El destino de la huerfana -
Capítulo 92
Capítulo 92:
“Mamá… ¿Realmente eres tú? ¿Puedes escucharme?”, Suena como un niño perdido, pequeño y vulnerable.
Hay una dolorosa crudeza en su tono, y por un momento olvido mi ira y solo siento compasión por él. Puedo percibir que esto le ha abierto el corazón, el cual late tan rápido que el mío comienza a igualarlo.
Colton retrocede diez años, y es solo un niño que encuentra a su madre, a quien ha necesitado durante mucho tiempo, mucho más de lo que nadie podría suponer.
“Está sedada; el médico tiene que despertarla, pero no sabe lo que le pasa. Colton, tienes que entender… que no hay nada malo con su mente”, señalé, poniéndome a su altura y apoyando mi mano en su brazo mientras él miraba fijamente su rostro.
Su respiración era superficial, la confusión y el dolor eran evidentes bajo aquel ceño fruncido y brillantes ojos ámbar. No podía contener sus emociones, así que su lobo se estaba asomando.
Él tragó saliva con fuerza, estiró la mano levantando un mechón de cabello, y lo peinó hacia atrás suavemente con cuidado, como si ella fuera de porcelana. Estaba obsesionado con ella, como si esto fuera un sueño del que no quisiera despertarse.
“¿Cómo… dónde?”, preguntó con la voz entrecortada y un áspero gruñido, mientras el doctor mantenía su distancia para que fuera yo quien se lo explicara.
No era nada fácil decirle a un chico que el padre al que había amado todo este tiempo era la razón por la que su madre había sido encarcelada y sacrificada. Ni siquiera sabía cómo o por dónde empezar, así que vacilé y miré al doctor, ligeramente aterrada.
El doctor se encogió de hombros y movió la cabeza, como animándome. A decir verdad, Colton lo intimidaba un poco, ya que hace tres minutos había amenazado con matarlo. No necesitaba decirle nada. Tenía que mostrárselo. Era la única forma en la que sabía hacerlo.
“Es una larga historia, creo que tal vez sea mejor hacerlo de esta manera, para que lo veas por ti mismo”, susurré, acercándome y posando las yemas de mis dedos en su sien esperando a que me diera permiso.
Me tensé cuando sentí que mi tacto era ligero y vacilante y que una sensación de familiaridad me impulsaba a acercarme más.
El asintió, ajeno a lo que yo estaba haciendo, su atención se centraba en ella, porque sabía a lo que me refería. No podía culparlo: la había buscado durante mucho tiempo, así que no me extrañaba que solo la viera a ella.
Cerré los ojos y empecé a empujarlos hacia él, hurgando y tratando de encontrar un punto de partida mientras los arrastraba a un primer plano.
Escogí uno, desde mi decisión de ir hacia el este y seguir aquel camino, hasta encontrar las instalaciones, luego ser capturada… Deacon, el médico, la celda, el descubrimiento de Sierra, hasta que salimos y que me logré comunicar con él.
Le mostré cada segundo de esa línea de tiempo, incluso como la tenían, y donde, esperaba que todo se filtrara mientras él estaba distraído.
Necesitaba transmitirle todo, incluso las partes que temía que supiera, porque no tenía palabras para hablarle de su padre, y no tenía fuerzas para contarle lo de mi familia. O que ambos éramos híbridos.
Él se quedó inmóvil, mientras todo se reproducía en microsegundos, así funcionaba la transferencia. Él vivía, oía, aprendía y sentía lo que yo había hecho, en esos dos últimos días, y lo que él debía haber experimentado desde lejos.
Incluso la parte que más temía contarle… que era una vampira mestiza. Sentí que se desconectaba en cuanto se desvanecieron las imágenes del último recuerdo. Fue como si bajara una persiana y esa barrera de emociones me alejara.
No era algo que la mayoría de los lobos pudieran hacer, especialmente con un vínculo establecido, pero él lo había hecho, me estaba protegiendo de todo lo que sentía en ese momento y me hizo sentir adormecida. Era un don alfa, proteger a los seres queridos del dolor y el horror.
Me sorprendió y también me dolió un poco, pero no pensé que lo hiciera para castigarme. Pensé que lo hacía porque sabía que sus propias emociones eran completamente abrumadoras y no quería que yo las sintiera.
Me estaba protegiendo y alejando para no compartir lo que estaba experimentando. Se levantó, soltó la mano de su madre y miró al médico por encima de mi cabeza, con una expresión distante y glacial que no era en absoluto la que yo esperaba.
Tenía una mirada de determinación como si su parte líder tomara el control y él se hiciera un poco más alto, pasando a modo de mando.
“¿Cuánto tiempo necesitas antes de poder despertarla?”, había frialdad en su tono, falta de sentimiento, y me pregunté si los había reprimido porque era demasiado para él, o porque estaba muy enfadado.
La verdad no podría decirlo, pero había una tormenta formándose a su alrededor, aunque él intentara ocultarlo. Supongo que descubrir que todo en su vida era mentira, y que el villano era su padre, tuvo que doler tanto como cuando me enteré de lo que le hizo a mi familia.
“Un par de días para que vuelva en sí, pero podría tardar semanas en recuperarse lo suficiente para transformarse, no hay forma de saberlo. Ha estado durmiendo durante mucho tiempo y no sé qué daño le habrá causado eso”, el médico parecía angustiado y me di cuenta de que él tampoco sabía cómo reaccionar ante la actitud tan… impasible de Colton.
No actuaba como si hubiera encontrado a su madre perdida y sedada en la parte trasera de una camioneta. Sino como si estuviera dándole instrucciones de forma desinteresada a algún turista perdido.
“Yo conduciré. Tú quédate aquí con mi madre. La mansión está a otros treinta minutos, como mínimo, y tenemos que ponernos en marcha antes de que ese imbécil de Deacon y su grupo de fracasados aparezcan. No quiero derramar sangre en territorio humano”, gruñó con un toque de ira, y me sentí un poco satisfecha por ello.
Después de todo, él podría darle una buena paliza a ese idiota.
Sinceramente, esperaba que apareciera porque sabía que mi Santo le patearía el trasero a ese Santo y la verdad es que no me importaba permitírselo, Verlo sería tan divertido como hacerlo.
Ni siquiera me miró, se limitó a hacerle un gesto con la cabeza al médico para que cerrara las puertas y luego avanzó hacia la cabina y se subió al asiento del conductor, con suavidad y fluidez, sin siquiera pestañear, como si hubiera conducido vehículos médicos militares toda su vida.
Se detuvo y miró por la ventana a los que estaban allí reunidos y supe que se estaba comunicando con el grupo para decirles que se movieran.
Estaba dando órdenes, y yo lo seguí y me senté en el asiento del copiloto, un poco agitada por la repentina desconexión porque no estaba segura de cómo comportarme. Esta era una versión que no conocía, e incluso sentía que yo debía hacer lo que él dijera.
Miré hacia los autos, eran tal vez cinco, demasiados para su círculo interno, a menos que estuvieran separados, pero no pude distinguir quién conducía. Los faros me impedían usar mi visión nocturna.
No podía ver nada más que el resplandor de la luz cuando intentaba mirar más allá de ellos. Me pregunté si Meadow podría verme, y lo único que deseaba ahora mismo era abrazarla. Ella recibiría un abrazo; Colton podría irse al infierno, bueno, tal vez no en ese momento, ya que parecía que probablemente a él vendría bien uno.
En cuanto oímos que el seguro de la puerta se deslizaba y encajaba en su sitio, él miró hacia atrás para asegurarse de que el doctor había bajado uno de los asientos plegables y se había abrochado el cinturón para poder avanzar.
La flota arrancó y dos se quedaron atrás para dejarnos pasar y luego seguirnos. Así que nos flanquearon y Colton se centró en conducir.
Nos colocamos justo en medio de los otros coches como si estuvieran escoltando a una especie de presidente. Una carga preciosa que necesitaba protección. Supuse que lo éramos. La Luna era tan importante como el Alfa en una manada, era nuestra Reina.
Mi necesidad de que dijera algo pudo más que la de enfadarme con él, y alargué la mano colocándola suavemente sobre su bíceps.
“¿Estás bien?”, soné como esa chica débil de hace tanto tiempo que se imprimó en él, y no como la persona en la que me había convertido estas últimas semanas.
Cuando me enfrentaba a ese chico, volvía a ser una tonta sumisa y enamoradiza, y me odiaba en silencio por ello. Asimismo, él se veía diferente, mientras yo me sentaba y evaluaba su perfil a la luz de los faros de la parte trasera del cuatro por cuatro negro que iba delante de nosotros.
Se parecía a Colton, seguía siendo un chico guapo con hoyuelos prominentes que aparecían cada vez que movía la cara. Podía derretir las bragas de cualquier mujer adulta, ya que seguía siendo guapo, soñador, con cara de niño bonito y tenía un aire de descarada confianza.
Pero parecía mayor, más maduro, tal vez ligeramente envejecido, lo que lo hacía verse menos despreocupado y no como un atleta escolar. De algún modo, parecía más capaz y serio de lo que era antes.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar