa y nos contaron algunas de sus experiencias con los animales salvajes, nos contaron que a veces en algunas zonas de Australia es bastante común encontrar animales salvajes dentro delas casas.

Nos contaron que ellos ya ni siquiera se sorprenden cuando encuentran serpientes dentro de sus casas enrolladas o escondidas en alguna parte de la casa o también encontrar algún caimán en las albercas de las casas.

Conocer todas esas experiencias me dieron una razón más para amar Australia y sus koalas, pero desde lejos.

Como última instancia fui al hotel en donde había dejado mi equipaje, a pesar de que ya había nuevas personas en la habitación al menos no se habían deshecho de mi maleta y no había perdido mis cosas.

Habíamos pensado en ir a Nueva Zelanda porque estaba bastante cerca de Australia, pero recibí la cita para mi entrevista y debía volver a Francia.

Por una razón inexplicable, Leonardo estaba insistiendo de que quería ir conmigo a la Torre Eiffel, me dijo que a pesar de que había venido algunas veces a Francia, jamás la había visitado y yo tampoco.

Cuando llegamos a Francia Leonardo insistió bastante en rentar un auto, pero me negué a que lo hiciera porque de todas formas podíamos utilizar mi auto, así que solamente tomamos un taxi del aeropuerto hasta mi departamento.

“Bienvenido a mi departamento”, dije abriendo la puerta y ambos entramos.

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