El destino de la huerfana -
Capítulo 44
Capítulo 44:
En cuanto al calzado, optamos por unas zapatillas blancas, para mantenerlo casual, y me puso unos pendientes de plata en las orejas, con un sencillo y delicado collar que llevaba un pequeña piedra verde que, según ella, era del color de mis ojos.
Sinceramente, me había pasado la vida llevando ropa sin forma o suelta para sentirme cómoda y no llamar la atención, y ahora me sentía demasiado llamativa para la reunión de una manada de lobos en su casa comunal.
Aunque Colton me había visto desnuda después de mi transformación, ahora me sentía más expuesta de alguna manera. Tal vez era porque rara vez me maquillaba y sentía que tenía algo extraño en mi rostro, y mis pestañas se sentían más pesadas por las capas de máscara.
Aquella ropa ajustada resaltaba mi figura, y me hubiera gustado verme para saber si me quedaba bien o mal. En mi opinión, parecía un payaso. Pero hace algunas horas había roto todos los malditos espejos en esa mansión, por lo que solo podía guiarme por la reacción de Meadow, que parecía ser positiva.
“Yo no me resistiría a tus encantos, chica”, me guiñó el ojo y me lanzó un beso de forma dramática, chasqueando sus dedos y su lengua en el paladar al unísono, para hacer un ruido de aprobación.
“Gracias, supongo”, respondí con una risita y me agarró tos por los nervios, no estaba segura de si eso era lo que debía decir, pero ella se rio alegremente.
“Me gustas, chica. Eres divertida sin pretenderlo. Eres una muchacha ingenua y torpe, pero con un corazón de víbora que aspira a ser ella misma. Nunca cambies eso”, me miro una vez más, asintiendo para sí misma con evidente orgullo por lo que había creado, y me dio una sensación de calidez.
Era raro que alguien me mirara con una pizca de orgullo y aceptación. Tal vez Colton lo había hecho, pero no contaba para mí, ya que el destino lo había dispuesto así.
“Intentaré no hacerlo”, pasé mis manos por mis piernas y sentí la suave tela que las envolvía, y miré mi cuerpo una vez más. Literalmente, todo lo que podía ver eran mis pechos.
“¿Estás segura de que me veo bien y no es demasiado obvio?”, me invadieron las dudas y mermaron la poca confianza que había acumulado en la última media hora, y Meadow negó con la cabeza, soltando su cabello con ondas en las puntas mientras se colocaba unos aros de oro de gran tamaño en sus propias orejas.
“Por favor… sé lo que estoy haciendo, y no soy ninguna tonta cuando se trata de provocar a los hombres. Te ves se%y y casual, solo sígueme la corriente, confía en mí. Cuando Colton vea ese trasero, se te tirará como un lobo en celo”, dijo y extendió la mano.
Me miró de forma traviesa con sus pálidos y seductores ojos azules, enderezando su propia blusa color blanco sobre sus enormes pechos con la mano que tenía libre, y yo me acerqué para enlazar sus dedos con los míos. Estaba ansiosa por irme antes de que los nervios hicieran que corriera a sacarme todo el maquillaje.
Solo estuvimos allí arriba unos veinticinco minutos como mucho, pero me parecieron horas, y me sentí mucho más relajada con ella, aunque no estuviera cómoda con mi aspecto.
Supongo que tenerla frente a mí con varios implementos con los que podría haberme sacado los ojos me dio confianza. No podía explicarlo y solo podía basarme en mi recuerdo de lo que era formar parte de una manada, pero sentía que Meadow era mi hermana de manada, y que habíamos iniciado un vínculo.
Me estremecí un poco, agradecida de que fuera la mano derecha de Colton y que tuviera un vínculo propio con él que la impulsara a interesarse por mí. Era agradable gustarle a otra persona, por la razón que fuera.
“Vamos a buscar a tu hombre y hacer que Carmen explote de rabia”, Meadow estaba empeñada en ayudarme, su acento era un poco más notorio cuando sonreía y sus labios se curvaron como un gato que robó nata.
Su tono era petulante, pero no podía negarlo, me levantó el ánimo por completo y me hizo reír con sus ocurrencias. Supongo que tener a alguien a tu lado que no estuviera obligada por el destino, hacía toda la diferencia. Ya no éramos solo Colton y yo.
Meadow me llevó con ella, y jugamos a las carreras entre risas, empujándonos la una a la otra en las esquinas y puertas, bajamos las escaleras y regresamos a donde empezamos, llegando allí en tiempo récord.
Apenas había examinado mis alrededores en ese momento. ¿Quién se iba a imaginar que un lobo Santo Beta llegaría a ser tan divertido para pasar el rato?
La puerta del estudio estaba cerrada, pero sabía antes de seguirla que Colton aún no había llegado. No pude sentirlo cerca de esa habitación, y su olor no estaba por ninguna parte, así que tragué saliva cuando entré, justo detrás de ella, prácticamente escondiéndome en las sombras.
Los demás estaban en varios estados de descanso, desinteresados por nuestro regreso y definitivamente sin extrañar nuestra presencia.
Alguien estaba escuchando música en la esquina en un teléfono celular, o un pequeño dispositivo, no pude verlo bien, y parecía que todos habían tomado un par de copas en nuestra ausencia. El olor a alcohol invadió el lugar y se abrió paso por nuestro camino.
No pude evitar notar a Carmen, que estaba sola y sentada en el escritorio, con cara de mal humor.
Estaba hojeando un gran libro que parecía algo pesado y tenía las páginas envejecidas, y me miró con odio cuando hicimos contacto visual. No dijo nada y siguió leyendo, fingiendo que no habíamos entrado.
“Tengo que admitir que luce bien y supongo que puedo entender por qué Cole no podía mantener sus manos alejadas de ella…”, comentó uno de los gemelos mientras Meadow se apartaba de mi camino, exponiéndome ante todos.
Carmen aclaró su garganta, recordándoles su presencia y lo mucho que le disgustó ese comentario, y Demi guardó silencio.
Romi le dio un empujoncito juguetón a su hermano en el hombro, sacudiendo la cabeza hacia él y me echó un vistazo. Por la forma en que me miró, asintiendo con una sonrisa, supuse que estaba de acuerdo.
“De acuerdo, tal vez ahora pueda ver su potencial. Me refiero a… ouch”, hizo un movimiento con las manos como si hubiera tocado algo caliente y luego sopló dramáticamente sus dedos e hizo un ruido chisporroteante con la boca.
A pesar de la hostilidad anterior con esos dos, sonreí ligeramente, soltando una risita involuntaria, arrugando la nariz por la timidez de ser observada mientras me sonrojaba.
“¿Lo ves, chica? Tú les gustas. Mis muchachos reconocen cuando una mujer es se%y. Creo que te ves mucho mejor así que cuando llevabas la ropa que te prestó Cole”, Meadow caminó a mi alrededor, evaluándome por última vez como si no hubiera admirado lo suficiente su trabajo allí arriba, y se alejó con una sonrisa, felicitándose por sus increíbles habilidades.
“¿A quién le gusta?”, preguntó Colton, apareciéndose de la nada mientras estaba distraída, así que me di la vuelta sorprendida y a la vez nerviosa, dándome cuenta de que no había tenido tiempo de prepararme para su llegada.
Estaba de pie en medio de la habitación, como una niña a la que su abuela le hubiera regalado un jersey feo por Navidad.
Nuestras miradas se encontraron y él me miró a los ojos con esa sonrisa de niño bonito, exhibiendo sus hoyuelos, y recordé lo atractivo que podía ser cuando se calmaba y dejaba brillar sus encantos. Súbitamente rompió el contacto visual para echarle un vistazo a mi ropa y volvió a mirarme.
Dada su expresión, intuí que le gustaba lo que veía, y me dedicó una sonrisa provocativa, junto con un guiño que me produjo un cosquilleo interior. Sentía mariposas en el estómago y mi piel se encendió con un fuego ardiente.
‘¡Bueno, que me parta un rayo! Como si verte desnuda no fuera suficiente para volverme loco’, dijo Colton para sus adentros.
Su pensamiento me hizo sonrojar, el calor me consumía y su voz destilaba lujuria, pero aquel momento duró poco, porque lo sorprendí mirando de reojo a Carmen y pareció apartar la lengua al instante. Ocultó su reacción y volvió a mostrarse serio.
Era como si lo hubieran regañado, así que me pregunté si ella también tenía un vínculo mental con él y le había dado su merecido. Ella todavía creía que ambos estaban ‘intentando arreglar las cosas’ aunque yo sabía que eso no iba a ocurrir.
“Mi padre me ha dado indicaciones sobre dónde deben presentarse todas las manadas, equipos y demás al amanecer. Nos reuniremos en el comedor a primera hora. Nuestros suplentes se reunirán en el río oeste, en la antigua cancha de baloncesto, y nos encargaremos de seguir entrenando con los miembros de la manada que ya están aprendiendo el combate… y, por supuesto, con Lorey”, dijo.
Se puso en modo líder, dejando de lado la atracción que sentíamos el uno por el otro y asumiendo sus responsabilidades. No sé quién estaba más sorprendido de entre todos los presentes. Incluso a mí me costó asimilar sus últimas palabras.
“¿Va a entrenar con nosotros? ¿Recibió alguna vez en su vida algún entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo o con armas? Podríamos matarla por error”, dijo aquel miembro silencioso al que nunca pude ver bien y que ahora se acercaba. Apareció detrás de la zona de la barra y me sobresalté al ver su cara.
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