El destino de la huerfana -
Capítulo 98
Capítulo 98:
Parpadeé en dirección a Radar, esforzándome por asimilar esta nueva información mientras nos adentrábamos en el gran vestíbulo iluminado de la inmensa casa de campo. Es decir, Colton creció en una mansión que era más un castillo y albergaba a cientos… esto era pequeño en comparación, pero seguía siendo un maldito castillo, era increíble y enorme.
La decoración era antigua y brujeril, pero no dudaba que pudiera albergar a una gran cantidad de gente. El bullicio de la sala abarrotada y la oleada de cuerpos que subían y bajaban las escaleras crecían a medida que se corría la voz de que habían recuperado a su anhelada Luna.
Aquello hacía que el lugar se sintiera bastante abrumador.
Sin embargo, eso no fue suficiente para distraerme de ver a Radar siguiendo al grupo, y deteniéndome cuando llegaron a un punto, mientras Colton y el doctor empujaban la cama de Sierra hacia un estrecho pasillo que había a la izquierda.
“Debería ir con ellos”, le indiqué y los seguí mientras varios de los ayudantes se retiraban, dejando un número mínimo de gente.
Solo Colton, el médico y un par de mujeres que ayudaban con el equipo y las máquinas.
“Sí, deberías. Todos vamos a seguir patrullando las fronteras para vigilar a quien te sigue. Tenemos que mantener este lugar seguro. Dile a Colton que me avise cuando quiera que regrese para cuidarte, y para buscarte ropa decente. Seguro que por ahora Sierra es su prioridad”, dice y apretó mi mano con fuerza y se inclinó para besarme la frente, antes de señalar con la cabeza la puerta por la que se habían ido.
“Meadow… me alegro mucho de haber vuelto”, le contesté con sinceridad, mientras ella se alejaba. Sonrió entre lágrimas y me hizo una pequeña caricia en el hombro.
Aquello me reconfortó y me indicó que todo iba a estar bien. La había echado de menos a ella y a los demás, a pesar de haber descubierto que podía sobrevivir sola.
El estar en un lugar cálido y seguro, donde no tenía que cazar para comer, me recordaba lo que significaba estar en una manada. Podía hacerlo sola; pero prefería estar aquí… y no allá afuera. Ahora que todo era diferente, ya no quería irme ni desaparecer.
“Estamos felices de tenerte de vuelta. Cometí un error al dejar que te fueras… Colton aún está intentando perdonarme. No vuelvas a hacerlo”, se rio a medias, pero había un toque de seriedad en su tono y una mirada que denotaba una verdadera advertencia.
“No lo tengo previsto. Ahora que todo esto nos supera. Las prioridades han cambiado”, le dije y ella exhaló asintiendo de nuevo con la cabeza.
“Bien, porque te amarrará a él y te pondrá vigilancia las veinticuatro horas del día si tiene la más mínima sospecha de que podrías volver a escaparte. Ese chico ya no está jugando, chica”, dice Meadow.
Ese meneo de cabeza y gesto con el dedo siempre me hacían sonreír.
“Mmm”, contesto y luego le indiqué con que me iba.
Ahora mismo no me importaba lo que Colton pensara o quisiera. Necesitaba ver qué estaba pasando, por lo que me senté. En la camioneta dormité un poco y estaba físicamente agotada. Me vendría bien un momento para acostumbrarme al bullicio de la casa.
Después de varias semanas en la naturaleza y en soledad, este caos humano era demasiado para mi cabeza. Todo esto me abrumaba mentalmente, y lo único que quería era dormir, aunque no fuera a conseguirlo en mucho tiempo.
Me di la vuelta y fui tras mi antigua pareja, siguiendo sus pasos por un pasillo, girando a la derecha por la puerta por la que habían pasado, lo que me llevó a un pasillo corto, y a atravesar dos puertas dobles que me condujeron a una enfermería bien equipada.
Era como un ala de hospital en miniatura, lo cual era extraño dada la capacidad de curación de nuestra especie, así que supuse que esto era de cuando el lado brujo de su familia se alojaba aquí. Era blanca, grande, pero repleta de armarios llenos de frascos de pociones en cada pared.
Algunos parecían obsoletos, pero la mayoría eran adiciones modernas, obviamente traídas por sus médicos, quienes se apresuraban a ayudar a trasladar a Sierra a una cama más sólida que en la que se encontraba.
Es decir, las manadas de lobos tenían personal médico y doctores. A veces los necesitábamos, sobre todo en nuestra juventud, cuando aún no podíamos convertirnos y contraíamos enfermedades o nos lesionábamos.
De jóvenes éramos vulnerables, como los mortales. Era irresponsable que una manada no tuviera los medios para proteger a todos sus miembros.
Cambiaron sus máquinas por otras de tamaño normal, le cambiaron las sondas y colgaron la bolsa de suero en un soporte, mientras algunos lobos salían en fila, mirándola con nostalgia y asintiendo hacia Colton cuando se marchaban.
Sabía que el vínculo entre los miembros era generalmente el medio de comunicación preferido, pero me molestaba que para mí fuera como un muro silencioso. Observé con envidia como se decían tantas cosas, pero yo no oía nada.
Echaba de menos el vínculo de manada, y el sentido de unidad que este producía. Eso me recordó que en realidad nunca iba a formar parte de esta manada. Él podía iniciarme, ahora que era un alfa y tenía ese poder.
Tal vez podría vincularme, pero una vez que su compañera oliera que yo estaba aquí, no dudaba que estallaría la tercera guerra mundial. Ella nunca permitiría que me integrase y que así yo tuviera un vínculo con él.
No tenía ni idea de su paradero, pero tenía que estar por aquí en alguna parte, es decir, ahora era su Luna.
Los compañeros nunca se separaban por mucho tiempo y como Luna, su trabajo era cuidar de los más vulnerables en este enorme palacio. Probablemente la dejó aquí cuando fue por mí, porque sabía que ella agravaría la situación y empeoraría las cosas entre nosotros. No que necesitara de mucha ayuda.
Me quedé atrás observando mientras la acomodaban y completaban la transición. El médico entró para hablar con una mujer de bata blanca. La reconocí del centro médico Santo, en el valle.
Dos enfermeras la acompañaban mientras organizaban los carritos y arreglaban el caos de máquinas que le habían quitado a Sierra. Poniendo todo en orden y preparándola para su nueva estancia.
Colton acercó un taburete alto a la cabecera de la cama y se sentó a su lado. No se dio cuenta de que yo estaba allí, ya que se inclinó hacia ella y le dijo algo en voz baja mientras le acomodaba el cabello, totalmente concentrado en su rostro, al tiempo que todos los demás parecían absortos en el plan de cuidados que estaban discutiendo.
Podía oír al médico enumerar los medicamentos y los puntos clave de la abstinencia, un paso a paso de lo que tenían que hacer en las próximas horas. Sin embargo, toda mi atención estaba en aquella figura solitaria, fuerte y robusta, de espaldas a mí, la cual yo anhelaba consolar.
A pesar de todo lo que estaba pasando, los dos teníamos un lío en la cabeza y un dolor compartido por descubrir cosas que lo ponían todo patas arriba. Ahora no era el momento de echárselo en cara.
Ninguno de los dos estábamos preparados o éramos lo suficientemente maduros como para lidiar con el tsunami de mi%rda que habíamos soportado estas últimas semanas. Yo estaba cansada por todo lo que había pasado. No quería cargar también con sentimientos de dolor y odio. No en este momento.
Teníamos que resolver esto, esperara ver si Sierra tenía una respuesta y concentrarnos en el hecho de que Deacon y su equipo nos seguirían en cuanto se despertaran y se dieran cuenta de lo que había pasado. También estaba segura de que le avisarían a Juan, y habría una frenética carrera para llegar aquí antes de que ella pudiera contarnos la verdad a todos.
Podría estar enfadada y dolida con él, pero ahora era mi alfa. Necesitaba confiar en su capacidad de liderazgo y de mantenernos a salvo. Si solo discutía y le guardaba rencor, todo sería más difícil para mí.
La manada, esta casa, este lugar, es donde yo estaba destinada a estar. Necesitaba dejar esta mi%rda de lado y dejar de pensar en cómo me rompió el corazón, cuando ahora mismo, nuestras prioridades eran los demás, y Sierra.
“Este no era el pequeño círculo interno y escondite que imaginaba”, dijo el doctor interrumpiendo mis pensamientos y apareciendo a mi lado con ese tranquilizador dialecto inglés que se estaba convirtiendo en un cálido abrazo, por lo que tuve que sonreír.
“Yo tampoco. No sabía nada de lo que había pasado desde que me fui. Es una locura”, me encogí de hombros, mirando la habitación con un suspiro.
“Sí, Colton me dio una versión resumida mientras llevábamos a Sierra. En cierto modo, estoy bastante contento de que hayamos terminado en un lugar que me garantiza que tendré tiempo para despertarla de forma segura”, dice el doctor.
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