Capítulo 36:

Entre a su oficina y él me sonrió al verme.

“¿Recibiste las flores?”, me pregunto y yo asentí.

“Sí, estaban tan lindas que no pude evitar venir a agradecerte personalmente”, dije sonriéndole.

“Me alegra que te hayan gustado, por favor siéntate”, dijo y yo me senté frente a él

“¿Qué tal estuvo la noche de ayer?”, me pregunto.

“¡Fantástico! Jamás me habría imaginado que algún día tocaría frente a tantas personas”, dije emocionada.

“Me habría gustado estar allí”, dijo sonriéndome.

“Te habría encantado fue muy emocionante tocar todas esas hermosas canciones…” en ese momento Bradley empezó a toser él tomo un pequeño pañuelo, yo seguí hablando y me detuve al ver que sus labios tenían un poco de sangre.

“Por favor sigue contándome”, dijo Bradley, pero apenas podía hablar porque seguía tosiendo.

“¿Bradley estas bien?”, dije levantándome preocupada.

Bradley me señalo una caja de pañuelos mientras tosía, yo la tomé y le di unos pañuelos, cada vez que tosía sacaba grandes cantidades de sangre combinado con otra cosa que creo que era mucosa.

“Por favor no le digas nada de esto a Leonardo”, dijo una vez había dejado de toser.

“¿Bradley que tienes?”, dije preocupada.

“Creo que no te voy a poder seguir engañando mucho tiempo más”, dijo sonriendo tristemente.

“¿A qué te refieres?”

“Tengo cáncer de pulmón y…” suspiro profundamente

“Los doctores dicen que estoy en una fase muy crítica o como la llaman ellos fase final”.

“La vez que me dijiste que habías donado sangre… no fue por eso por lo que fuiste al hospital ¿verdad?”, dije mientras sentía como mis ojos se empezaban a cristalizar.

Él negó con la cabeza.

“Me hice unos exámenes porque desde hace unos meses atrás he sentido que he empeorado”, dijo.

“¿Le has dicho algo a tu familia?”

“Papá y mamá ya lo saben”, dijo un poco triste

“Ellos fueron los primeros en darse cuenta de mis síntomas tan evidentes”, dijo sonriendo de lado

“Leonardo todavía no sabe”.

“¿Por qué?”

“Está en uno de sus momentos más importantes de su vida, no quiero arruinarlo por completo”, dijo Bradley parándose para caminar a una pequeña mesa de donde saco unas pastillas.

“Bradley lo siento tanto”, dije mientras sentía como algunas lágrimas se empezaban a deslizar por mis mejillas.

“¿Por qué? Ni siquiera tengo miedo de morir”, dijo tomando su medicamente

“Desde que nacemos es un día menos, cada cumpleaños celebramos un año menos”.

“Bradley creo que deberías de decirle a Leonardo”, dije y él suspiro.

“Se lo diré”, dijo dándose la vuelta para mirarme

“Pero no ahora, solo dame un poco de tiempo”, dijo mientras volvía a sentarse en su escritorio.

“Ya que sabes la verdad y no quiero hacer que mis padres sean los que me vean de esa forma ¿Podrías hacer algo por mí?”, me pregunto y yo asentí.

“Por supuesto”, dije de inmediato.

“¿Podrías acompañarme a mis terapias? Sé que probablemente no me ayudaran ya, pero al menos el día que muera sabré que luche por vivir”

En ese momento se formó un gran nudo en mi garganta, no fui capaz de responderle así que solo asentí

“Gracias”, dijo sonriéndome.

“Puedes contar conmigo para cualquier cosa”, dije cuando al fin pude hablar.

“Gracias Olivia”, dijo acercándose a mí y dándome un fuerte abrazo.

Después de eso regrese a la oficina, ni siquiera podía creer lo que acababa de suceder, Bradley se ve tan feliz y saludable ¿Cómo puede ser posible todo esto? ¿Cómo es que una buena persona está condenada a ese final tan horrible?

Cuando llegue a la oficina me sentí un poco aliviada de que Leonardo no estuviera así no tendría que estar pensando en lo que me dijo Bradley, no obstante, allí estaba Carolina frente a mí, ella me sonrió al verme y siguió trabajando.

Mientras la miraba me pregunte cómo reaccionaría cuando supiera la horrible noticia.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad, Leonardo no llego a la oficina el resto del día, me parecía un poco extraño que ni siquiera me hubiera avisado que no estaría el resto del día.

Tomé un taxi que me llevo a casa, el cielo se veía un poco gris y hacia un poco de frio afuera, me puse mi abrigo unas calles antes de llegar a mi departamento. Me bajé del taxi y abrí la puerta del edificio.

Cuando llegue a mi departamento me tire a mi cama, estaba muy aburrida y a la misma vez triste por la noticia de Bradley, en ese momento mi celular empezó a sonar, lo tome emocionada pensando que era Leonardo, pero en realidad era mi hermano.

“Hola”, dije cuando contesté la llamada.

“Hola ¿Tienes tiempo libre? Me gustaría verte”, dijo Iván.

“¿Acaso estas de nuevo en problemas?”, dije rodando los ojos y él solo rio.

“Te prometo que no, esta vez es solo para pasar un tiempo libre nosotros dos, como hermanos”, dijo en voz baja lo último.

“¿Dónde nos vemos?”, pregunté y por el tono de su voz creo que estaba sonriendo.

“Puedo pasar por ti a tu departamento”, dijo Iván, lo dude por unos segundos si darle mi dirección.

“Te mandaré mi dirección por mensaje”, le dije.

“Pasaré por ti en media hora”, dijo antes de colgar.

Me cambié de ropa y me puse algo más casual, me puse un abrigo largo color beige y unas zapatillas Adidas.

Tal y como lo dijo Iván, 30 minutos después me envió un mensaje diciéndome que estaba afuera de mi departamento, tomé mis llaves y bajé del edificio.

Iván me esperaba en un auto azul, me subí al auto y él me sonrió.

“Me alegra que hayas aceptado salir conmigo”, dijo Iván cuando ponía en marcha el auto.

“No hagas que me arrepienta”, dije fulminándolo con la mirada, él solo se empezó a reír.

Iván siguió conduciendo, ninguno de los dos hablaba y todo se convirtió en un silencio incómodo.

“¿Puedo encender la radio?”, pregunté y él asintió.

Puse la radio y dejé la primera estación que encontré que estaba sonando una canción que me gustaba.

“¿A dónde vamos?”, pregunte después de tanto silencio.

“¿Alguna vez has ido a Coney Island?”, pregunto y yo negué con la cabeza.

“No tengo tanto tiempo para explorar esta gran ciudad”, dije.

“Entonces me alegra ser la primera persona con la que vendrás aquí”, dijo sonriéndome.

Después de unos minutos llegamos a una playa, había un muelle en donde había un parque de diversiones, se escuchaban algunos gritos de las personas que la estaban pasando bien en ese lugar.

Después de que Iván estacionara el auto nos bajamos y caminamos hacia los juegos.

“¿A dónde quieres ir primero?”, me pregunto sonriéndome.

“La montaña rusa”, dije emocionada.

Iván compro los boletos y nos formamos en la fila esperando nuestro turno, ni siquiera esperamos tanto cuando ya estábamos en la montaña rusa.

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