El innombrable vive en New York -
Capítulo 20
Capítulo 20:
Leonardo quien también estaba un poco emocionado espero a que uno de los delfines se acercara a él, pero ninguno de ellos lo hizo.
“Ni siquiera se acercan a mí”, dijo frunciendo el ceño.
“No te gustan las personas amargadas, verdad que no pequeño Timmy”, dije hablándole como niño pequeño al delfín.
“Ven”, le dije a Leonardo para que se acercara y tocara a ambos delfines que me rodeaban.
Él se empezó a acercar para acariciar a uno, nos habían dicho que si recargábamos un poco nuestro cuerpo sobre ellos nos podrían llevar flotando, hice eso y automáticamente el delfín empezó a nadar conmigo encima de él.
Volteé a ver a Leonardo para ver si había logrado que el delfín lo dejara tocar cuando vi que el delfín lo empezó a salpicar repetidas veces con el agua mientras el movía su cola.
Yo me empecé a reír a carcajadas, algunos de los entrenadores de los delfines se rieron disimuladamente.
“Ni siquiera un delfín me quiere”, dijo Leonardo quitándose las gotas de agua del rostro.
Después de haber nadado con los delfines por casi una hora salimos de la playa y pensábamos relajarnos un poco debajo de las sillas de playa. De repente cuando estábamos a punto de llegar una niña salió corriendo hacia Leonardo y lo tomo de la pierna.
“¡Papi!”, dijo la niña emocionada.
Leonardo abrió los ojos muy sorprendido y luego me miro a mí.
“Creo que te has equivocado”, dijo Leonardo viendo a la niña.
La niña levanto su mirada para ver a Leonardo y se sorprendió al ver que no era la persona que buscaba.
“Perdón, pensé que usted era mi papi”, dijo la niña un poco triste.
“¿Estás perdida?”, pregunte acurrucándome para estar a su altura, ella asintió.
“Salí corriendo para recoger conchitas en la orilla de la playa y luego no los vi”, dijo la niña mientras podía notar como sus ojos se empezaban a cristalizar.
“No te preocupes, encontraremos a tus papás”, dijo Leonardo acurrucándose para estar a su altura.
“¿Lo prometen?”, dijo secándose algunas lágrimas que habían salido de aquellos ojos color esmeralda.
“¿Recuerdas a donde viste a tus papás por última vez?”, le pregunte a la niña y ella negó con la cabeza.
“¿Hace cuánto que no ves a tus papás?”, pregunto Leonardo un poco preocupado.
“Creo que desde la mañana y tengo mucha hambre”, dijo la niña haciendo un puchero.
“¿Qué te parece si vamos a un restaurante para que comas y tal vez encontramos allí a tus papis?”, dije sonriéndole a la niña y ella asintió rápidamente emocionada.
La niña inmediatamente nos tomó a Leonardo y a mí de la mano ambos nos miramos sorprendidos, pero empezamos a caminar juntos al restaurante más grande de la isla tal vez sus papás estaban allí.
Cuando llegamos al restaurante ordenamos comida para los tres, me levante para preguntarles a las personas si ella era su hija, pero todos se negaron.
“¿Cómo te llamas?”, le pregunte a la niña mientras ella seguía comiendo muy entusiasmada.
“Mi nombre es Joyce”, dijo después de haber tragado su bocado de comida.
“Que lindo nombre”, dije sonriéndole.
“Ese era el nombre de mi abuela”, dijo sonriéndonos.
Mientras Joyce seguía muy centrada en su comida miré a Leonardo para preguntarle qué haríamos con la niña, él tenía su mandíbula recargada en sus manos y miraba a la niña muy concentrado.
“¿Qué haremos con ella?”, le dije en voz baja a Leonardo.
“Le diremos a alguien de seguridad sobre la niña, aunque realmente no me gustaría a la niña sola con un vigilante”, dijo y yo asentí.
“Yo tampoco quisiera dejarla sola”, dije.
Después de que todos comiéramos fuimos a una estación de vigilantes para decirles sobre la niña que encontramos perdida, los vigilantes nos dijeron que la reportarían a todas las estaciones y que se comunicarían con nosotros cuando los padres llegaran a buscarla.
“No te preocupes, encontraremos a tus papis”, dije sonriéndole a la niña.
“¡Gracias!”, dijo corriendo a abrazarme.
“Ustedes son los mejores padres adoptivos que pude haber encontrado”, dijo mirándonos con una gran sonrisa que dejaba a la vista los dientes que le hacían falta.
“¿Crees que seriamos unos buenos padres?”, dijo Leonardo mirándola con una gran sonrisa.
“¡Por supuesto que sí! Usted es igual a mi papi, siempre trata con mucho a amor a mi mami”, le dijo la pequeña niña a Leonardo quien se rio.
“Hasta ella cree que haríamos una buena pareja”, dijo Leonardo guiñándome un ojo.
Esperamos al menos una hora cuando apareció una pareja muy angustiada, cuando vieron a la pequeña niña empezaron a llorar de la felicidad al verla.
“Mi amor no vuelvas a asustarnos de esa forma”, dijo la mamá besándola.
“Mi amor estábamos muy preocupados por ti”, dijo el papá cargando a la niña para besarla.
“Muchas gracias, no saben lo agradecidos que estamos con ustedes”, dijo la mujer dirigiéndose a nosotros.
“Por favor déjennos recompensarlos”, dijo el papá bajando a la niña mientras sacaba su billetera.
“¡Oh no! No hace falta”, dijimos al unísono Leonardo y yo.
“No saben lo agradecidos que estamos, Joyce estaba con nosotros mientras estábamos tomando un descanso en las sillas de playa cuando de repente ella desapareció, la habíamos estado buscado por horas”, dijo la mamá.
“¿Cómo encontraron a nuestra pequeña?”, dijo el papá viéndonos muy agradecido.
“Caminábamos por la orilla de la playa cuando ella corrió hacia nosotros, creo que nos confundió con ustedes”, dijo Leonardo.
“Por suerte no llego a la parte de la playa nudista”, dijo la mamá haciendo que todos riéramos.
“¿Qué es nudista?”, pregunto la inocente niña.
Los papás se miraron un poco incomodos hasta que el padre decidió hablar.
“Son personas libres que hacen lo que quieren”, dijo el papá.
“¡Quiero ser nudista!”, dijo la niña emocionada, en ese momento Leonardo y yo aguantamos las ganas para no estallar en carcajadas.
Los padres de Joyce se sonrojaron tanto que parecían tomates.
“Preferiría que siguieras siendo mi princesa”, dijo el papá dándole un beso en la frente.
“Hoy es el cumpleaños de Joyce y venimos hasta aquí para celebrar su cumpleaños y porque ama los delfines, ¿Les gustaría venir a su fiesta?”, dijo la madre sonriéndonos.
“¡Leonardo y Olivia digan que si por favor!”, dijo la niña haciendo un puchero.
Joyce nos miraba suplicante y ambos no pudimos resistirnos a su mirada de ternura, fuimos a la fiesta de Olivia la cual tenía una temática de una princesa de Disney llamada Moana, al parecer Joyce amaba mucho esa princesa.
Mientras Joyce corría con sus amigos jugando por toda la fiesta, los padres de ella se acercaron a nosotros para hablar.
“No pude resistir la tentación, pero realmente tengo que decirles que hacen una linda pareja ¿Cuánto tiempo llevan casados?”, dijo la mamá de Joyce haciendo que yo casi me ahogara con mi bebida.
“Ya casi tenemos un año juntos”, dijo Leonardo rápidamente, yo lo miré sorprendida.
“Todavía recuerdo nuestros primeros meses como casados, soy maestro de una orquesta de música clásica y actual, ella no soportaba escucharme tocar el piano casi 10 veces al día”, dijo el esposo haciendo que todos empezáramos a reírnos.
“¿Hace recitales de música?”, pregunto Leonardo muy interesado.
“Sí, el mes anterior hicimos una gira por Los Ángeles, después iremos a Florida y por último a Nueva York”, dijo haciendo que lo mirara sorprendida.
“Ella ama los recitales de música”, dijo Leonardo, el papá de Joyce me miro sorprendido.
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