El innombrable vive en New York -
Capítulo 4
Capítulo 4:
Al fin llegué a la empresa, tomé el ascensor y subí hasta el último piso, me asuste al ver que Leonardo ya estaba en su oficina, ni siquiera la Señorita Smith había llegado, sentí alivio al pensar que fue mejor no haber ido salido con ella porque tal vez me habría tardado más en regresar.
Toqué la puerta de su oficina y entré, cuando estaba cerrando la puerta y me di la vuelta uno de mis tobillos se dobló haciendo que me cayera al suelo.
“Lo siento, yo lo levanto”, dije levantándome rápidamente para recoger ambas bolsas del suelo, lo miré a él y ni siquiera se había levantado a ayudarme.
¿Acaso esperaba que se levantara a ayudarme?
“Aquí están sus cosas”, dije seria poniendo las bolsas en un escritorio vacío que había en su oficina.
Lo vi asentir con la cabeza, me dirigí de nuevo a la puerta para salir de la oficina cuando lo escuché hablar.
“Por favor tenga más cuidado, pudo haber arruinado mis cosas”, dijo sin siquiera levantar la vista de unos papeles que leía.
“De acuerdo”, dije sonriendo falsamente.
Que hombre más superficial, ni siquiera se había preocupado porque me había doblado el tobillo, empecé a insultarlo en mi mente.
“Maldito presumido”, dije frunciendo el ceño mientras acariciaba mi tobillo, me dolía un poco.
En ese momento miré por la ventana de la oficina para fulminarlo con la mirada y me di cuenta de que me estaba viendo fijamente.
M!erda.
Miré hacia otro lado mientras sentía como mis mejillas empezaban a arder de la vergüenza. ¿Y si había leído mis labios y había entendido que le había dicho ´maldito presumido`?
Ni siquiera era capaz de tomar mi bolígrafo para fingir que escribía algo, mis manos temblaban y todavía podía sentir su mirada sobre mí.
Miré disimuladamente hacia su dirección y ya no estaba sentado, abrí los ojos muy sorprendida, en ese momento la puerta de su oficina se abrió y del nerviosismo hasta bote mi pequeño portalápiz que estaba sobre mi escritorio.
Literalmente me tiré al suelo a recoger todo el desastre que acababa de hacer de esa forma no tendría que hacer contacto visual, uno de los lápices rodo tan lejos que llego exactamente hacia donde estaba parado él en este momento.
Él recogió el lápiz y me lo devolvió.
“Gracias”, dije sin mirarlo.
“Acompáñeme”, dijo caminando hacia el ascensor.
Cuando estaba a punto de decirle algo solamente vi su espalda entrando al ascensor, empecé a caminar hacia su dirección y entre al ascensor y me puse detrás de él para no mirarlo por la vergüenza que sentía.
De seguro había entendido lo que había dicho y ahora me despedirá.
Bajamos hasta el piso 2 y él salió primero del ascensor yo caminaba detrás de él, las personas que estaban en ese piso literalmente corrían hacia sus escritorios para seguir trabajando y algunos hasta se escondían como si le tuvieran miedo, después entramos a un pasillo y llegamos a un cuarto.
“Por favor entre”, dijo Leonardo dándose la vuelta para mirarme.
Yo entre mientras en mi mente preparaba una disculpa por lo había dicho hasta que todos mis pensamientos quedaron en el aire cuando vi a donde habíamos llegado.
“Señor Spinter. ¿Qué lo trae por aquí?, ¿Se siente enfermo?”, dijo un doctor.
Estaba tan distraída que ni siquiera vi que en la puerta de este cuarto decía enfermería.
“Que la atiendan por su tobillo y por favor sea más cuidadosa cuando camina”, dijo mirándome serio antes de salir de la enfermería.
Una semana después de ese incidente en la enfermería todo había seguido con normalidad, últimamente Leonardo había estado un poco ausente de la empresa lo cual era mejor para mí porque me daba un pequeño respiro y podía comer con tranquilidad.
Estaba ordenando algunos documentos que le tenía que entregar cuando él regresara a la oficina, disfrutaba cuando él no estaba porque podía utilizar mis audífonos y escuchar música tranquilamente.
“Señorita Baldinelli”, dijo la Señorita Smith acercándose a mi escritorio, yo me quite los audífonos para escucharla mejor.
“Hola Señorita Smith”, dije sonriéndole.
“Creo que nunca te dije mi nombre, me llamo Carolina, pero puedes decirme Caro”, dijo sonriéndome.
“Hola Caro, puedes llamarme Olivia”, dije.
“¿Quieres ir a almorzar conmigo y otros compañeros de trabajo?”, pregunto sonriéndome ampliamente.
Realmente ni siquiera sabía que ya era la hora de almuerzo.
“Claro”, dije levantándome de mi asiento.
Tomé mi cartera y ambas bajamos a la planta principal para reunirnos con los otros compañeros de trabajo.
“Ya era hora que bajaras, muero de hambre “, dijo una mujer pelirroja como de nuestra misma edad.
“Lo siento no había terminado de ordenar algunas cosas”, dijo Carolina.
“Hice las reservaciones que me dijiste”.
“¿Pero por qué me pediste que reservara uno más?”, dijo un hombre, él se detuvo al verme a mí.
“Quiero presentarles a Olivia Baldinelli, también está conmigo en el último…”, Carolina fue interrumpida.
“Por supuesto que sabemos quién es esta flor, mi nombre es Gabriel Mendes, estoy en el área de marketing por si algún día necesitas algo puedes contar conmigo”, dijo tomando mi mano para darle un beso.
“Discúlpalo, siempre suele ser así con las mujeres que conoce”, dijo la otra mujer que estaba con nosotros.
“Aunque no te preocupes, es g$y”, dijo guiñándome un ojo.
“Yo soy Abigail Sanders y puedes encontrarme en el área de contabilidad”, dijo sonriéndome ampliamente.
Nos fuimos caminando al restaurante que había reservado Gabriel, llegamos en unos minutos ya que solamente estaba a unas pocas calles.
Cuando empecé a ver el menú del restaurante suspire aliviada, los precios de la comida eran muy accesibles y no tendría que gastar mucho.
“Tengo que admitir que te ve muchas veces subiendo y bajando del ascensor, pero jamás tuve el valor de hablarte”, dijo Gabriel
“Dime. ¿Qué se siente ser la celebridad de la empresa?”
“¿Celebridad?”, dije confundida.
“Todos en la empresa te conocen, aunque tú no nos conozcas”, dijo Abigail.
“¿Por qué?”, dije riendo.
“Eres la asistente personal del CEO de Spinter Enterprises, estas todo el tiempo con el bombón de nuestro jefe”, dijo Abigail suspirando.
“Cuéntanos: ¿Se ve más atractivo cuando lee sus documentos en su escritorio?”, dijo Gabriel recargando su mandíbula sobre ambas manos.
Empecé a recordarlo cuando estaba leyendo documentos en su escritorio y la mayoría de las veces me ha visto viéndolo y solamente ha fruncido el ceño.
“Yo no diría eso”, dije haciendo una mueca.
“Más bien da miedo”, dije haciendo que Carolina empezara a estallar a carcajadas.
“¡Lo ven! ¡Se los dije que da miedo!”, dijo Carolina riendo.
“Supongo que jamás le podrán quitar el apodo de diablo”, dijo Gabriel riendo.
“¿Por qué diablo?”, pregunte curiosa.
“Cuando te decimos que es el diablo es literal”, dijo Abigail mirándome seria.
“Cualquier empresa que empieza a ser una amenaza a Spinter Enterprises no sabemos como pero el Señor Spinter siempre logra que quiebre o desaparezca”.
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