Capítulo 75:

Me saludó antes de acceder a la puerta y la abrió con una sonrisa.

“Querida, nunca te dimos de comer, y no podía dejar que pasaras hambre aquí abajo, en este terrible e inhóspito lugar. Te he traído algo de ropa. No es nada elegante, solo la talla más pequeña del armario de suministros que pude encontrar y un atractivo tono de gris militar”, empujó el carro hacia el interior.

Cuando el repentino olor a comida impregnó el aire, se me hizo la boca agua al recordar que estaba casi famélica.

Dejó la bolsa justo dentro de la puerta, pero dudó en entrar, y me senté a esperar pacientemente. Su compañera se quedó atrás, acomodando algunos implementos médicos en una bandeja en su propio carro y evitó mirarme directamente.

Era joven, tal vez de unos veinte años, muy blanca y parecía humana, como si fuera una estudiante de medicina. Era rubia y tenía los ojos azules, así que no formaba parte de la manada Santo.

“Gracias”, fue una respuesta genuina, porque esa bata no era precisamente útil para cubrir mi cuerpo, ni para ofrecerme comodidad, y tal vez comer me ayudaría a recuperarme un poco.

En mi forma humana estaba sufriendo los efectos de no haber comido y probablemente tenía una baja de azúcar en la sangre. La mujer parecía interesada en mí, pero mantenía las distancias, y no era difícil darse cuenta de que mi especie la ponía nerviosa. Empujó el carro hasta acercarse a él y luego se dio la vuelta y se alejó sin decir nada.

“No es nada demasiado exótico, solo una ensalada de pollo y pan. La cocinera suele preparar de maravilla las comidas calientes, pero nos visitaste entre comidas. El almuerzo no tardará en servirse y será algo caliente como siempre. Creo que hoy es sopa de zanahoria y cilantro, seguida de un delicioso filete. Es una chef con un talento increíble y estamos muy agradecidos de tenerla aquí”, dijo entusiasmado por la comida.

Parecía incómodo ahora que estábamos solos ahí abajo y lo atrapé lanzando una mirada por encima del hombro a nuestra bella durmiente, observando a nuestra estudiante de medicina entrar en su habitación y comprobar el equipo y los niveles.

La puerta se cerró rápidamente tras ella y el ruido se redujo a un zumbido bajo que se intensificó cuando la abrió. El médico miró a Sierra durante unos segundos más, hasta que apartó la mirada con un leve gesto.

“¿La conociste?”, pregunté con descaro, percibiendo su tristeza cuando se volvió hacia mí y esbozó una sonrisa falsa para ocultar su evidente reacción.

Su expresión se tornó un poco sombría, y aunque mis sentidos no estaban agudizados, pude notar el cambio en su estado de ánimo. Me miró inquisitivamente, con los ojos entrecerrados, como si quisiera decir algo pero dudara.

Abrió la boca sin hacer ruido antes de echarse atrás, volvió a mirar a su alrededor y se inclinó ligeramente, bajando el tono. Se mostró muy receloso con la mujer que estaba del otro lado del pasillo.

“Ella era mi amiga. Este era su proyecto… mucho antes de la guerra. La investigación sobre los extraños lobos híbridos de los que nadie habla. Nunca imaginé que acabaría siendo una prisionera”, su rostro se enrojeció y sacudió la cabeza como si no pudiera creer que me hubiera contado eso.

Era obvio que no quería decir nada más, pero yo no iba a dejar pasar la oportunidad. Tenía que demostrarle que podía confiar en mí.

“¿Juan la abandono en este lugar porque se puso enferma?”, pregunte inocentemente, plenamente consciente de que antes me había reconocido que Sierra no tenía problemas mentales, pero necesitaba hablarle con tacto.

Necesitaba ganármelo poco apoco.

“¡Enferma! Sí, claro… su compañero no tiene ningún interés en mi investigación, pero servimos a un propósito que él necesita cumplir. Mantenerla viva y… tranquila. Si esa es la enfermedad a la que te refieres. Así que él paga las facturas de las instalaciones, financia mis becas y nos deja hacer lo que queramos mientras la mantengamos aquí sin hacer preguntas”, su bajo tono de voz me indicó que tal vez no confiaba del todo en la mujer de enfrente.

O que quizás había cámaras aquí abajo. Me senté empujando mis manos bajo mis piernas y cambié de táctica. Necesitaba demostrarle que no iba a correr hacia Juan.

“Yo también la conocí… y conozco a su hijo, Colton”, no sabía por qué dudaba en llamarlo mi compañero predestinado, pero la aguda punzada que sentí en mi corazón antes de pronunciar esas palabras me detuvo.

Probablemente porque cuando pensaba en él no podía evitar recordar que me había traicionado al marcar a esa p$rra que ahora llamaba su compañera. No podía soportar decir esas palabras en voz alta. Tuve que tragarlas y su sabor amargo casi me dio arcadas.

“Ah, sí, el pequeño Colton, un muchacho tan bendecido. Hace muchos años que no veo a ese hermoso niño. Estaba tan orgullosa de tener un hijo, sabes. Siempre quiso ser madre, y el destino la bendijo por fin con ese pequeño travieso, a la vez que le proporcionaba a Juan el heredero que tanto buscaba para preservar su legado”, dijo.

“De cachorro era un rebelde, siempre trepando y correteando cuando visitaba la mansión. No puedo ni imaginar lo que debió sentir cuando le arrebataron a su madre. La quería tanto”, su mirada se perdió en la distancia, como si se aferrara a un recuerdo, y yo me levanté de la cama, haciendo un gesto hacia la bandeja de la comida para que no pensara que me estaba acercando a él.

Quería acortar la distancia entre nosotros para que se sintiera capaz de hablar libremente en un tono tranquilo, hacerlo sentir seguro y ganarme su confianza.

“¿Le costó concebirlo?”, pregunté inocentemente, tratando de encaminar la conversación y mantenerlo involucrado en un tema neutral, haciéndolo hablar.

Si quería convertirlo en mi aliado, tenía que hacer que sintiera que podía hablar conmigo y no que estaba husmeando demasiado en busca de respuestas a la situación actual de Sierra.

‘Te mueves alrededor de la presa para buscar los mejores ángulos y calmarla antes de abalanzarte sobre ella’, es algo que siempre decía mi abuelo.

Sin embargo, me resultó curioso que un lobo tuviera problemas de fertilidad, ya que no es algo que nos afecte. Somos físicamente perfectos… la fertilidad es un hecho cuando el destino decide que es tu momento de tener cachorros.

“Me temo que es la maldición de algunos híbridos. Cuando se aparean con un sangre pura, a veces la genética de éste destruye las células híbridas y el niño se vuelve inviable. Se produce la muerte celular in vitro. Es muy difícil reproducirse con los de su especie, porque como dije, las imperfecciones son destruidas por su propio ADN”, explica.

“Una invasión de otra especie a nivel celular es exactamente como un virus en tu cuerpo, se libra una guerra interna y las posibilidades de un óvulo fértil son escasas. Fascinante, pero desgarrador, especialmente para ella. Colton fue su séptimo embarazo y creo que si lo hubiera perdido le habría roto el corazón. Era un niño tan especial”, a pesar de que me lo había dicho varias veces, aún no podía creer que tuviera razón sobre los híbridos.

Me refiero a que mi madre tuvo dos crías planificadas y nunca mencionó tener ningún problema para quedar embarazada o durante la gestación, así que ninguno de mis padres pudo haber sido híbrido.

Y eso quería decir que yo tampoco lo era. Y luego estaba el asunto de Sierra… ella era una loba. Y por lo que sabía, Juan era de sangre pura. Algo no me cerraba,

“Ella no puede ser una híbrida. Eso no tiene ningún sentido… Juan Santo es un lobo de sangre pura que no toleraría ese tipo de unión. Su hijo.es un sangre pura, eso es lo que siempre dice”, puse los ojos en blanco sin querer, con un poco de rabia al recordar cómo se creían superiores y los amos de la montaña.

Era el mismo cuento de siempre sobre Juan siendo el rey de la montaña, sermoneando a las manadas sobre la pureza genética de su familia.

Los Santo se enorgullecían de pertenecer al linaje más fuerte de los lobos. Él nunca aceptaría de buen grado una compañera de menor categoría, a juzgar por su reacción cuando el destino me emparejó con Colton ¡Eso lo decía todo!

El doctor miró detrás de él, comprobando que su ayudante estaba absorta en el manejo de las máquinas, antes de entrar en mi habitación, por lo que la puerta se cerró tras él, bajando el tono una vez más.

“Querida, me temo que he dicho demasiado y he reducido inadvertidamente tus esperanzas de ser liberada. Debes olvidar lo que he dicho, especialmente lo de Luna Santo, Te conviene que nunca hayamos tenido esta conversación y que no repitas a nadie lo que has oído”, su rostro denotaba una gran preocupación, las líneas alrededor de sus ojos se hicieron más profundas y me miró fijamente, con una pizca de advertencia en su tono.

Estaba cerrando nuestra línea de comunicación porque creía que lo que me decía me ponía en peligro.

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