Capítulo 93:

Había una oscuridad a su alrededor que nunca había existido y, sin explorar sus sentimientos, no sabía de qué se trataba.

Era algo más que el hecho de enterarse de lo de su madre; la oscuridad estaba ahí cuando me encontró afuera de la camioneta. Él cargaba con un peso y yo quería saber de qué. Había un cambio y era como si parte de su luz juvenil se hubiera apagado.

“No quiero hablar de esto ahora… necesito… déjame tranquilo, Lorey. Solo un momento”, encogió el brazo de forma petulante, así que dejé de tocarlo, y fue como si me regañara.

Un desaire inesperado del chico que hacía unos minutos me había abrazado con desesperación, y ahora no podía ni tocarlo.

No debería enfadarme. Él se sentía herido, estaba procesando todo y estaba perdido en sus pensamientos. Así que era bastante hipócrita de mi parte enojarme por eso. Además, yo no quería que él me tocara, y en el tiempo que había transcurrido no había cambiado de opinión.

Traté de conectarme con él, pensando que tal vez hablando de esa manera lo tranquilizaría, lejos de los oídos del médico, y podría estar más abierto a expresar sus sentimientos, pero no pude entrar en su mente.

Literalmente me bloqueó en todos los sentidos, y yo ni siquiera sabía si era un comportamiento normal en él cuando sentía dolor, o si se debía a que recordaba que yo no era su pareja y que solo debía compartir ese espacio con ella.

Al diablo con Carmen. Al diablo con Colton.

Odiaba que pudiera hacerme sentir como si una nueva tormenta se agitara en mi interior. Tuve que contenerme para no fulminarlo con la mirada cuando surgió una nueva oleada de dolor. También tuve que resistir el impulso de abofetearlo.

Volví a sentarme y estreché mis piernas, contrayendo mi cuerpo para tranquilizarme, calmando ese torrente de locura, e intenté no mirarlo fijamente. Era difícil cuando él estaba allí mismo, pero parecía estar a miles de kilómetros. Mis propias emociones estaban alborotadas y ni siquiera podía elegir una opción ni aferrarme a ella.

Quería enfadarme con él y odiarlo. Tenía todo el derecho de hacerlo, pero cuando él estaba cerca de mí, no podía detener el abrumador dolor y angustia que me causaba. Aunque ahora mismo, había añadido compasión y empatía a esa mezcla, y me moría por ver su interior.

Incluso mientras lo maldecía, quería aliviar su dolor. Y por estúpido que parezca, estaba destrozada porque él me estaba apartando como si no tuviera nada que ver conmigo. Estaba tan confundida por mis pensamientos y mis estúpidas reacciones.

“¿Adónde vamos?”, pregunté, incapaz de quedarme callada.

Y aunque él había dicho que no quería hablar, yo no podía sentarme en medio de ese doloroso silencio. Colton suspiró indicando que no le apetecía responder, pero que se veía obligado a hacerlo.

“A la mansión que heredé de mi madre. Es un lugar que nunca ha estado bajo el control de mi padre. Es donde nos hemos estado quedando estas últimas semanas. Lorey, te lo dije, muchas cosas han cambiado”, me miró con el ceño fruncido y suspiró de nuevo.

Luego volvió su vista hacia el camino y no me dio más detalles. Entiendo que en estos momentos esté asimilando algunas cosas, pero una explicación habría estado bien. Esta tontería de conversar lo mínimo no funciona conmigo.

“¿Cómo cuáles?”, presioné, clavando mi mirada en él con un destello de terquedad y no pude pasar por alto la forma en que todo su cuerpo se tensó.

Exhaló y apretó el volante con frustración, porque era obvio que yo no iba a callarme ni a dejarlo en paz, lo cual hizo que girara sus hombros para aliviar la tensión mientras aceptaba que contestarme era inevitable.

“La manada está dividida. La mitad está aquí conmigo, y los otros están en la montaña. Cuando desafié a mi padre por el liderazgo, hubo una pelea y las cosas se complicaron. La gente se estaba rebelando y con el aumento de ataques en el oeste, él se estaba convirtiendo en un dictador, sometiendo a la gente bajo su mando, y tratándolos como si fueran sus prisioneros”, dijo alterándose.

“Tenía que hacer algo, y no le gustó. ¡Perdió! Ahora soy el alfa legítimo de la manada Santo, pero en lugar de ceder con elegancia como dictan las leyes, ordenó a los que le eran leales que me eliminaran a mí y a los míos”, dijo con tono exasperado, explicando algo que no quería, y eso avivó esa aura hostil que lo rodeaba.

Me quedé boquiabierta con los ojos muy abiertos, y con el corazón latiéndome como loco, intentando hilar esas palabras. Me di cuenta de que, como yo, él también había atravesado una crisis existencial.

“No sé qué decir”, balbuceé, sorprendida por los acontecimientos, que, sinceramente, no había visto venir.

Eso explicaba el manto de oscuridad que lo envolvía. Desde que me fui, todo su mundo se había puesto patas arriba, y su padre le había dado motivos para que lo odiara, por lo que mis esclarecedoras noticias resultaban bastante creíbles.

Mis recuerdos solo le habían echado más leña al fuego.

“No hay nada que decir. Mi padre intentó matarme. Tú fuiste el catalizador, supongo… tu partida, me hizo darme cuenta de que había sido un idiota y que había perdido lo único que debería haberme importado. Te fallé y mi vida se desmoronó cuando una tormenta de mi%rda estalló a mí alrededor y los vampiros volvieron a atacar”, admite.

“Los hombres de mi padre están en guerra con su pueblo, y continúan bajo amenaza por los nuevos ataques vampíricos. Estamos esparcidos en el norte, una buena parte se encuentra en la finca de mi madre, escondiéndose, muertos de miedo”, dijo con algo de tranquilidad.

Había una especie de calmada aceptación en su tono, como si no estuviese del todo bien, pero consciente de que esa era su realidad, y estaba lidiando con ella de la manera en que sabía hacerlo.

“Dios mío”, me sentí enferma, la bilis se me subió por la garganta, la gravedad de la situación finalmente me afectó.

Fui una idiota al pensar que él había estado de brazos cruzados mientras yo no estaba. Todo era un caos, y él había estado en medio de una verdadera guerra.

“No es del mismo tamaño que la mansión, es una granja, es más pequeña, pero tiene tierras. Está aislada de los humanos, rodeada de bosques, y por ahora nos las arreglamos bien para defenderla. Estoy más preocupado por mantener a mi gente a salvo y darles un lugar donde puedan recuperarse, que en dedicarme a perseguir vampiros y empezar peleas, como parece que hace mi padre”, expresó.

“Es lo único que le importa, y ahora sabiendo lo que me has mostrado… tiene sentido. La guerra fue su época de gloria, era un comandante con un ejército que cumplía sus órdenes y dominaba a una raza unida. No me extrañaría que de algún modo entregara un arma a los vampiros para provocarlos”, terminó expresando Colton.

La ira estaba latente en su tono, y era obvio que él había pasado por lo mismo que yo.

“¿Crees que, en el ataque al orfanato debíamos morir? ¿Crees que fue él?”, mencioné para recordarle lo que debió haber visto sobre mí y el doctor teorizando esa misma pregunta, pero él negó con la cabeza, y me miro, con una expresión de cinismo total.

“No, no parecía saber que eso iba a ocurrir, y por lo que me has mostrado… tu muerte es la de ella”, señaló con la cabeza el retrovisor, así que volví a mirar a su madre.

“La muerte de ella es la de él. Él no habría querido eso. Y hasta que le desafié, realmente seguía engatusándome como si pensara que de algún modo lo apoyaría en su locura. No me quería muerto, me quería atado a sus seguidores, para que lo siguiera a la guerra”, dijo haciéndome sentir que había algo más en su tono, como rabia por no haberse dado cuenta antes.

Así que Juan no estaba detrás de lo del orfanato, pero sí creó la tecnología para neutralizarnos.

La vendió por ahí, sin importarle quién la consiguiera, porque quería que los vampiros pensaran que tenían un arma para comenzar una nueva guerra. Tenía que saber que una vez que la tuvieran, tendrían la confianza para volver a atacar a los lobos y por eso esperó.

Los vampiros pensaron que tenían un plan infalible. No eran tan fuertes como nosotros, pero con algo como la caja de aislamiento, serían más fuertes y esta vez tendrían la posibilidad de acabar con nosotros. Lo que significaba que Juan tenía que saber cómo enfrentarla y desactivarla. Nunca dejaría que tuvieran algo que les diera la victoria.

Claro que no, él tenía un plan maestro e iba a esperar hasta que todo aquello estuviera en su apogeo. Mantendría oculta su arma y dejaría que esto durara el tiempo suficiente como para que las manadas tuvieran la necesidad de unirse. Después él sacaría lo que sea que fuera y conseguiría la victoria una vez más.

Juan ansiaba la unión de todas las manadas, no solo la del norte, y sabía que la única forma de forzar ese tipo de necesidad era empujándonos de nuevo a una guerra. Facilitó la posibilidad de empezar una y luego se sentó a esperar.

Su arrogancia le decía que él sería el elegido, quien lideraría a todos. Y ahora tenía una ventaja, un arma que contrarrestaba la de los vampiros. Así forzaría a las manadas a elegirle, pues lobos de todas las tierras querrían una.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar