El innombrable vive en New York -
Capítulo 18
Capítulo 18:
“No puede ser, son tan hermosas”, dije admirando mis flores.
“Ahora donde voy a trabajar”, dije riendo al ver que ni siquiera tenía un espacio libre porque las flores cubrían todo el escritorio.
“Me alegra que le hayan gustado las flores”, dijo la voz de Leonardo.
Me sobresalte al escuchar su voz, me di la vuelta y lo vi saliendo de su oficina, eran apenas las 7:30 am, él ni siquiera suele venir a esta hora.
¡M!erda me había visto brincar de la alegría!
“Son muy lindas”, dije mordiendo mi labio inferior nerviosa, mi rostro estaba caliente porque estaba rojo de la vergüenza.
“Creo que tendré que regresar a casa para llevar las flores”, dije sonriendo.
“¿Por qué?”, pregunto.
“Ni siquiera tengo espacio donde trabajar”, dije riendo.
“Puede trabajar en mi escritorio”, dijo mirándome con una sonrisa coqueta.
“No creo que haga falta”, dije casi tartamudeando.
“Sabía que diría eso así que por eso me encargue de contratar a Mónica, ahora que tendrá menos trabajo podrá empezar a pagarme el tiempo que habíamos acordado”, dijo acercándose un poco a mí.
“Pensé que se refería a mis horas de trabajo”, dije.
“¿Y desperdiciar ese tiempo solamente viéndola llenar documentos? No digo que no se vea atractiva haciéndolo porque podría quedarme viéndola por horas haciendo eso”, dijo mientras se acercaba lentamente.
“Creo que deberíamos de tomarnos este tiempo como unas vacaciones”, dijo tomando mi mano y guiándome hasta el ascensor, rápidamente tome mi cartera en donde estaba mi celular y mi billetera.
“¿A dónde vamos?”, dije sorprendida.
“Es una sorpresa”, dijo.
“Ni siquiera llevo el IPad en donde tengo su agenda”, dije y él empezó a reírse.
“Ni siquiera necesitara eso, Mónica se encargará de todo, los días que no estemos”, dijo ante de que se cerrara el ascensor.
“¿Los días que no estemos? ¿A dónde piensa que iremos? ¿África?”, dije haciendo que él riera.
“¿Te gusta África? Podría cambiar los planes”, dijo.
Ambos salimos del ascensor y llegamos al auto que nos estaba esperando fuera de la empresa, Leonardo le dio las órdenes al chofer que nos llevara al aeropuerto.
¿Estaba preocupada? ¡Por supuesto que sí! Ni siquiera sabía a donde me llevaba Leonardo, aunque por cómo iba vestido no creía que eligiera un destino tan extraño como una montaña o la playa.
Leonardo miraba muy concentrado la ventanilla de su lado, mientras él iba distraído pude apreciarlo mejor.
¿A quién engaño? Todo lo que habían dicho Carolina y Gabriel de que él es muy atractivo, absolutamente todo es cierto, sus facciones muy bien marcadas y ni hablar de su espalda tan ancha y…
“Si me sigue viendo de esa forma voy a pensar que quiere algo más de mí”, dijo Leonardo girando su rostro para mirarme.
“Solamente pensaba a donde iremos”, dije mirando hacia otro lado.
“Si, eso mismo me digo a mí mismo cuando la miro a usted mientras está en su escritorio trabajando”, dijo escondiendo una sonrisa burlona.
“No pensaba en nada más”, dije frunciendo el ceño.
“¿Acaso no le enseñaron que mentir es malo?”, dijo acercándose un poco, él bajo su mirada hacia mis labios y puedo jurar que en este mismo momento no soy nadie, ni siquiera existo.
“Me encanta el color de su labial”.
“Gracias, me lo compro mi exnovio”, dije sonriéndole inocente, su sonrisa se borró.
“¿Por qué conserva cosas de su exnovio?”, pregunto frunciendo el ceño.
“¿Por qué botaría algo que todavía sirve?”, dije guiñándole un ojo.
“Ya sé que será lo primero que compraré después de que aterricemos”, dijo.
“¿Me comprara labiales?”, dije mirándolo con una sonrisa burlona.
“Si con eso no volverá a mencionar a otro hombre sería capaz de comprarle una tienda entera”, dijo sonriendo.
“No necesita ser tan egocéntrico para sorprender a una mujer Señor Spinter”, dije suspirando.
“Le falta mucho por conocer de una mujer si realmente la quiere conquistar”.
En ese momento su expresión cambio y se acercó a mí para susurrarme algo al odio.
“Ese es el plan de este viaje cariño”, su voz tan grave tan cerca de mí me causo un gran escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
“Por cierto, no quiero que me vuelva a decir Señor Spinter, dijo frunciendo el ceño.
En ese momento llegamos al aeropuerto, el chofer se estaciono a unos metros del avión privado.
“¿Cómo debería de llamarlo?”, pregunté.
“Podríamos comenzar con Leonardo y quien sabe después del viaje hasta me termina llamándome ´Mi Amor`”, dijo guiñándome un ojo antes de bajar del auto.
Leonardo fue hasta mi lado para abrirme la puerta, salí del auto y empezamos a subir al avión.
Unos pocos minutos después el avión se levantó y empezamos nuestro viaje a quien sabe a dónde, llevaba mucho tiempo viendo la ventanilla del avión que no me había dado cuenta de que Leonardo me miraba fijamente.
“Si me sigue viendo de esa forma voy a pensar que quiere algo más de mí”, le dije haciendo que su sonrisa se ampliara y se acercara un poco a mí.
“Sí”, dijo.
Mi cuerpo se estremeció y él pareció notarlo porque sonrió satisfecho.
No habíamos comido así que nos llevaron comida y quedé tan llena que me quedé dormida por el resto del viaje. No sé cuánto tiempo había pasado cuando sentí como alguien me movía levemente, cuando abrí los ojos me di cuenta de que era Leonardo.
“¿Mm?”, dije abriendo mis ojos lentamente.
“Creo que deberías de ver por la ventanilla para saber dónde estamos”, dijo.
Yo miré hacia mi ventanilla y estábamos en medio del océano, él avión iba descendiendo poco a poco hasta que vi que nos acercábamos a una isla.
“Bienvenida a Bora Bora”.
Cuando nos bajamos del avión realmente no podía creer que estaba aquí, tomamos un yate que nos llevó a la isla de Bora Bora, todo lucia tan hermoso y perfecto. Leonardo había pedido que nos llevaran ropa diferente y nos habíamos cambiado ambos con ropa de playa.
Era la primera vez que veía a Leonardo con otro tipo de ropa que no fuera un traje con corbata, usaba una camisa celeste de manga larga floja, unos pantalones blancos y unas sandalias.
Si me hubieran dicho que estaría aquí hace unos meses atrás jamás lo habría creído, este lugar parece haber sacado de un sueño.
“¡No puede ser, son delfines!”, dije mirando emocionada que a unos metros del yate estaban nadando unos delfines.
Leonardo se paró a la par mía y empezamos a admirar juntos el paisaje. Después de unos minutos llegamos a la isla en donde nos guiaron a nuestras habitaciones, Leonardo había pedido una habitación diferente para ambos, el hotel en donde nos hospedaríamos estaba sobre el agua, cuando entrabamos a una habitación el suelo era de cristal y se podía ver el agua debajo de nosotros.
Casi inmediatamente cuando llegamos a nuestras habitaciones me cambié de atuendo y me puse un traje de baño de una pieza blanco que parecía hecho de encaje y otro conjunto que se ponía para cubrirte un poco más.
Llegamos a unas sillas de playa que estaban debajo de unas palmeras, Leonardo se quitó su camisa quedando solamente en calzoneta aparte mi vista rápidamente de él para que no me viera que lo estaba viendo.
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