El destino de la huerfana -
Capítulo 45
Capítulo 45:
Era ciertamente mayor que Colton, tenía canas alrededor de las sienes y un globo ocular completamente blanco, lo que sugería que estaba parcialmente ciego. Su otro ojo era de un color marrón tan oscuro que no podías evitar reaccionar al verlo.
Una enorme cicatriz le atravesaba el rostro desde la mejilla hasta la frente, tan profunda que era obvio que había sido gravemente herido en el momento en que se produjo, y era literalmente lo primero en lo que te fijabas al verlo.
Intenté no mirarlo, pero era muy raro ver a un lobo con algún tipo de cicatriz. La mayoría de las veces, nos curábamos tan rápido que no quedaba ninguna marca en nuestra piel, y solo un arma podía dejar una cicatriz de esas características en un lobo sano: una que estuviera hecha de plata bañada en acónito.
Alguna vez escuché que los vampiros las usaron contra nuestra especie en las guerras, matando a muchos de nosotros.
Si eso no te mataba, te desfiguraba, como le sucedió a él. Te carcomía la carne de tal manera que ni siquiera nuestras habilidades curativas podían hacer algo para evitarlo, y no tenías más remedio que curarte en tu forma humana.
No recordaba haberlo visto antes, pero supuse que con una marca así, ese hombre no querría que lo vieran mucho en el exterior.
Los lobos tenían el ego muy alto y cualquier tipo de fracaso en la batalla les hacía actuar de forma extraña y vivir en la vergüenza. Siempre fuimos así, y esa realidad afectó toda mi existencia.
“¿Y dónde más podría entrenar? Estará más segura conmigo y debo ser yo quien le enseñe a luchar. Esto es serio, y nadie cuenta con más experiencia que nuestros propios equipos de combate”, aseguró Colton en tono firme, y su mirada se dirigió hacia mí.
Entonces capté de reojo a Carmen, lanzándole una mirada totalmente patética y lastimera, intentando manipularlo con lo que supuse era su método probado cuando estaban juntos.
Empezó a llorar y yo traté de ignorarla, pero en respuesta, Colton apretó la mandíbula y apartó la mirada de ella, volviendo a centrar su atención en la manada, sin inmutarse. Frunció el ceño y en sus ojos apareció una brillante neblina ambarina.
“Radar, creo que este es el mejor plan y nosotros, como unidad, podemos ponerla al día y enseñarle a coordinarse con los nuestros… nos convertiremos en una máquina imparable con un par de colmillos extra. Nuestra manada ha perdido guerreros después de que Karly y Ebony quedaran fuera de combate por sus embarazos”, exclamó Meadow, dirigiéndome una sonrisa alentadora y apoyando a Colton.
Me llamó la atención que quisieran igualar el número de machos y hembras en la manada. Cuando la pareja de Meadow abrió la boca para decir algo, ella le gruñó sutilmente, y él guardó silencio sin pensárselo dos veces.
Miré una vez más al lobo de las cicatrices y me di cuenta de que se llamaba Radar. Era un nombre extraño, y supuse que era más bien un apodo, relacionado con su don.
Yo sabía que algunos lobos poseían la capacidad de sentir cosas que venían desde muy lejos y cuya visión se equiparaba a un verdadero pulso de radar. Me pregunté si eso era lo que él podía hacer, aunque tal vez no era el caso, ya que el ataque de los vampiros fue imprevisto.
“Y si resulta inútil y nos retrasa… ¿Entonces qué?”, comentó Carmen maliciosamente, dejando de lado su lamentable actuación, en vista de que no había surtido efecto.
Entonces decidió interponerse entre nosotros e inmiscuirse en la conversación, para ello se colocó entre Colton y yo, acercándose a él en un intento de marcar su territorio, pero él se apartó rápidamente en dirección a la barra, sacó una botella de agua de una nevera oculta y bebió lentamente, ignorándola por completo.
“¿Por qué debería hacerlo? Somos buenos maestros, hemos enseñado a muchos de los nuestros y los hemos iniciado en su formación. Además, ¿No viste el caos que había en la casa? ¿O estabas demasiado ocupada, cegada por tu propio odio?”, le dedicó aquellas palabras llenas de veneno, Meadow no pudo contenerse y se dirigió a ella desde el otro lado de la habitación, donde había estado de pie admirando su trabajo.
Colton suspiró con fuerza. Éste se dio la vuelta y se sentó en el borde de la barra, y fue entonces cuando me di cuenta de su aspecto demacrado, pálido y agotado.
“¿Podrían parar aunque sea solo por una hora?… se los juro, está mi%rda me da dolor de cabeza”, dijo apesadumbrado y me pregunté qué había ocurrido durante la reunión con su padre, pues su resplandor habitual había desaparecido.
“¡Ella empezó!”, soltó Carmen como si fuera una niña, lo que me hizo fruncir el ceño con un sutil movimiento de cabeza.
No era nada madura. Acto seguido, siguió a Colton una vez más hasta el otro lado de la habitación, mientras él se apartaba y se acercaba a un sofá, y en cuanto la vio venir se sentó junto a los gemelos, quienes estaban desparramados entre latas de cerveza.
Ella se enfureció por no poder sentarse cerca de él, y me irritó sobremanera que lo persiguiera de un lado a otro. Era obvio para todos que é quería que ella lo dejara en paz.
“Ella tiene un nombre, y no… ¡Siempre eres tú, con tu actitud de z%rra buscapleitos la que crea problemas! ¿Cuándo vas a dejar de arrastrarte y sentarte de una p%ta vez? ¡Eres patética!”, Meadow dejó escapar un suspiro cuando Carmen dejó de perseguir a Cole, reflejando exactamente mis sentimientos.
Se acercó y tiró del brazo de Carmen con fuerza, empujándola agresivamente hacia una silla cercana lo que la hizo tambalearse hacia atrás torpemente y caer de trasero, para luego hacerle un gesto con el dedo. Su garra estuvo a milímetros de perforarle la nariz.
“¡Ahora siéntate como una buena cachorrita, o puede que tenga que azotarte!”, Meadow se impuso con su tono de voz y una mirada dominante. Yo no me atrevería a discutir con ella si fuera Carmen.
Se podía percibir la indignación en su rostro cuando miró desesperadamente a Colton para que éste reprendiera a su segunda al mando por hablarle de esa manera, pero él se limitó a suspirar y continuó con sus asuntos sin reparar más en ella. Parecía que Carmen finalmente iba a explotar y nos alegraría el día a Meadow y a mí, después de todo.
Meadow se escabulló con Cesar hasta uno de los sillones y se subió a su regazo, estrechando el cuerpo alrededor de él y acomodando las caderas contra su entrepierna. No pude evitar ver la forma en que él abrió los brazos y aceptó su invasión, apretándola con firmeza y susurrándole algo al oído.
Como respuesta, ella le dedicó una sonrisa se%y y lo besó en los labios rápidamente. Todos sus movimientos fueron tan fluidos, como si no tuviera el menor temor a ser rechazada, con la total seguridad de que él aceptaría que ella se sentara sobre él.
Era obvio que ambos estaban completamente unidos en todos los sentidos y, aunque nunca vi su marca, tenía la certeza de que estaba hecha. La conexión que los unía brotaba de ambos, demostrando que su unión era un hecho y que podían comunicarse en un nivel más profundo que Cole y yo.
Cada pareja decidía donde dejar su marca, aunque a la mayoría de los hombres les gustaba que los demás la vieran y por eso elegían la garganta de la mujer, pero no todos lo hacían así.
Los lobos éramos conocidos por nuestra posesividad territorial, por lo que era más común que la marca fuera visible. Obviamente, César estaba muy seguro de que su ardiente y feroz mujer era capaz de cuidarse y luchar contra cualquier hombre por sí misma.
Aquello me produjo cierta ansiedad, al preguntarme dónde elegiría Colton colocar la suya, así que aparté los ojos de él antes de que Carmen comenzara de nuevo. Mi corazón latía a toda prisa y el anhelo de mi alma era todavía más intenso que antes. Extrañaba terriblemente su toque.
Me di cuenta de que estaba completamente abstraída, y al volver a la realidad, noté que estaban hablando de zonas y patrullas y cosas que tenían que ver con las nuevas áreas de contención.
Traté de escuchar mientras Colton explicaba que se estaban instalando casas en el valle para tratar de acomodar mañana a las familias de otras partes de la montaña.
También habló de que sería necesario erigir tiendas de campaña y edificios temporales y convertir el bar local y la escuela de este lado, junto con el gimnasio y el salón comunitario en zonas de alojamiento.
Asimismo, disponían de caravanas y casas móviles para algunos, pero muchas de las personas a las que querían ayudar se negaban a abandonar sus hogares y venir a este lado.
“No se puede obligar a las personas a dejar todo lo que tienen para mudarse a unos cuantos kilómetros de distancia. Entiendo que esta gente no querrá dejar sus hogares por una tienda de campaña en mitad de los campos, Cole”, Jesús habló.
De inmediato, observé cómo todos se inclinaban hacia adelante para participar seriamente de la discusión y expresar libremente sus opiniones.
Todos excepto yo y, por supuesto, Carmen, que se quedó atenta a la conversación en cuestión y escuchando en silencio en las afueras del grupo, mirando a Colton con expresión anhelante.
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