Capítulo 30:

“No puedo creer que solamente se acercara a ti para conseguir un ascenso”.

“Lastima, era muy guapo”, dijo Abigail riendo.

“A veces el rostro no lo es todo cariño”, dijo Gabriel bufando

“Solo espero algún día encontrar un hombre como el Señor Spinter”, dijo suspirando como enamorado.

“He escuchado que en el departamento del piso 22 hay chicos guapos”, dijo Carolina dándole pequeños golpecitos en el hombro a Gabriel.

“Si no me enamoro este año, dejare de creer en el amor para siempre”, dijo Gabriel riendo.

“Si no encontramos a nadie podríamos fingir que somos pareja para que la sociedad no nos juzgue por seguir solteros a nuestros 25 años”, dijo Abigail chocando la copa de su malteada con la de Gabriel.

“Sería un gran honor para mí ser tu novio”, dijo Gabriel riendo.

“Creo que si nadie termina casándose a los 25 años podríamos rentar un gran departamento para los 4 y ser como los solteros más codiciados de Nueva York”, dijo Abigail haciendo que todos riéramos.

“Te imaginas que el amor de tu vida este del otro lado del mundo”, le dijo Carolina a Gabriel.

“Espero que Dios te escuche y me envíe un hermoso surfista australiano”, dijo haciendo que todos riéramos.

Después del almuerzo regresamos a la oficina, Abigail y Gabriel me dieron sus respectivos regalos, Gabriel me había comprado unas hermosas botas rojas y Abigail me había comprado un bolso realmente me había encantado tanto el bolso que no pude evitar cambiar de cartera cuando llegué a mi escritorio.

Al final del día empecé a arreglar las cosas en mi escritorio, esperé a Leonardo y luego ambos bajamos juntos al sótano para ir a su auto.

Leonardo me invito a cenar a un restaurante muy hermoso, el restaurante quedaba abajo del puente Brooklyn, la vista era hermosa al horizonte se podía ver la cuidad de Manhattan, las luces de la cuidad a lo lejos hacían que este momento fuera tan perfecto y hermoso.

Después de que habíamos terminado de comer, Leonardo pidió la cuenta y mientras esperábamos nosotros hablábamos plácidamente.

“Espere este momento para darte tu regalo”, dijo sacando un pequeño sobre color crema

“Feliz cumpleaños”, dijo sonriéndome.

Tomé el sobre y lo empecé a abrir lentamente, cuando lo abrí mis ojos lo miré muy sorprendida.

“Son las entradas de un recital”, dije emocionada.

“Es el recital del padre de Joyce”, dijo.

“¿Enserio?”, dije mirándolo muy emocionada.

“Sí, me comunique con él hace unos días y logre conseguir unos asientos en primera fila”, dijo, ni siquiera había terminado de hablar cuando ya me había levantado para abrazarlo.

“Gracias”, dije mientras lo abrazaba.

Después de que saliéramos del restaurante empezamos a caminar de la mano hacia el auto de Leonardo, él se detuvo cuando estuvimos frente al auto, yo lo miré.

“¿Qué sucede?”, dije mirándolo a los ojos.

“No te quise dar esto en el restaurante porque quería ponértelo yo mismo”, dijo sacando una pequeña caja la cuál abrió y era una hermosa gargantilla dorada.

“Leonardo, es muy hermosa”, dije casi quedándome sin palabras al ver la delicada gargantilla.

Yo tomé mi cabello y me lo recogí hacia un lado para que Leonardo me pudiera poner la gargantilla, sentí sus dedos rozar la piel de mi cuello, mientras él me ponía la gargantilla pude sentir su respiración muy cerca de mi haciendo que mi cuerpo se estremeciera.

“Eres muy hermosa”, dijo susurrándome al odio.

Yo me di la vuelta y deposité un tierno beso en sus labios.

Él me abrió la puerta del auto para que subiera y luego él se subió al otro lado para poner en marcha el auto. Durante todo el viaje Leonardo tomó mi mano hasta que llegamos a mi departamento.

“¿Quieres entrar un rato?”, le dije y él acepto.

Las luces de mi departamento estaban apagadas y como ya era tarde no veía nada, cuando las encendí abrí mis ojos como platos al ver lo que estaba en mi sala.

“No puede ser”, dije cubriendo mi boca de la impresión.

“Bradley dijo que no podría celebrar tu día pero que le encanto como tocaste el piano la última vez y pensó que disfrutarías más el piano tú que él”, dijo Leonardo a mis espaldas.

“¿Estás diciendo que esto también es mi regalo de cumpleaños?”, dije sin poder creerlo.

“Sí”, dijo Leonardo sonriéndome.

Ni siquiera me importo que él estuviera frente a mí y simplemente empecé a gritar de la emoción.

“Gracias”, dije mirándolo.

“Le diré que te encanto su regalo”, dijo sonriéndome

“Ahora, me encantaría escuchar tu hermosa voz una vez más”.

Ambos nos sentamos en el asiento del piano y yo empecé a tocar una canción llamada New Year’s Day

“Don’t read the last page, but I stay when it’s hard or it’s wrong or we’re making mistakes, I want your midnights, but I’ll be cleaning up bottles with you on New Year’s Day”.

Cuando terminé de cantar Leonardo me veía fijamente a los ojos con una mirada muy conmovida, él me sonrió y yo deposité un tierno beso en sus labios.

Mientras nos besábamos él tomo mi cintura y me hizo girar haciendo que lo rodeara con ambas piernas a él.

Mientras me besaba empezó a acariciar lentamente mis partes más sensibles, cuando ambos sentimos que ya no nos podíamos detener me levanto con sus brazos y me llevo a mi cama.

Él se deshizo de mi vestido rápidamente y también se deshizo de su ropa, empezó a besar cada parte de mi cuerpo y empezó a hacerme el amor.

Sin duda alguna el mejor regalo de todos era estar entre sus brazos haciendo el amor.

Los días pasaban tan rápido al lado de Leonardo, pasábamos casi todo el tiempo juntos por asuntos de trabajo, él me pasaba trayendo por las mañanas a mi departamento, en la noche casi siempre salíamos juntos y él me pasaba dejando a mi casa.

Jamás fui consciente del tiempo a su lado hasta que llego año nuevo, ya casi tendría un año de trabajar a su lado, un año desde que deje todo atrás y vine a Nueva York sin saber que conocería a la persona que llenaría todo el vacío de mi corazón.

Por otro lado, Carolina y Bradley no se han quedado atrás, desde hace unas semanas ellos dos han estado saliendo, sabía perfectamente que algo sucedía entre ellos dos.

Cuando le pregunte a Carolina sobre su relación ella me dijo que había sido algo tan espontaneo y que se estaban dando una oportunidad.

“¿Estarás ocupada durante el almuerzo?”, preguntó

Leonardo mientras seguía viendo la pantalla de su computadora.

“Pensaba salir con mis amigos”, dije parándome frente a su escritorio.

“¿Podrías acompañarme hoy?”, pregunto mirándome

“Quiero que conozcas a mi familia”, dijo haciendo que yo abriera los ojos muy sorprendida.

“¿Qué?”, dije todavía sin creerlo.

“Le he hablado a mis padres sobre ti y desde hace mucho tiempo me han dicho que quieren conocerte”, dijo con un tono tan tranquilo, todo lo contrario, a como yo me encontraba, ahora mismo era un manojo de nervios.

“¿Crees que es buena idea?”, pregunte un poco insegura.

“Olivia ellos saben todo sobre nosotros, saben que trabajas para mí y que eres mi asistente personal, creo que tú y mi mamá se podrían llevar tan bien”, dijo sonriéndome.

“Está bien”, dije sonriéndole.

Cuando salí de su oficina empecé a sudar como un cerdo, Carolina me miro un poco preocupada al ver que estaba sudando tanto.

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