El destino de la huerfana -
Capítulo 95
Capítulo 95:
“¿Por qué me entero de esto ahora? ¿Desde cuándo lo sabes?”, palidecí mientras la cabeza me daba vueltas, era como si volviera a aprender la historia de todo lo que había conocido.
Y él permanecía allí como un tipo genial, asumiendo sin pestañear que toda nuestra existencia se basaba en patrañas. Las náuseas me envolvieron por completo y me mareé un poco con la cantidad de explosiones que estallaron en mi cerebro.
“No hace mucho, El Chamán, está con nosotros. Finalmente, dejó de estar atado a su alfa Juan porque ahora yo soy el líder legítimo y ya no tiene que obedecer a mi padre. Ahora puede revelar todo lo que sabe sin temor a que el destino lo castigue por traición. Posee una gran cantidad de conocimientos. Me ha contado lo que significa que un lobo blanco tenga los ojos rojos y por qué tú tienes poderes tan fuertes”, dijo Colton.
Me miró con un gesto de complicidad e incluso lo que dijo encajó en su sitio.
“¿Lo sabías?”, le pregunté entre jadeos, incorporándome e inclinándome hacia él con total incredulidad.
Aquella afirmación hizo que la cabeza me diera vueltas y, sinceramente, no quería ni estar a su lado en aquel momento. Tenía el estómago hecho un nudo, las palmas de las manos me sudaban y creía que mis pulmones estaban a punto de colapsar por el miedo a su reacción, ¡Y él ya lo sabía, maldición!
“Lo sé desde hace un par de semanas. Todo cuadró cuando me enteré y ahora supongo que sé por qué te costó tanto perfeccionar tus habilidades y por qué no eran los típicos dones de un lobo. Podría decirse que he tenido tiempo de asimilarlo”, me desplomé frotándome las sienes con los dedos mientras todo se volvía ligeramente borroso.
La falta de oxígeno por tener la respiración entrecortada me afectó y me sentí mareada.
“¿Qué más te dijo?”, resoplé, sintiendo una sensación surrealista.
“Nada realmente importante para nuestra situación actual. Solo la historia general de nuestro pueblo y el hecho de que no eres la primera. Ni tampoco lo fue tu madre. No sabía nada del paradero de mi madre, ni de su raza, ni nada de las acciones de mi padre antes de llegar a la casa Santo hace siete años”, explica.
“El Chamán anterior murió, y él llegó desde el lugar de origen de mi familia en Colombia. Nunca se tragó las patrañas de mi padre y siempre ha mantenido la paz y la distancia con los ancianos de la manada y el círculo interno”, confiesa Colton.
Eso explicaba por qué en la habitación después de la imprimación él había intervenido y por qué Colton siempre decía que confiaba en él. Ahora sabía el motivo y todo encajaba, otra pieza del rompecabezas ocupaba su lugar.
Otro dato aleatorio de nuestro pasado combinado que tenía más significado del que ninguno de los dos comprendía en ese momento.
“Todo es una locura y, sin embargo, todo parece estar ligado. Incluso nosotros”, dejé caer las manos sobre mi regazo apoyando la cabeza en el respaldo. De repente, me sentí agotada de tanto pensar, sentir y hablar.
Todo me estaba pasando factura, llegando a un punto crítico y drenando la poca energía que me quedaba. Me sentía pesada y agobiada en muchos sentidos, su presencia me estaba fastidiando y yo solo quería acurrucarme y olvidarme de todo un rato.
“Sabía sobre nosotros… lo de la bruja. Algo en mi interior… no fue una sorpresa cuando nos imprimamos. Es como si siempre lo hubiera sabido, pero mi cerebro no lo comprendía. Tal vez vi sus visiones y cuando ella me ato, las olvidé. No lo entiendo, pero es como si todo hubiera estado fuera del alcance de mis dedos, pero yo sabía que estaba ahí. En cierto modo, cuando ocurrió, fue como un ‘Déjá vu’”, dijo Colton.
Colton me lanzó una mirada de disculpa y percibí una pizca de arrepentimiento filtrándose lentamente hacia mí como si estuviera levantando el muro que nos separaba.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. Un hoyuelo apareció como resultado de una tímida media sonrisa juvenil que no logró levantar la creciente nube negra que me envolvía.
Lo miré fijamente, encontrándole sentido a lo que decía, pero odiándolo aún más por lo que acababa de admitir. Si de alguna manera lo sabía, ¿Por qué demonios me dejó ir? ¿Por qué me rechazó?
“Entonces eres un idiota aún mayor”, espeté.
Yo estaba emocionalmente acabada y aquello solo añadió otra capa de cansancio a lo que ya no podía soportar. Giré la cabeza, miré por la ventana, me tensé y ericé de nuevo con aquel dolor luchando contra mis estúpidas lágrimas.
Estaba harta de sentirme como una basura, mientras él se sentaba y admitía que tal vez sabía que yo debería haber sido más importante para él desde el principio, al diablo con él. Eso me destrozó y ya no quise hablar ni resolver todo esto. Quería que me dejara tranquila.
“Aprendí de mis errores. Estoy aquí”, podía sentir sus ojos sobre mí, pero me negué a mirarlo. Tenía el corazón destrozado por una agonía desgarradora.
“No puedes deshacer lo que está hecho. Simplemente olvídalo, ahora no es momento de hablar de nosotros. Tenemos que llevar a tu madre a algún sitio para despertarla, ver qué demonios tiene que decir al respecto y cómo podemos desatar estos dones que, de alguna manera, van a servir de algo en el gran esquema de las cosas”, mi voz era baja y áspera.
Sonaba alterada, aunque probablemente cansada, y podía sentir cómo él me devoraba con la mirada mientras intentaba comprenderme.
“No puedo creer que alguna vez dudara que no ibas a ser la Luna que todos necesitábamos. Me equivoqué… al dudar de ti, al dudar de nosotros. Realmente siento no haber sido lo que tú necesitabas. No sabes cuánto me arrepiento de todo, cariño”, el dolor era genuino, pero solo era un clavo más en su ataúd.
“No estoy bien. Ha sido un día malditamente largo y estoy agotada. Quiero cerrar los ojos y pensar en todo esto más tarde. Siento que me va a estallar la cabeza y ni siquiera lo hemos comprendido todo. Llevo tanto tiempo corriendo que creo que mi cuerpo por fin se está rindiendo”, fue una indirecta.
Me aparté de él intentando acomodarme en los peores asientos jamás inventados mientras avanzábamos por un camino relativamente plano. Colton me miró, hizo una larga pausa y cedió, exhalando pesadamente. Él sabía reconocer la derrota cuando la veía.
“Intenta dormir, la mansión está un poco lejos y no es como si fuera a perderte de vista pronto. Tenemos tiempo para conversar. Creo que yo también necesito espacio para pensar y resolver algunas cosas. No puedo creer que mi madre esté tendida ahí atrás. Todo esto es tan surrealista”, lo que dijo tenía una especie de desenfado, así que me quedé en blanco.
Me recosté contra la ventana, no es que necesitara su permiso, pero agradecí que me dejara en paz.
Todavía tenía en la cabeza que yo le pertenecía, aunque en algún lugar, muy probablemente en esa mansión, tenía una pareja real y necesitaba recordar que yo no era suya, que él no era mío, y que cuando Sierra despertara y me desatara, entonces tendríamos que averiguar cómo mantener las distancias y lidiar con esto, si es que todos íbamos a seguir adelante con ello.
La historia de Colton y la mía, iban a tomar rumbos diferentes cuando Sierra nos dijera qué hacer. Ambos necesitábamos aceptarlo y afrontarlo.
Desperté antes de oír su voz, cuando me envolvió una sensación de calidez y de repentina ligereza. Sentía como si flotara, mientras recordaba todo. Mi cerebro se reconectó con mis extremidades y unas reconfortantes manos y cuerpo me transmitieron calor.
“Nena, ya llegamos, despierta”, el tono meloso de Colton me recorrió, su delicioso olor me mareó y me envolvió en un acogedor abrazo.
Abrí los ojos y me encontré entre sus brazos mientras me sacaba de la camioneta y se quedaba junto a mi puerta. La noche se cernía a nuestro alrededor, pero la iluminación de la parte delantera nubló mis ojos, intenté adaptarme y volví a cerrarlos rápidamente.
Tomé un momento para saborear ese extraño estado intermedio entre dormida y despierta al tiempo que él me acunaba. Me tenía acurrucada contra él, con un brazo bajo mis piernas, el otro en mi espalda y mi cara apoyada en el hueco de su garganta mientras el aire fresco me hacía recobrar la cordura.
Deslicé mis manos impulsivamente por su duro pecho, buscando un lugar donde anclarme, con la intención de deslizarlas alrededor de su cuello. Cuando desperté por completo, me di cuenta de que probablemente no era prudente hacer eso estando mi corazón tan magullado.
Enredarme con él era todo lo contrario de lo que necesitaba. Me resultaba demasiado fácil aceptar sus caricias y sus ganas de añadir intimidad a la mezcla, pero tenía que ser más fuerte que él.
“Puedo caminar, bájame”, g!moteé roncamente, estaba adormilada lo que hizo que mi tono se volviera pesado y me retorcí para liberar mis piernas.
Me resistí débilmente, y por suerte él no tenía ganas de pelear conmigo. Cedió tras un momento de vacilación, y me bajó con cuidado, pero me mantuvo junto a él, con un brazo alrededor de mi cintura.
Acortó la distancia que nos separaba y levantó una mano para acariciar mi mejilla mientras se inclinaba para reducir la diferencia de estaturas. En ese momento me quedé sin habla, ya que aquella ardiente conexión hizo que mis rodillas se doblaran casi por completo.
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