El innombrable vive en New York -
Capítulo 43
Capítulo 43:
“Olivia llego esto por la mañana temprano”, dijo Carolina cuando acababa de llegar.
“Gracias”, dije sonriéndole y tomando el sobre.
Vi el remitente y era de Inglaterra, eran los papeles que Leonardo había estado esperando todo este tiempo, los puse en una esquina de mi escritorio, se los entregaría cuando él llegara a la oficina.
Entre a la oficina de Leonardo y limpie su escritorio como era de costumbre, puse su café en la esquina de su escritorio y luego regrese a mi escritorio para empezar a archivar algunos documentos que tenía pendientes.
Unos pocos minutos después mi celular empezó a sonar, era mi hermano, conteste la llamada.
“Hola”, dije contestando la llamada.
“Hermana hoy será un gran día, por cierto, buenos días”, dijo riendo.
“Buenos días”, dije riendo
“¿Por qué será un gran día?”, dije alzando una ceja.
“Compraras las casas de papá y mamá”, dijo Iván.
“No lo creo, todavía me falta un poco de dinero, tal vez un mes más de trabajo”.
“¿Acaso olvidas que tu hermano es rico?”, dijo.
“Ni siquiera me has dicho el nombre de tu empresa, ¿Cómo se supone que debería creerte que eres rico?”, dije con una sonrisa burlona.
“Como sea… Tenemos que ir hoy mismo a Nashville”, dijo.
“¿Hoy mismo?”, dije sorprendida
“Iván estoy trabajando”.
“Renuncia. Ambos compraremos la casa de papá y mamá, ya no necesitas seguir trabajando para ahorrar”, dijo.
“Si claro, como si fuera tan fácil”, dije riendo.
“Dijiste que solo trabajabas allí para ahorrar lo suficiente y después renunciarías, pondré el dinero restante para comprar la casa, así que ya no necesitas seguir ahorrando, eres libre y puedes dedicarte a lo que siempre has querido, recuerdo que antes estabas ahorrando para ir a la universidad”, dijo haciendo que yo me quedara pensativa por unos minutos
“Además ya compre dos boletos de viaje”, dijo en voz baja.
“¿Por qué los compraste? Ni siquiera sabes si puedo ir”, dije riendo.
“Solo pide dos días en tu trabajo, no importa si te descuentan dinero, te juro que yo te lo repongo”, dijo Iván.
“Lo pensaré y te avisaré”.
“Avísame antes de las 10:00 am, sino tendré que cambiar la fecha de vuelo”, dijo antes de colgar la llamada.
Me quede pensativa viendo hacia la nada, esto es lo que siempre había estado esperando, comprar la casa de papá y mamá, después de eso sería libre y puedo dedicarme a tiempo completo a la música.
No lo podía negar, estaba muy emocionada, sabía que si le decía a Leonardo él me daría esos días libres para que fuera a Nashville.
Vi que las puertas del ascensor se abrieron y luego salió Leonardo de allí, le sonreí.
“Buenos días, Señorita Smith”, dijo saludando a Carolina.
“Buenos días, Señor Spinter”, dijo Carolina.
Él me sonrió al verme y me saludo, cuando entró a la oficina yo lo seguí.
“Te veo más alegre de lo normal”, me dijo Leonardo sonriéndome.
“¡Al fin podré comprar la casa de mis padres!”, dije emocionada, él me miro sorprendido.
“¿Enserio? Estoy muy orgulloso de ti”, dijo caminando hacia mí para abrazarme
“¿Regresaras a Nashville para comprarla?”, preguntó.
“Si”, dije rozando las puntas de nuestras narices juguetonamente.
“Estás muy alegre y estás jugando con nuestras narices… ¿Quieres pedirme un tiempo para ir a Nashville?”, dijo alzando una ceja.
“Si”, dije un poco tímida y él empezó a reír.
“Pareces una niña pequeña cuando le quiere pedir permiso a sus padres para salir”, dijo Leonardo riendo.
“Eres mi jefe después de todo”, dije encogiéndome de hombros.
“Puedes ir”, dijo dándome un beso en la frente.
“¡Gracias!”, dije emocionada.
“Le diré a Anthony para que te lleven en el avión privado…” lo interrumpí.
“No hace falta, iré con mi hermano, él compro los boletos”, dije.
“Vaya, que buen hermano, me encantaría conocerlo algún día”, dijo sonriéndome.
“Lo conocerás algún día”.
Estaba a punto de salir de la oficina hasta que recordé los papeles de Inglaterra.
“Por cierto, casi lo olvido”, dije corriendo hacia mi escritorio para tomar los papeles
“Estos son los papeles que habías esperado”, dije poniéndolos en su escritorio, vi que la expresión en su rostro cambió y se puso serio
“¿Sucede algo malo?”, pregunté, pero él negó con la cabeza.
“Todo está bien”, dijo parándose para caminar hacia mí
“¿Te acompaño al aeropuerto?”, pregunto.
“Necesito ir al departamento antes para preparar las maletas”, dije y él asintió.
“Entonces vamos”.
Fuimos al departamento y yo tomé un poco de ropa y una maleta pequeña, solo serían dos días de viaje así que necesitaría tanta ropa porque regresaría pronto.
Leonardo me miraba fijamente, pero se veía muy pensativo mientras yo empacaba mis cosas.
“No me iré para siempre, solo serán dos días”, dije riendo, él sonrió.
“Lo sé, pero creo que te extrañaré”, dijo abrazándome por la espalda.
“Tengo una idea”, dije caminando hacia una caja en donde guardaba mis joyas
“Compré este brazalete hace mucho tiempo, pero me queda mucho más grande, me gusta mucho, pero es una lástima que no pueda utilizarlo”, dije dándome la vuelta para verlo
“Pero creo que, a ti, si te queda”, dije tomando su mano para ponérselo.
Era un brazalete dorado que había comprado en Nashville, lo había comprado porque me había gustado mucho, y era perfecto para hombre o mujer porque su diseño era tipo unisex.
“Creo que sin saberlo lo compraste para mucho tiempo atrás”, dijo Leonardo al ver que le quedaba a la perfección a él.
“Ni sueñes, tómalo como un préstamo, cuando yo regrese lo quiero devuelta”, dije haciendo que él me sonriera y me besara.
Después de eso bajamos hasta el sótano para ir al auto, le llame a Iván diciéndole que ya estaba saliendo hacia el aeropuerto, él me dijo que ya estaba esperándome allí.
En todo el camino Leonardo no soltó mi mano, yo recosté mi cabeza sobre su hombro y así estuvimos hasta que finalmente llegamos al aeropuerto.
“Gracias por traerme”, dije sonriéndole
“Te veo luego”, dije dándole un beso en los labios antes de salir del auto.
Él salió del auto para ayudarme a sacar la maleta del baúl, ambos nos miramos hasta que yo me acerque y lo abrace fuertemente, él tomo mi rostro con sus dos manos y deposito un tierno beso en mis labios.
“Hasta luego”, dije antes de alejarme de él.
Entre al aeropuerto y tomé las escaleras mecánicas, a través de las ventanas pude ver como el auto de Leonardo se alejaba del estacionamiento. Le llame a mi hermano para saber dónde estaba.
“¿Dónde estás?”, le pregunte.
“En Starbucks de la segunda planta”, dijo.
Colgué la llamada y entre a la cafetería y allí estaba él con un café y un Frappuccino.
“¿Café o Frapp?”, me pregunto.
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