Capítulo 29:

“Se podría decir que empecé a comprar acciones en diferentes empresas que estaban a punto de quebrar y ahora todas empresas me pertenecen”, dijo tranquilo.

“¿Iván por qué hiciste todo esto? Para empezar ¿Por qué huiste con el dinero de papá?”, dije.

“Esa es una charla que tendremos cuando nos veamos, por ahora disfruta de tu cumpleaños, cuando vuelvas a Nashville dime para que nos reunamos y no tengas que ver a papá”, dijo y yo asentí.

“Gracias Iván”, dije.

“Lo mejor para mi hermanita”, dijo antes de que colgara la llamada

Todavía no podía creer lo que acababa de suceder, ¡Ya no le debo dinero a la estúpida familia de Erick!

Me tiré a la cama emocionada y empecé a gritar de la emoción.

Después de terminar de vestirme tome mis cosas y baje de mi departamento para tomar un taxi, pero frente a la salida del edificio estaba Leonardo sentado sobre el capo del auto con un ramo de rosas rosas.

“Feliz cumpleaños”, dijo al verme.

Ni siquiera le dije nada solo corrí hacia él y lo besé en los labios.

“Si me recibieras así todas las mañanas te juro que no me cansaría de traerte flores”, dijo con una sonrisa tierna cuando nos separamos.

“Podrías recibir eso y muchas cosas más”, dije guiñándole un ojo, estaba a punto de abrir la puerta del copiloto cuando él me tomo del brazo y jalo hacia él para besarme de nuevo.

“No tientes al diablo”, susurró frente a mi rostro.

No tientes al diablo – susurró frente a mi rostro.

Le sonreí de lado y le di un beso en la punta de su recta nariz.

Él me abrió la puerta del copiloto, él rodeo el auto y puso en marcho el auto. Mientras Leonardo manejaba no podía evitar estarlo viendo ¿Cómo es que se podía ver tan atractivo simplemente manejando?

Las calles estaban casi como siempre bastante repletas de autos, el cielo se veía un poco gris como si fuera a llover, el ambiente se veía un poco hostil, muchas personas ocupadas y estresadas.

Por una extraña razón todas atmosfera de negatividad no parecía afectarnos a nosotros, estar al lado de él hacía que hasta los colores de los semáforos fueran más brillantes y los días dejaran de ser grises.

Leonardo estaciono el auto en el sótano de la empresa y caminamos hacia el ascensor, no podía dejar de admirar las flores que él me había obsequiado.

“Empezaré a sentir celos de esas flores si las sigues mirando de esa forma”, dijo Leonardo mientras el ascensor subía.

“Son muy hermosas”, dije sonriéndole.

“Pienso que tu sonrisa es lo más hermoso que veo todas las mañanas”, dijo haciendo que yo me sonrojara, rápidamente baje mi rostro para que él no mirara mis mejillas, pero él tomo mi rostro con su mano.

“Me encanta cuando te sonrojas”, dijo mirándome a los ojos para luego posar su mirada sobre mis labios.

Juraría que ahora mismo parezco un maldito tomate.

Sin pensarlo más Leonardo tomo mi cintura y me acerco a él, podía sentir su respiración golpeando mi frente ya que él era mucho más alto que yo, rodee su cuello con ambos brazos y empezamos a besarnos muy apasionadamente.

En ese momento se abrió el ascensor cuando ya habíamos llegado al último piso y no me aleje de él no sin antes morder levemente su labio inferior, estábamos a punto de salir del ascensor cuando me pare en seco.

Carolina estaba frente a nosotros con los ojos abiertos como platos.

“M!erda”, dije en voz baja.

“Buenos días, Señorita Smith”, dijo Leonardo saliendo tranquilamente del ascensor.

“Buenos días”, dijo Carolina.

Cuando Leonardo pasó de largo ella me miro con una gran sonrisa.

“Eso es lo más caliente que he visto en mi vida”, dijo emocionada.

“Carolina yo…” ella me interrumpió.

“Olivia no te preocupes por mí, no le diré a nadie, ni siquiera a Gabriel”, dijo.

“Te lo agradezco”, dije mirándola un poco aliviada, empecé a caminar hacia mi escritorio.

“Pero tienes que contarme como sucedió todo”, dijo emocionada.

“Lo haré”, dije riendo.

“Supongo que estas flores son de él”, dijo subiendo y bajando las cejas.

“Si”, dije sonriendo como tonta al ver las flores.

“M!erda casi lo olvido…”, dijo corriendo a su escritorio

“¡Feliz cumpleaños!”, dijo sacando un pequeño regalo.

“Gracias Carolina, eres muy linda”, dije abrazándola.

“Ábrelo”, dijo emocionada.

Al abrirlo me di cuenta de que era un perfume, era un perfume con una presentación muy bonita, era celeste con forma de estrella, le quité el tapón al envase y me puse un poco en la muñeca.

“Huele delicioso”, dije sorprendida.

“Me alegra que te guste mucho, me encanto en envase y supe que sería perfecto para ti”dijo sonriéndome.

“Gracias”, dije sonriéndole.

En ese momento se abrieron las puertas del ascensor y ambas miramos hacia esa dirección de allí salió Bradley con una gran sonrisa.

“Buenos días, señoritas”, dijo caminando hacia nosotros.

“Buenos días” respondimos ambas.

Bradley y Carolina de una forma diferente a la que yo miraba a Bradley, entrecerré los ojos viéndolos.

Algo sucede entre ellos dos.

“Feliz cumpleaños Olivia”, dijo Bradley entregándome una caja de chocolates.

“Gracias”, dije tomando la caja y sonriéndole.

Bradley se quedó hablando un momento con Carolina y yo decidí alejarme de ellos para darles su espacio, cuando Carolina se quedó sola ella se acercó a mí y me dijo que Gabriel, Abigail y ella me querían invitar a almorzar para celebrar mi cumpleaños.

A la hora del almuerzo me despedí de Leonardo y Bradley quien aparte de venir a darme mi regalo estaba arreglando unos asuntos de la empresa.

Cuando bajamos a la planta principal del edificio allí estaba Gabriel, al verme corrió a mí y me levanto por los aires mientras me abrazaba.

“Feliz cumpleaños pequeña”, dijo Gabriel sonriéndome.

“¡Feliz cumpleaños!”, dijo Abigail muy alegre.

“Gracias”, dije haciéndoles un puchero.

Fuimos a un restaurante nuevo y Gabriel pidió un pastel de caramelo para mí y todos empezaron a cantarme feliz cumpleaños.

“Gracias, son muy lindos”, dije un poco emocional.

“Cariño, no me digas que quieres llorar”, dijo Gabriel sonriéndome.

“Lo siento, me pongo muy emocional rápidamente”, dije suspirando profundamente para evitar que mis lágrimas salieran.

Todos seguimos comiendo entre charla y bromas, realmente me gustaba estar con ellos, cuando vine a                Nueva York y todavía no conocía nadie me sentía muy sola, pero por suerte ellos llegaron a mi vida.

“Alguien volvió a saber algo del tonto de Harold?”, pregunto Abigail mientras bebía un poco de su malteada.

“Es un imbécil”, dijo Gabriel rodando los ojos

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