El innombrable vive en New York -
Capítulo 8
Capítulo 8:
“Creo que sería bueno que nos acompañaras y esta vez no como mi asistente, sino como una invitada de nosotros”, hablo esta vez Leonardo.
Cuando se llegó la hora del almuerzo, ellos y yo empezamos a caminar hacia el ascensor, estaba tan acostumbrada a llevar siempre mi IPad que la tomé y empecé a caminar con ella hacia el ascensor.
“Señorita Baldinelli creo que no será necesario que lleve eso”, dijo Leonardo con una media sonrisa.
Me regrese a mi escritorio para dejar el IPad en el escritorio.
“Señorita Smith tómese un tiempo y retírese temprano hoy”, dijo Leonardo, ella lo miro muy sorprendida.
“Gracias”, dijo Carolina notablemente emocionada.
Los tres entramos al ascensor, yo me paré al fondo como de costumbre y esta vez Leonardo se apoyó en la pared del ascensor y quedaba de perfil en mi dirección al igual que Bradley.
“No puedo creer que hayas regresado antes maldito enano”, dijo Leonardo haciendo que yo abriera los ojos de la sorpresa al escucharlo hablar tan informalmente por primera vez.
“Sabes que siempre destaqué por mis calificaciones así que pude hacer Inter ciclos para terminar antes la universidad”, dijo Bradley.
De repente escucharlos hablar de sus grandes logros universitarios me hizo sentir tan pequeña a comparación de ellos, yo habría ido a la universidad de no haber sido porque el estúpido de mi hermano mayor huyo con todo el dinero de papá.
“¿Olivia?”, dijo Leonardo sacándome de mis pensamientos.
“¿Sí?”, dije saliendo de mis pensamientos.
Esperen… ¿Acaba de llamarme por mi nombre y no como Señorita Baldinelli?
“Estábamos preguntándote ¿Qué te gustaría comer?”, dijo Bradley.
“Oh, no se preocupen por mí, yo como cualquier cosa”, dije sonriendo y mirándolos a ambos.
“Señorita no sé cómo sea mi hermano de amargado y enojado con usted, pero puedo asegurarle que yo no soy así, me complacería mucho si usted eligiera la comida”, dijo Bradley mirándome con cierta pizca de ternura.
“Me encantaría comer mariscos”, dije haciendo que Bradley me sonriera.
“Conozco el lugar perfecto para sus deseos señorita”, dijo él guiñándome un ojo, por primera vez no me incomodo que guiñara un ojo y solo reí negando con la cabeza.
Cuando salimos del ascensor todos miraban sorprendidos a Bradley, algunas compañeras de trabajo susurraban cosas sobre que él era muy atractivo y viéndolo bien realmente lo era, tenía unos hoyuelos en sus mejillas que cuando sonreía lo hacían ver muy atractivo, y ni hablar de sus ojos azules como los de su hermano.
De hecho, nunca me había dado cuenta hace unos días atrás de que Leonardo tiene heterocromía, uno de sus ojos azules tiene un pequeño tono café, no sé porque, pero lo hace ver un poco atractivo.
El chofer de Leonardo nos llevó al restaurante que Bradley le indico, cuando llegamos tal y como lo esperaba era un restaurante de lujo, todo el dinero que llevaba en mi billetera no sería capaz de pagar un plato de este restaurante, por suerte Leonardo había dicho que el pagaría todo como regalo de bienvenida a su hermano.
“¿De dónde es usted Señorita Baldinelli?”, pregunto Bradley mientras comíamos.
“¿Cómo sabe que no soy de aquí?”, pregunte.
“Bueno por su acento, espero que no me malinterprete, tiene un acento bonito”, dijo rápidamente Bradley.
“Soy de Nashville”, dije.
“Jamás he visitado Nashville, ¿Es bonito?”, pregunto.
“Si”, dije sonriéndole.
“No es hay tantos edificios como aquí, pero de cierta forma su ambiente lo hace sentir acogedor”.
“Una vez visité Nashville por negocios y tuve la oportunidad de escuchar música en vivo country, me gustó mucho”, dijo Leonardo.
“Supongo que tal vez fue a Grand Ole Opry House”, dije y él negó con la cabeza.
“Fui a un lugar un poco menos conocido”, dijo tomando un poco de su bebida.
“¿Hace cuánto fue eso?”, dije curiosa.
“Hace un año, estuve buscando trabajo y lo único que había conseguido era tocar y cantar en una especie de cafetería y bar, recuerdo que me pagaron poco, pero al menos pude comprar los medicamentos de mamá”.
“No recuerdo muy bien”, dijo tomando un bocado de comida.
“Pero si recuerdo haber conocido a una cantante, cantaba muy hermoso”, dijo mirándome directamente a los ojos.
“Tal vez era una cantante profesional”, dije encogiéndome de hombros.
“Tal vez”, dijo frunciendo un poco el ceño.
“¿Le gusta jugar bolos Señorita Baldinelli?”, pregunto Bradley cambiando de tema.
“Si”, dije.
“Leonardo y yo siempre hemos sido muy competitivos, aunque siempre le gano, nunca acepta que yo soy mejor”, dijo en voz baja lo último.
“Por favor”, dijo Leonardo riendo.
“Yo soy quien te gana siempre”.
“¿Me estas retando?”, dijo Bradley alzando una ceja.
“Tómalo como quieras”, dijo Leonardo riendo.
“Señorita Baldinelli ¿Le gustaría acompañarnos a jugar a los bolos?”, pregunto Bradley sonriéndome.
“Claro”.
Una hora después de tráfico llegamos a los bolos, para mi sorpresa no habían buscado un lugar tan lujoso, era un lugar normal con personas normales como yo.
Cuando llegamos nos cambiamos de zapatos, ellos se habían tomado tan en serio su competencia que hasta se quitaron sus sacos y sus corbatas, de vez en cuando reía al verlos porque parecían dos niños pequeños compitiendo.
“¡5 pinos!”, dijo Bradley emocionado.
“Principiante”, dijo Leonardo tomando una bola lista para tirarla, él la tiro y logro derribar 5 pinos también, Bradley se empezó a burlar de él.
“Su turno Señorita Baldinelli, dijo Bradley.
“No se sienta tan presionada por nuestra racha, tómeselo con calma”, dijo Leonardo.
“De hecho, si lo desea, puede unirse a nuestra apuesta”, dijo Bradley.
“¿Cuál es la apuesta?”, pregunte interesada.
“Quien gane recibirá una cena en su casa preparada por los perdedores ¿Se quiere unir a la apuesta?”, dijo Bradley.
“Por supuesto”, dije sonriéndole.
Tomé una bola y empecé a calcular el ángulo con el que tiraría la bola, cuando estuve segura de mi turno tire la pelota.
“¡Chuza!”, dije aplaudiendo emocionada.
Mire el rostro de ambos quienes me miraban muy sorprendidos.
“Creo que fue suerte de principiante”, dijo Bradley.
Él y Leonardo volvieron a hacer sus tiros y ni siquiera lograron llegar a los 7 pinos derribados. Tomé otra bola calcule el ángulo de tiro y lance la pelota.
“¡Chuza!”, dije de nuevo emocionada.
“¿Qué?”, dijo Bradley sin poder creerlo.
“No puede ser”, dijo Leonardo frunciendo el ceño.
“¿Acaso ya había jugado antes?”, dijo Bradley.
“Si, cuando tenía 12 años”, dije.
Leonardo hizo un tiro y le falto un pino para botarlos todos.
“Rayos”, dijo pasando su mano por su cabello con frustración.
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