El destino de la huerfana -
Capítulo 69
Capítulo 69:
Definitivamente, me están evaluando para alguna especie de autopsia alienígena. Si no es eso, entonces ha perdido la cabeza y está ensimismado en alguna maravilla que lo hace sonreír como un bicho raro.
“¿Dónde estoy?”, suelto sin una pizca de recato, sin que me importe ser cortés y amistosa debido a mi difícil situación actual y al hecho de que este imbécil me tenga atada a una cama, mientras se mueve de un lado a otro, a lo Willy Wonka.
Mi columna es todo dolor, justo en el punto donde entró el dardo, y siento como si estuviera llena de moretones.
Recién comienzo a sentirme los dedos de las manos y los pies y a pesar de que mis sentidos comienzan a reactivarse, todavía me siento un poco lejos, como si estuviera viviendo una fantasía.
“Oh, por supuesto… ¡Qué tonto soy! ¡Cuán grosero y absolutamente horrible! Permítame comenzar por presentarme. Soy el Doctor George William Robert Adams, médico residente y director científico de esta instalación y usted, querida, es nuestra invitada”, dice.
“Lamentablemente, tuvimos que tomar algunas medidas tanto para nuestra seguridad como para la suya, dado que, al igual que mis conocidos, parece que usted posee un cierto don excepcional; pero no es más que una disposición temporal, hasta que nos conozcamos mejor”, explica.
“Espero que no nos lo tome a mal, ya que al desconocer qué tal es usted, o que la llevó a trasgredir nuestra propiedad, tuvimos que darnos prisa en tomar precauciones. ¿Su nombre es?”, su locución es como un chiflido ridículo y afectado que intenta mimetizar el inglés de la reina.
No sé qué hacer. No creía que hubiera gente que realmente hablara o se comportara así, mucho menos personas que han sobrevivido entre gente agresiva, pacientes postrados, individuos de mal genio, lobos, como yo. Él es un poco incongruente.
Lo miro y parpadeo, estupefacta ante este representante de la flor y nata de la sociedad, con el hablar simuladamente refinado y la excentricidad que acusa, parece un personaje estrafalario típico de Mary Poppins y, en cuanto a mí, estoy segura de que todavía puedo estar drogada por efecto de lo que llevaba el dardo que me lanzaron.
Le devuelvo la mirada, perpleja, dejo caer la cabeza sobre la almohada, medio plana y no digo ni una palabra
“Lo sé, lo sé. Debes de estar pensando lo peor, después de que el Señor Deacon te derribara con un dardo de los que usan con los elefantes, y te trajeran aquí y te ataran como un asado de domingo en una bandeja de horno”, explica.
“En realidad, no queremos hacer ningún daño, solo nos gustaría saber quién eres, de dónde vienes y qué hacías husmeando en esta instalación ultra secreta y en una zona prohibida. En otras palabras. Una mera formalidad antes de poder ser más hospitalarios. Por favor, no me lo tomes a mal”, dice mientras frunce una ceja.
Mantiene su sonrisa de loco y se quita los anteojos para limpiarlos con su abrigo. Solo rompe el contacto visual por un momento, antes de volverse a poner las gafas y mostrar nuevamente esa detestable sonrisa.
Empiezo a preguntarme si le falta un tornillo o si toma la sopa con tenedor. Empero tal vez esto es lo que sucede cuando vives bajo tierra, en una caja, y no ves el sol por un largo período de tiempo.
“Estoy de paso. No tengo idea de qué es este lugar y no me interesa”, señalo de manera impasible, sin querer dar detalles, pero solo recibo un extraño y ruidoso ‘Hum’ como respuesta, al tiempo que asiente con la cabeza.
“Ya veo. Solo que hay un pequeño problema contigo, y es que nuestros aparatos de vigilancia te pillaron mientras husmeabas y revisabas el camión de Lyron, antes de seguirlo bosque adentro. ¡Vaya! Yo te creo, pero ellos no, y eso es terrible. Sin embargo, puedo agregar… ¡Guau!, simplemente ¡Guau!”, dice.
“Nunca he visto, absolutamente nunca, en la vida real, un lobo pura sangre, con el pelaje totalmente blanco. De veras, eso sería un espectáculo extraordinario. No es que quiera desviarme de lo que nos ocupa y quitarle hierro a la gravedad de tu posición actual, pero tenía que sacar eso a colación”, comenta.
Levanta la palma de las manos, en un pequeño y peculiar movimiento de jazz que sincroniza perfectamente con la expresión de felicidad que transmite con los ojos bien abiertos y las cejas levantadas. ¡Qué tipo más raro!
¿Quién diablos es este tipo? ¿Se tragó un diccionario de sinónimos en sus años de formación? Seguro que torna el camino más largo para decir cualquier cosa y te desconcierta por completo.
Honestamente, no puedo decir si esa es una táctica para desarmar a las personas y sacarles información, o si realmente es un bicho raro hambriento de conversación para desahogarse. Tal vez no pase de ser un tipo raro al que le gusta emperifollarse con su atuendo fuera de lo común.
También me sorprende que me digan que mi pelaje se ha vuelto completamente blanco. Tenía indicios y sospechas de que eso había pasado, pero él me lo confirmó, No es como si hubiera tenido un espejo, o si hubiera podido quitarme la cabeza y hacerla girar para mirarme todo el cuerpo.
No tengo idea de por qué me estoy blanqueando, y me pregunto si mi madre experimentó lo mismo. Tal vez era un defecto, como todo el mundo decía. Tal vez era alguna enfermedad que se estaba propagando.
“Pensé que podría tener comida”, agrego, desplazando con rapidez mis ojos alrededor de la habitación, más allá de donde está él, mientras avanzo en mi regreso a la realidad y empiezo a buscar algo que me ayude a liberarme de estas ataduras.
Es así como trato de sacar la fuerza de voluntad necesaria para mutar de nuevo, pero no pasa nada.
Mis poderes están siendo seriamente afectados y este individuo no parece ser una amenaza inminente, a no ser que se pueda matar a alguien hablando. Comienzo a ponerme menos nerviosa en su presencia.
“Oh, entonces tienes hambre. Oh, Dios, ¡Qué desconsiderados somos! Bueno, podemos hacer algo al respecto. ¿No? No hay que ser groseros e inhóspitos. Tiene total sentido que, estando perdida allá afuera, te hayas sentido atraída por un edificio hecho por el hombre, en busca de suministros en el centro de esta utopía verde”, dice.
Para empezar, solo quisiera saber tu nombre, y quizás de dónde eres y, tal vez, si tienes más amigos al acecho por ahí, ya sea una manada o un compañero. Alguien que pudiera no ser muy discreto sobre la ubicación de nuestra sensible instalación. Sé que es una formalidad fastidiosa, pero no me dejarán darte comida ni desatarte si no me das esa información”, comenta.
Lo ignoro por completo. Estoy demasiado ocupada tratando de saber por qué no puedo activar ninguna de mis habilidades, e incluso mi fuerza no es mayor que la de un ser humano normal.
Comienzo a frustrarme, al tiempo que logro mover los dedos de los pies y los pies, darles vueltas y moverlos para poner a prueba la fuerza de las correas. La fuerza y la velocidad que poseo en mi forma humana también se han ido.
“¿Qué me han hecho ustedes? ¿Por qué no puedo mutar?”, lo agarro con agresividad y la irascibilidad va aumentando a medida que se apodera de mí, pero la habilidad no se concretiza en absoluto.
Lo miro de manera penetrante, y veo su entrecejo fruncido y su carita feliz, que transmite una expresión de desconcierto.
“Ah, has captado bien. Eres observadora, ¿eh? Esta instalación es un tanque de aislamiento sensorial de tamaño natural, por lo que los de tu clase no pueden usar ninguna fuerza o habilidad no deseada contra mi personal cuando necesitemos tu presencia, o cuando tengamos invitados como tú”, dice.
Es extraordinario que hayan construido un edificio donde se puede desintegrar cualquier tipo de habilidad sobrenatural, ¿no te parece? No soy ingeniero, pero puedo asegurarte que esto es genial”, él habla demasiado.
Y se emociona demasiado, por nimiedades. Pongo los ojos en blanco y le digo que no con la cabeza, tratando de sacarle la información que necesito.
“Una vez más… ¿Dónde estoy?”, me estoy impacientando rápidamente.
Estoy molesta porque me tienen retenida, y empiezo a retorcerme frenéticamente para intentar escapar de este loco, sin importarme una mi%rda que esté parado ahí.
Sin embargo, el ruido de la puerta detrás de él vuelve a atraer mi atención, así como la figura de uniforme oscuro que entra acechando, mientras empuja un carrito con lo que parece ser una bandeja de comida.
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