El destino de la huerfana -
Capítulo 97
Capítulo 97:
Comiendo menos, haciendo más ejercicio, probablemente me veía más delgada. Ya no pensaba que era una persona débil y sin importancia. Ahora sabía que era el centro de algo, y que era aquí donde tenía que estar.
No estaba segura de estar menos angustiada, dada mi situación actual: un compañero infiel, reaprender mi pasado y descubrir que toda mi manada había sido asesinada. Yo diría que tal vez, lo estaba manejando mejor de lo que lo habría hecho hace unas semanas. Me sentía mentalmente más fuerte.
“Pues gracias, aunque estoy cansada, Necesito dormir. Debo parecer un desastre, pero tienes razón, tenemos que llevar a Sierra dentro”, asentí con la cabeza hacia donde parecían tenerlo todo bajo control, y vi la cama.
Colton estaba junto a su madre, con su mano entre las suyas, a pesar de que ella seguía muerta para el mundo. La miraba con tanta adoración, tan absorto, que hizo que me sintiera completamente destrozada mientras lo observaba.
Deseaba tener una relación así, sin complicaciones, sin tanto lío entre nosotros. Que me mirara como a ella, con ese amor incondicional que era tan difícil de encontrar.
Nos apartamos y me pegué al camión cuando toda la comitiva pasó junto a nosotras. Meadow tomó mi mano y me guió para que los siguiéramos.
“Ahh, Alora”. Escuché una voz a mi lado y entonces fui embestida por un entusiasta varón con estilo de futbolista que me estrechó entre sus brazos antes de que otra persona se abalanzara por detrás.
Con el mismo sigilo y fuerza, así que por poco me caí por el peso de esos dos chicos que me abrazaban con todas sus fuerzas. Me desplomé hasta caer casi de rodillas, incapaz de respirar y sin saber si se trataba de un ataque.
Domi y Remi casi me asfixiaron, me alborotaron el pelo y me levantaron entre los dos antes de que terminara en el barro. Me besaron toda la cara al unísono. Fue un beso sucio, húmedo, y un poco desagradable, pero en general, era un gesto dulce.
“Nuestra hermanita volvió a casa. ¡Nuestra cachorrita!”, afirmaron ambos en perfecta sincronía, sonando como una melodía cantarina y juguetona.
Me jalaron de un lado a otro, me levantaron y me soltaron justo cuando César apareció frente a mí. Meadow se apartó con una expresión de alegría en el rostro, sonriendo como una madre orgullosa.
“Señorita, no vuelvas a hacer eso. ¿Sabes lo preocupada que ha estado tu manada?”, Cesar se metió entre los gemelos, tenía un acento igual de fuerte que el de sus compañeros y un tono paternal severo a juego con el ceño serio que me estaba dedicando.
Me dio un abrazo menos feroz, un rápido apretón y un beso en la mejilla antes de retirarse para que el resto del círculo interno se reuniera a mí alrededor.
Matteo, Radar y Jesús, se agolparon a mí alrededor y supuse que formaban parte de la escolta que nos había traído hasta aquí.
Todos ellos se turnaron para inclinarse ante mí y darme la bienvenida con un breve abrazo, un beso en la mejilla y unas palabras de bienvenida, hasta que me sonrojé y me sentí incómoda por toda la atención.
“Te hemos echado de menos. No vuelvas a huir así. Somos tu manada, estábamos muy preocupados”, dijo Jesús dándome un suave golpe en la cabeza con su puño mientras movía la cabeza negando, frunciendo el ceño y mostrando sus verdaderas emociones.
“¡Sí, niña, los cachorritos como tú no deberían andar por ahí solos!”, reiteró Cesar.
“Colton ha estado insoportable. Te vamos a encadenar a él para que no tengamos que soportarlo otra vez”, Matteo apartó a los gemelos y nos abrió paso intentando que avanzáramos.
Meadow se colocó a mi lado, en el centro, tomándome del brazo, y empezó a caminar tras los chicos, quienes se dieron la vuelta y empezaron a guiarme. Algunos retrocedieron mientras interactuaban y me dedicaban sonrisas y auténticas miradas de alivio al verme en casa.
Podía sentir a mi alrededor que todo era real y sincero. El alivio genuino y el amor de mi manada adoptiva llenó tanto mi corazón que me dolió. Ninguno de ellos fingía en absoluto, y no me pregunté dónde estaba la mujer de Colton, porque ahora mismo no quería saberlo ni me importaba.
“Te perdiste una guerra. Colton pateó el trasero de su padre. Fue épico”, Jesús se mostró demasiado entusiasmado con aquel hecho, saltó hacia un lado y se colocó delante de mí con cierto aire infantil, pero Matteo le dio un juguetón golpe en el hombro. Y utilizó un tono de advertencia al hablar.
“Cállate. Si Colton te oye hablar así te pateará el trasero a ti. Ya sabes lo sensible que está con todo esto”, dijo Matteo.
“Sí, cállate, hermano, él está a unos cuantos metros de aquí. Ten un poco de respeto”, Radar, la voz de la razón, se inclinó ante mí, me dio una palmada en el brazo y me saludó con un movimiento de cabeza y un guiño.
Su ojo blanco siempre era aterrador; se veía apagado y muerto, pero su ojo bueno era brillante y alegre. Lo hacía un poco menos temible a la vista. Ahora la cicatriz no era tan llamativa como cuando lo conocí. Se acercó, habló un poco más bajo y cerca de mi oído:
“Bienvenida de nuevo… y gracias por encontrarla. Hace tanto tiempo que la echamos de menos que algunos habíamos perdido la esperanza”, usaba un tono extraño, tenía una mirada distante, y mientras hablaba su mirada se desviaba hacia la cama que teníamos delante.
Al instante, salió disparado para recoger algo que se le había caído a uno de los que empujaban los carritos. Lo recogió antes de que cayera al suelo y se mezcló entre la gente para colocarlo en la cama.
“Radar siempre sintió algo por Sierra. No sabes cuánto significa para él que ella esté en casa”, susurró Meadow en mi oído, en voz baja para que el resto no se enterara. Como si fuera un secreto, por lo que la miré con curiosidad.
“¿Qué? ¿No es demasiado joven? ¿No tienen la edad para ser madre e hijo?”, volví a mirarlo entre la multitud y luego la vi a ella, confundida, pero ella negó con la cabeza.
“Radar es nuestro Papi. Cada manada tiene un mentor maduro. Él es mayor que todos nosotros, treinta y tantos. Fue a la guerra como parte de la guardia de la Luna. Se hizo esa cicatriz protegiéndola con su vida, y casi muere”, explica.
“Maldita plata y acónito, tiemblo de solo pensar en ello. Siempre ha sido esclavo de Sierra y nunca se ha acoplado porque su corazón le es devoto y leal a ella. Es un poco triste, estar enamorado de alguien y que incluso cuando no está sigas sintiendo ese tipo devoción”, dice Meadow.
Meadow guardó silencio, pero su voz arrastraba un tono desgarrador de empatía, el cual tenía un dejo de dolor por lo que sentía su compañero de manada.
“¿Tuvieron una aventura?”, jadeé, mi cabeza daba vueltas en ese punto. No pude evitar mirarlo entre la gente bajo una luz totalmente nueva.
Él no era exactamente feo o poco atractivo. Aquella cicatriz era enorme, pero él tenía una cara bonita y una constitución fuerte y alta, como la de Colton. El ojo blanco supongo que lo hacía ver un poco rudo, como un héroe.
“No, conoces las leyes sobre el adulterio con un lobo vinculado. Radar es recto por naturaleza, no rompe las reglas. Él nunca se lo dijo, ella nunca lo supo, ni siquiera se atrevió a mirarla a la cara todos esos años porque era completamente sumiso ante ella. Está prohibido que los guardias miren a la compañera del alfa y establezcan contacto visual”, dice Meadow.
“Supongo que la Luna tenía muchos guardias, y él se mezcló entre ellos. Sin embargo, fue el único que consiguió volver con vida, probablemente porque estaba tan malherido y recuperándose que se perdió la última batalla que libraron”, continúa diciendo.
“En ese último combate masacraron a todos los guardias de la Luna, luego lo demás volvieron a sus casas, y ella desapareció antes de que él se recuperara lo suficiente como para retomar sus funciones”, Meadow se encogió de hombros, volviendo a contar lo que sabía, e inhalé pesadamente mientras las piezas encajaban en su sitio y me dejaba un sabor amargo en la boca.
Juan probablemente también los mató a todos porque eran leales a su cargo.
Su reina era su prioridad, no él. Radar escapó solo porque estaba casi muerto, lo que significaba que se había perdido lo que pasó con mi madre y no sabía nada de lo que Juan le había hecho. Él también habría muerto si hubiera estado allí.
Eso eliminó cualquier sombra de duda de que él hubiese estado involucrado. Ni siquiera tuvo la oportunidad de salvar a Sierra de ser encerrada. Si hubiera estado allí, habría muerto al intentar rescatarla.
El asunto del adulterio, sin embargo, resaltó hasta qué punto Colton no me respetaba ni se preocupaba por mí. Pues esperaba que dejara de lado las leyes y tuviera una aventura con él.
Todos sabíamos la vergüenza que conllevaba hacer aquello, yo podría ser exiliada de la manada. Él perdería su papel de alfa, podría ser destronado y vivir sumido en la vergüenza. Era un imbécil de primera si pensaba que esa era la solución por haber marcado a esa p%ta. Él no podía disfrutarlo todo.
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