El destino de la huerfana -
Capítulo 41
Capítulo 41:
“¡El destino nunca se equivoca! ¿No lo sabes?”, le reprendió, antes de inhalar tranquilamente, levantando las manos y haciendo movimientos en el aire que acompañaban sus respiraciones profundas. Sonrió al captar mi atención y se inclinó hacia mí, mostrándome su profundo escote.
“No sé. Siento algo especial en ella, ¿No crees, Papi?”, dijo Meadow.
Cesar no parecía impresionado, más bien se lo veía distante e indiferente, y supuse que era él a quien Meadow llamaba Papi. Escuché que así llamaban a su amante o compañero.
Ella extendió la mano para coger un mechón de mi alborotado cabello sin cepillar, y lo recorrió con sus dedos lentamente, provocando un cosquilleo en mi cuero cabelludo. Me puso realmente nerviosa y me hizo sentir tan incómoda que me dieron ganas de llamar a Colton, pero no lo hice.
Era de esperar que su manada se comportara así en un primer encuentro. Me dejó allí con ellos después de todo lo que había pasado ese día, y estaban midiendo mi valor. No podía mostrarles debilidad, o me destrozarían.
“¿Es cierto que vino del hogar de los rechazados? Los que fueron masacrados por los vampiros”, dijo uno de los gemelos que no pudo disimular su disgusto
“Sí. Y nuestro formidable alfa bajó sus estándares y trató de marcar a esta cualquiera. Parece que perdió la cabeza”, dijo Carmen haciendo una mueca de enfado, mirándolo de reojo.
Carmen se apresuró a dejar en claro que no le gustaba, y que incluso me detestaba. Sentí que la habitación se hacía más pequeña a medida que aumentaba la ansiedad y crecía mi pánico, y me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de que me acorralaran y atacaran.
Meadow le hizo un gesto para que se callara acompañado de un sonido agudo, y luego se levantó jugando con su propio cabello, dándoles a entender que se estaba enojando.
“No le faltes el respeto a la compañera de nuestro alfa, no lo toleraré, y él tampoco lo hará. No me hagas enfadar, chica, no querrás verme en ese estado”, espetó Meadow.
Meadow era, de lejos, la mujer más aterradora con la que me había cruzado y no sabía por qué me inquietaba tanto, ya que a primera vista parecía bastante cuerda. Tenía el aura de una psicópata y cada vez que se movía, me estremecía por dentro, poniéndome más nerviosa cada segundo que pasaba cerca de mí.
Carmen retrocedió, porque sabía muy bien que Meadow no hacía amenazas vacías, y Matteo carraspeó para distraerla.
El también parecía saber que debía calmar los ánimos, y eso solo aumentó mi desconfianza. Algunas de las hembras de nuestra manada eran peores que sus compañeros en cuanto a agresividad y capacidad de hacer daño, y empecé a sospechar que Meadow era una de ellas.
“¿Alguien quiere tomar algo mientras lo esperamos?”, Matteo miró a su alrededor en busca de interesados y recibió un par de asentimientos silenciosos.
“No, tenemos otros planes para nuestra pequeña compañera. Necesita un poco de ayuda por aquí”, Meadow chasqueó la lengua para llamar mi atención, y cuando levanté la vista hacia ella, extendió su dedo y me indicó que me acercara.
Fue un gesto ominoso y a la vez una orden, y sin dudarlo me levanté de la silla, con el corazón agitado y preguntándome qué demonios planeaba hacerme.
“Pareces una vagabunda vestida con esos trapos, amiga. Si Colton te deja lucir así, no durarás mucho por estos lares. No tienes buen aspecto. Vamos, tenemos que arreglar esto antes de que pueda sentarme a mirarte por un rato. Estás ofendiendo mis ojos… ¿Qué te ha hecho?”, pregunta.
“Parece que has estado entrenando con nuestro hombre, ¿Eh? Tal vez practicando para ser marcada, despidiéndote de tus amapolas y dejando que sus semillas llenen tu túnel del viento, ¿no?”, dijo con risa ronca, y me sonrojé cuando comprendí lo que quería decir.
Sabía que probablemente tenía un aspecto algo desaliñado, y sentí la furia abrasadora que Carmen dirigía hacia mí.
“No. No me despedí de las amapolas o, umm… lo que sea”, respondí con las mejillas ruborizadas, tartamudeando, mientras la insoportable timidez me mataba, incapaz de mirarla a los ojos. Podía sentir los ojos de Carmen clavados en mí, esperando mi respuesta con viciosa sospecha. Estaba lista para derribarme si se enteraba de que Colton me había tocado se%ualmente.
“No hicimos nada… nada en absoluto”, murmuro.
¿Cómo iba a decirles que me convertí, lo destrocé y luego lo llamé débil? No pensé que eso diera una buena impresión.
“Hmmm, decepcionante. Bueno, yo puedo ayudarte con eso”, me hizo otro gesto para que la siguiera, y cuando dudé por la forma en que Carmen, que estaba sentada cerca de la puerta, me miraba, me agarró de la manga y tiró de mí.
Carmen estaba dispuesta a responderle a Meadow, pero noté que se contuvo y que eso la estaba carcomiendo por dentro, aunque no dejó de mirarme con desprecio. No estaba segura de cuál era la historia entre ellas, pero no me daba la impresión de que fueran amigas.
“Colton tardará un rato y mi habitación no está lejos. Parecemos de la misma talla, aunque probablemente tendremos que hacerle un ruedo a los pantalones. Estoy segura de que tengo algo en mi armario que te hará lucir menos vagabunda”.
“No la ayudarás con nada. Ella no es ni será nunca su pareja. Sabes a quién eligió y que él la rechazó, así que déjate de juegos, Meadow, y no te metas. El aspecto de vagabunda le sienta bien porque eso es lo que es”, Carmen no pudo aguantar mucho más, y ese arrebato hizo que Meadow se diera la vuelta, casi llevándome con ella.
“¡Ser una envidiosa no te queda bien, p%ta! No creo que estés en condiciones de exigir nada, teniendo en cuenta en qué cama te he pillado. Deberías agradecer a tus estrellas que no haya ejercido mi derecho a castigar a una p$rra traidora como tú. ¡No me hagas reconsiderarlo!”.
Hubo un silencio incómodo y Carmen miró avergonzada a todos los presentes, mientras éstos la evitaban. Todos lo sabían, por supuesto, y esa tensión silenciosa me decía que estaban enfadados con ella por haber traicionado a Colton.
Ella cometió un pecado que, a los ojos de la ley del lobo, no era comparable al de él.
Él estaba vinculado y besó a su pareja predestinada. Ella tuvo se%o mientras estaba prometida a otro, en un intento de herirlo.
No importaba que fuera doble moral, así era como funcionaban las cosas, y nuestras leyes sobre el compromiso y la traición eran claras. Ella estaba ligada a Colton y eligió castigarlo profanando su unión después de que él ya había rechazado a la compañera que el destino le dio.
Las manadas eran extrañas, ya que podían pelearse todo el día, ponerse agresivos entre ellos, morderse y burlarse, pero si herías a uno de ellos, se volvían contra ti, aunque fueras uno de los suyos. Tenían un vínculo especial con su alfa, y pude ver que Carmen estaba en tela de juicio. Ninguno de ellos la quería en ese momento.
“Tienes menos de media hora antes de que Colton aparezca. Ya sabes que a Juan le gusta que las cosas sean breves”, dijo y señaló Matteo y Meadow aplaudió alegremente.
“Es tiempo suficiente. Ven, tenemos cosas de chicas que hacer. Carmen no es bienvenida, puede sentarse allí y pensar en lo que ha hecho”, comentó Meadow.
Meadow se echó el pelo hacia atrás, su larga y lacia cabellera brilló cuando se deslizó sobre su hombro, y fulminó a Carmen con la mirada antes de marcharse, arrastrándome con ella una vez más. Cesar y Jesús, que seguían de pie en la entrada, se apartó y captaron sus indirectas cuando me examinaron al pasar.
Los ojos de los gemelos me seguían y, aunque no se trataba de una hostilidad absoluta, me di cuenta de que ninguno de los machos, a excepción quizá de Matteo, estaba seguro de quererme ahí. Era una extraña para ellos, una intrusa en su manada, y no era digna de estar unida a su alfa.
En cuanto llegamos al pasillo, Meadow deslizó su brazo entre los míos y me acercó hacia ella con demasiada agresividad para mi gusto. Cuando se inclinó su perfume y su olor natural a lobo se mezclaron y me resultó un aroma embriagador.
“Sé que se supone que debemos seguir a Juan en su odio a todos los huérfanos que dejó tirados detrás de la montaña, pero yo perdí parte de mi familia en esa guerra y podría haber sido una de ustedes. Algunos tuvimos la suerte de volver a ver a nuestros seres queridos… No creí ni por un segundo que solo las familias más fuertes volvieron a casa. Puedes confiar en mí, amiga”, dijo.
“No soy como la mayoría de la manada. Tengo mis propias opiniones”, me susurró en voz baja, lanzándome una mirada gentil, y a pesar de que era bastante excéntrica, me pareció que decía la verdad. Poseía una bondad subyacente y pude sentirla cuando estábamos así de cerca.
“Colton es un buen chico, pero también es el hijo de Juan. Sabe cuál es su lugar en la manada y sabe que si desafía a su padre y no obedece nuestras leyes, nunca tendrá nuestro respeto cuando llegue su momento de liderar. Sé lo que quiere, y sé por qué no puede tenerlo… pero eso no significa que no quiera divertirme un poco y hacerlo sufrir”, me explicó sonriendo y me guiñó el ojo, junto con una risita traviesa, y yo fruncí el ceño, confundida.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar