Capítulo 38:

“Puedes traernos dos copas más de champagne a Leo y a mí por favor”, dijo la mujer, la miré y asentí con la cabeza antes de alejarme.

´Puedes traernos dos copas más de champagne a Leo y a mí por favor` ¿Desde cuándo hay una mujer que lo trate con tanta confianza? Ni siquiera había escuchado a su madre llamarlo de esa forma.

Por una extraña razón no encontré a ninguno de los meseros que andaban con las bandejas ofreciendo el champagne así que me acerqué al bar y pedí las dos bebidas.

Después de que me dieron las bebidas me acerqué de nuevo a la mesa en donde estaba Leonardo, estaba subiendo unas pequeñas escaleras para llegar a donde estaban ellos cuando por accidente patee mi vestido con mis tacones haciendo que perdiera el equilibrio y botara ambas copas.

“Lo siento mucho, fue un accidente”, dije muy preocupada al ver que había salpicado un poco el vestido blanco de la mujer.

“¿Acaso no ves por dónde caminas?”, dijo uno de los hombres mirándome enfadado.

“Señorita no debería de beber en un evento como este”, dijo el hombre que había hecho la broma del champagne.

“De seguro esta tan borracha que ni siquiera puede caminar bien”, dijo uno de los hombres haciendo que todos empezaran a reír.

“No te quedes allí parada, ve y trae algo con que pueda limpiarme”, dijo la mujer mirándome con el ceño fruncido.

Corrí hacia el bar de nuevo para conseguir unas servilletas, regresé lo más rápido que pude, me acurruque para limpiar la parte de debajo de su vestido cuando Leonardo me arrebato las servilletas y le ayudo a la mujer para limpiar su vestido.

“Gracias Leo, eres todo un caballero”, dijo la mujer sonriéndole

“Creo que también me mojo un poco las piernas el champagne”, dijo subiéndose un poco el vestido

Leonardo no dijo nada y solamente paso las servilletas por sus piernas.

No me quede un segundo más allí parada y empecé a buscar la salida de la fiesta. Me quedé parada en la salida esperando por unos minutos, esperaba a que Leonardo viniera detrás de mí, esperé al menos 15 minutos, pero él nunca llegó.

Empecé a caminar por la acera hasta que encontré el primer taxi que me llevo a casa.

Al llegar a casa me tiré en mi cama y apreté fuertemente la almohada, ni siquiera me di cuenta cuando había empezado a llorar.

Realmente estaba muy enfadada con Leonardo y conmigo misma, ni siquiera sabía si estaba exagerando las cosas o si realmente tenía razón de estar enfadada.

Al día siguiente me levante a la misma hora de siempre, me vestí y tomé un taxi que me llevara a la oficina. Cuando llegué a la oficina puse mi cartera en el escritorio y bote por accidente mi organizador de lápices.

“M!erda”, dije antes de agacharme para recogerlos.

“Vaya, alguien no viene de humor hoy”, dijo Carolina acercándose para ayudarme.

“Creo que no”, dije frunciendo el ceño.

“¿Sucedió algo malo?”, dijo cuando ya habíamos recogido todos los lápices.

“Bueno…” en ese momento se abrió la puerta del ascensor y de allí salió Leonardo.

“Necesito hablar contigo”, dijo Leonardo antes de entrar a su oficina.

“Creo que ya sé quién es la razón por la que estés enojada”, dijo Carolina haciendo una mueca.

Entré a la oficina y caminé hacia el escritorio en donde estaba Leonardo, él se miraba tan tranquilo escribiendo unas cosas, estuve parada frente a él, pero no decía nada, mi paciencia se empezaba a agotar.

“¿Necesita algo o regreso en otro momento?”, dije seria

Él dejo de escribir y me miro.

“¿Qué te sucedió ayer?”, preguntó recostando su mandíbula sobre sus manos.

“¿A qué se refiere?”, dije mirándolo con el ceño fruncido.

“Te fuiste sin decirme nada”, dijo mirándome con el ceño fruncido.

“Entonces es sobre eso”, dije mirándolo con una falsa sonrisa

“¿Quiere que le responda como su asistente o como su novia?”

“Ni siquiera sé porque estas enojada, yo soy el que debería de estar enojado”, dijo Leonardo.

“¿Por qué?”

“¿Cómo crees que quedé frente a toda esa gente cuando salpicaste el vestido de la hija de mi socio?”

“¿Acaso crees que lo hice apropósito?”

“Solo creo que no debiste beber tanto ayer”, dijo levantándose de asiento.

“Leonardo ni siquiera bebí ni una maldita copa”, dije levantando el tono de mi voz

“Sabes perfectamente que no me gusta beber alcohol, simplemente me tropecé con el estúpido vestido y boté por accidente las copas, pero creo que al parecer ni siquiera te diste cuenta de que fue un accidente por estar viendo a la hija de tu socio”.

“¿Qué insinúas?”, dijo mirándome enfadado.

“Bueno creo que tú y ella se veían muy felices hablando ayer”.

“Son cosas de negocios, por obvias razones tengo que ser amigable con ella y con todos los que estaban en esa mesa”, dijo acercándose a mí.

“Claro tan amigable que dejas que te bese cerca de la comisura de los labios, tan amigable que hasta haces el trabajo de tu asistente y le limpias las piernas debajo de su vestido”, dije.

“¡Lo hice para que no tuvieras ningún problema frente a mis socios!”, dijo muy enfadado.

“Entonces supongo que, si mi bebida no hubiera caído en su vestido, sino que en el pantalón de uno de esos hombres también lo habrías limpiado”, dije en tono sarcástico.

“Ni siquiera habría dejado que les pusieras una mano encima”, dijo Leonardo frunciendo el ceño.

“Claro, no dejas que toque a otro hombre, pero si dejas que ellos se burlen de mí, ¡Hasta tú te reíste de la estúpida broma que dijeron de mí!”

“Solo fue una estúpida broma Olivia”.

“Fue una estúpida broma de la cual tú también te reíste”, dije señalándolo.

“¿Entonces que se supone que hiciera? ¿Decirles que me estoy acostando con mi asistente y que la respeten?”, dijo enfadado.

“Simplemente pudiste haber dicho que me respetaran”, dije mientras sentía como mis ojos se empezaban a cristalizar.

Leonardo suspiro profundamente y cerró sus ojos.

“Nada de esto no habría sucedido si no fueras mi asistente”, dijo mirándome a los ojos.

“¿Debería de irme y renunciar?”, dije y él negó con la cabeza, él se empezó a acercar lentamente a mí y tomo mi rostro con sus dos manos.

“Deberías de casarte conmigo”, dijo mirándome a los ojos.

“No puedo”, dije mirándolo triste.

“¿Por qué?”, dijo mirándome confundido.

“Solo piénsalo, tú tienes 27 años y eres uno de los hombres más ricos de todo el mundo, yo tengo 23 años y no he hecho algo de lo cual me sienta muy orgullosa. Antes de casarme quiero haber logrado muchas cosas, sé que eres un buen hombre y que nunca me veras de menos por no ser una mujer millonario o tan exitosa como tú, pero también quiero ser una mujer independiente que nunca dependa de la fortuna de su esposo”, él me sonrió y me dio un beso en la frente.

“¿Y cuáles son esas cosas que quieres lograr antes de casarte?”, dijo acariciando mi mejilla.

“Siempre supe que me gustaba la música, pero no fue hasta el día que toqué en el recital frente a todas esas personas que me di cuenta de que eso es lo que quiero hacer por toda mi vida”, dije muy segura.

“Una esposa que sea una prodigio de la música”, dijo mientras hacía como si pensaba

“No suena mal”, dijo sonriéndome.

“¿Entonces me esperaras a que cumpla sueño?”, dije y él me dio tierno beso en los labios.

“Seré la primera persona que llegue a cada uno de tus recitales”.

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