Capítulo 74:

“Claramente fuiste demasiado lento para atracarme y por eso necesitaste un arma, imbécil. ¡Esas es la única forma en que podrías vencer a una chica, cobarde!”, le mostré el dedo medio y le devolví la sonrisa mientras giraba sobre sus talones para marcharse, con una expresión malhumorada.

Me di cuenta de que lo había puesto furioso pero trató de actuar como si estuviera calmado

“¡Disfruta de tu celda Carmen!”, resopló, usando el nombre que le di, y yo me burlé de él.

“Sabes, deberías recordar ese nombre… tú y ella. Era perfectos el uno para el otro si alguna vez se te permitiera salir. Un lobo de montaña sin ninguna moral y una loba con bragas sueltas… eso es lo tuyo. Podrías echar un poro por primera vez en tu vida ¡Ella es una p$rra estúpida casi tanto como tú!”, grité después de él, con el temperamento un poco desatado, y furiosa por el hecho de sentirme así.

Me molestaba encontrarme en ese infierno y bajo el cuidado de un Santo mojigato como él.

Colton le arrancaría la cabeza si estuviera aquí, Dios. Si pudiera contactar con él ahora mismo, lo haría. Le daría una buena paliza, sin necesidad de convertirse en lobo. Esa era la diferencia entre un imbécil que buscaba ser alfa y uno que nació para serlo.

Colton nunca necesitó forzarme para ejercer su dominio, podías sentirlo siempre que estabas cerca de él. Era más gentil que la mayoría de los lobos una vez que te acercabas a él, pero sabías que podía volverse salvaje y destruir cualquier cosa en su camino si lo necesitaba. Como los vampiros en el campo.

Deacon me ignoró por completo, me hizo un gesto despectivo con la mano como si tuviera la última palabra y se fue. Tomó el mismo camino por el cual habíamos venido, caminando como el imbécil arrogante que era.

Sinceramente, no soportaba a ese tipo y, si pudiera transformarme, juro por Dios que sería el primero en mi lista de objetivos para recibir un puñetazo en el aire a través de la habitación. Tenía la suficiente rabia corriendo por mis venas como para manifestar mis poderes, pero, por desgracia, no tenía ninguna habilidad real en este extraño edificio futurista.

Lo único que necesitaba era el poder suficiente para comunicarme mentalmente con Colton, decirle dónde estaba su madre y darles una patada en el trasero a todos. Tenía tanta ira que me sentía capaz de hacerlo… tal vez.

Solo deseaba haber sido lo suficientemente brillante como para encontrar y utilizar ese don cuando me perseguían por el maldito bosque. Era mi culpa no haber sido capaz de aprovechar el don que el destino me había dado.

En cuanto lo vi entrar furioso en el ascensor y desaparecer por completo, volví a centrar mi atención en la habitación del otro lado de la planta y me concentré en aquel cuerpo dormido sin vida.

Estaba al menos a seis metros de distancia, quizá más, pero las paredes de cristal, aunque gruesas, no bloqueaban el sonido. El pitido y el zumbido de su soporte vital resonaban sutilmente en el aire que nos rodeaba ahora que ese idiota se había ido, y el lugar volvía a estar casi en silencio.

Me incliné hacia delante hasta que las palmas de mis manos tocaron el cristal, solo que esta vez con suavidad, y presioné mi frente contra él para poder estabilizar mi todavía bastante débil ser y mirar el perfil lateral de la figura que yacía allí. Un sentimiento de desesperanza me invadió al instante al observar su estado.

Había estado aquí abajo durante Dios sabe cuántos años, y no podía creer que Juan le hiciera esto a su propia compañera. Era como si la hubiera dejado de lado, olvidándose de ella, y la única razón por la que estaba viva era porque su vínculo lo mataría si la dejaba morir.

Así que esto era lo que había estado haciendo. Rompió los lazos y las reglas del emparejamiento. No la estaba protegiendo ni cuidando en la salud y en la enfermedad. No estaba permitiendo que la manada nutriera a su Luna como se suponía.

Actuó de forma vergonzosa y la escondió en un lugar que nadie conocía. No había dignidad en lo que le habían hecho, y al doctor se le escapó que no tenía nada malo en su mente. Era obvio que Juan tenía otras razones para mantenerla aquí abajo si no estaba loca, y quería que ella me diera alguna señal de que sabía que yo estaba ahí.

“¡Oye! Luna Sierra, ¿Puedes oírme?”, grité tan fuerte como pude, lastimando mi garganta en el proceso con una crudeza rasposa, pero no obtuve respuesta, ni siquiera un cambio en el ritmo cardíaco de una de las muchas máquinas.

Observé atentamente, en busca de sonidos, pero no había nada.

“¿Puedes oírme?”, volví a intentarlo, no tan fuerte, pero aún me dolía la garganta y tosí con dificultad, abandonando rápidamente ese método.

Suspiré, me deslicé por el cristal y la miré con desesperación, tratando de entender cómo alguien en un edificio que bloqueaba los dones de los lobos, y en un coma inducido, podía de alguna manera comunicarse conmigo y llevarme hasta ella por medio de extraños sueños e impulsos de venir al este.

No tenía sentido ahora que la veía y sabía que no podía responderme. De hecho, no parecía que pudiera hacer casi nada, excepto quizás respirar por sí misma, ya que no tenía ningún tipo de ventilador conectado.

No podía haberme instado a venir aquí, simplemente era imposible que fuera ella. Era prácticamente un vegetal.

La única respuesta que se me ocurrió fue que tal vez el destino hizo esto en su lugar, y no fue ella en absoluto, pero deduje que no podría averiguarlo, si pensaba que ella tenía las respuestas, estaba claro que no me las iba a dar y que esto era un callejón sin salida.

El destino me había entregado de nuevo a Juan sin ningún motivo. Y cuando él llegara y se enterara de que había descubierto este lugar y había visto a Sierra, no me dejaría acercarme a Colton nunca más.

Odiaba estar atrapada en mi forma humana y ser completamente incapaz de salir de este estúpido cristal.

Todo lo que había aquí estaba atornillado, probablemente porque no querían que los presos tiraran cosas a la ventana, y no iba a matarme lanzando mi propio cuerpo a través de ella para ver si se rompía.

Sin poder convertirme, probablemente moriría desangrada, siendo esa chica desafortunada que hizo caer un fragmento sobre mi cuello o algo así, y seguiría atrapada aquí abajo. Un cadáver vacío y marchito para apestar el lugar.

Aquel imbécil ni siquiera me permitió comer como había dicho y mi estómago gruñó de rabia por no haber recibido alimento alguno desde Dios sabe cuándo. Ni siquiera sabía qué hora era, si era de día o de noche, ni cuánto tiempo había estado sedada en aquella habitación, teniendo en cuenta que no había ventanas en el sótano.

Comí por última vez el día antes de dormir en aquel maldito árbol, donde estaban todas mis posesiones, y me moría de hambre. No era de extrañar que me sintiera débil y temblorosa. Mi cuerpo necesitaba sustento.

Era extraño, tal vez se debía a que fui maltratada durante años, prisionera en un hogar donde no me cuidaban y mi supuesta manada me trataba como si fuera un ser despreciable, pero ya ni siquiera tenía miedo.

Estando cautiva en este lugar sabía que lo peor vendría cuando llegara Juan, pero aun así, ¿Qué iba a hacerme?

No podía matarme ni infligirme demasiado dolor, porque su hijo se llevaría la peor parte, y el legado lo era todo para él. Podía hacerme lo mismo que le había hecho a Sierra, pero ella no parecía notar nada y quizás no sería tan malo.

Ya no estaría atada a Colton, llevando esta carga de dolor en mi corazón mientras él vivía su vida con esa p%ta. Quizás un largo sueño sería mejor que estar atrapada en una caja de cristal de por vida.

Me aparté del vidrio y me levanté para caminar por el frío suelo de cemento con las piernas temblorosas.

Necesitaba tumbarme y deshacerme por fin del resto de esta droga en mi sangre, para poder al menos caminar con normalidad y no sentirme como si tuviera piernas de recién nacido. Tal vez me sentiría mejor si me tomara un tiempo para descansar y dormir un poco.

Mi cuerpo temblaba internamente y seguía teniendo pequeños mareos que me recordaban que no estaba en condiciones de enfrentarme a alguien como

Deacon si tenía la oportunidad. Mi primer objetivo antes de abandonar este lugar, era darle un rodillazo en las pelotas, por dispararme por la espalda como un cobarde. Justo cuando estaba por ira la cama las puertas del ascensor se abrieron y el sonido me sobresaltó.

Me puse rígida, pensando que Deacon podría haber vuelto para deleitarme con su tóxica personalidad, e intenté calcular mentalmente la probabilidad de que pudiera darle una patada entre las piernas.

Me subí a la cama, me di la vuelta y me senté con las piernas colgando por el borde, dispuesta a darle un buen puntapié y atraerlo a mi perfecta altura. Escuché pasos, y un montón de ruedas chirriantes rodando por el duro suelo que se acercaban a mí.

No era Deacon, sino el doctor, y estaba con una mujer que llevaba una bata blanca de laboratorio. Fruncí el ceño en cuanto apareció frente a la puerta de cristal tirando del carro de comida y llevando una bolsa en la otra mano, mientras ella cargaba otra.

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