Capítulo 37:

Juan da un paso adelante, aunque apenas puedo verle por encima de la gente que tengo al frente y tengo que ponerme de puntillas para tener una visión adecuada entre las cabezas.

Hay un momento de pausa en el que mira a nuestro alrededor, sus ojos captan a su hijo a través de la multitud y no puedo perderme la fugaz oleada de ira en su rostro cuando se da cuenta de que estoy justo delante de él.

Desvío la mirada al instante hacia el suelo, Herida por la expresión de sus ojos, observo la habitación para ver si Carmen está cerca.

Por suerte no puedo verla, lo que significa que aún no se ha percatado de nuestra presencia, por lo que trato de hundirme más para ocultarme mejor detrás del Santo que tengo delante. Colton me aprieta las manos haciéndome saber de alguna manera que debo ignorarlo.

“Quédate quieta. Estás a salvo conmigo”, lo dice despacio con un tierno tono que acaricia mi mente por lo que solo puedo soltar un suspiro tristemente.

Por ahora, tal vez. Al menos mientras todos estén distraídos con los ataques de los vampiros y los presagios del fin del mundo. Mi instinto me dice que todo es temporal. Puedo sentir el odio persistente en el aire por el ceño fruncido de Juan y me inquieta en todos los sentidos.

“Todos ustedes saben por qué estamos aquí…”, Juan comienza y es el último empujón que se necesita para que la sala se quede totalmente en silencio.

Ni siquiera se oye el movimiento de los cuerpos. Esto atrae mi atención de nuevo hacia él y me asomo por el lado del hombre que tengo delante para volver a verlo.

“Fuimos atacados por un viejo enemigo y, francamente, no lo vimos venir. No estábamos preparados. A pesar del estruendo de los últimos meses, no esperábamos que se levantaran y atacaran de esta manera, y le fallamos a nuestra gente”, dice dolido.

“Hemos perdido a cincuenta y tres de los nuestros esta noche en el lado oscuro de la montaña. Cuarenta y siete perdidos en batalla, y seis vinculados que perecieron cuando el corazón de su compañero dio su último latido”, termina diciendo.

Me duele el corazón mientras lo dice. Visualizo en mi mente tantos rostros que conozco y que cayeron en ese ataque.

A diferencia de cualquier otra persona en esta sala, probablemente soy la única que no solo sabía sus nombres, sino cómo era cada uno de ellos, quiénes eran como personas, y sus edades no solo cuando murieron, sino cuando fueron arrojados por primera vez en este infierno sin sus seres queridos.

Tengo recuerdos con todos ellos, aunque no fueran cercanos a mí. Para estos lobos, ellos solo son números con los que pueden medir sus fracasos.

Cierro mis ojos mientras las lágrimas comienzan a deslizarse silenciosamente por mis mejillas, cálidos e indeseados riachuelos de recuerdos. El dolor nuevamente regresa, y ya no puedo detenerlo.

Mi corazón se siente lleno y se esfuerza por contenerlo mientras a mi mente llegan imágenes que no quiero volver a experimentar, y me estremezco mientras trato de reprimirlas, inhalando pesadamente a la vez que mis hombros comienzan a temblar ante el esfuerzo para no desmoronarse. El horror de la última vez que los vi a todos trataba de invadir mi cerebro con fuerza y herirme de nuevo.

Me acurruco de nuevo contra Colton mientras su brazo sube por mi cuerpo, rodeándome, y cruza mi cuello mientras me abraza. Trata de consolarme, porque puede sentir mi dolor, mi cuerpo tiembla mientras lloro y cierro mis ojos con fuerza para lograr recuperarme.

Más que nada necesito su toque y permanezco en mi propia oscuridad, escuchando y llorando en silencio mientras me sostiene con fuertemente en su reconfortante abrazo.

“Creemos que se trata de una prueba, para este artilugio que hemos encontrado en el orfanato”, continúa Juan y mis ojos se abren de par en par ante sus palabras, aparto mi desesperación mientras me retuerzo, apartándome del abrazo de Colton para ver lo que todos observan con el cuello estirado.

Logro vislumbrarlo un poco dónde estoy cuando los que se encuentran al frente se mueven hacia los lados.

Sostiene una perfecta caja cuadrada pequeña de color negro, sólo tiene una antena que sobresale en la parte superior, sin embargo, no cuenta con ningún tipo de botones y diales, haciéndola parecer inofensiva.

Es pequeña y compacta, no más grande que una caja de pañuelos, con otro cable sobresaliendo de la parte trasera, de aproximadamente un pie de largo y pareciera que no estuviese conectado a nada para encenderla.

Lucía irreal, más bien como algo que un niño podría haber hecho con cartón, pegamento y pintura negra, y parpadeo, sorprendida, mirándola furiosamente y odiando que algo tan insignificante hubiese destruido mi vida.

“Eligieron a los más débiles y los que se encontraban más aislados y entraron, dejando esto en el centro de la cocina del primer piso. Creemos que querían probar su efectividad y tener una oportunidad en caso de que esto fallara”, explica.

“Lamentablemente no lo hizo…. solo nos queda una sobreviviente de la casa y fue solo debido a las rápidas acciones de nuestra manada. Logramos derribar a muchos de su tipo, pero algunos escaparon y seguramente informarán sobre su éxito”, termina de decir.

Puede oírse inquietud en los murmullos cuando las personas se miran entre sí, asustadas, a la vez que se hacen preguntas, y logro escuchar el susurro de mi nombre en la ola de silencio.

El alivio de mi supervivencia asegurada por el propio alfa Santo, se mezcla con el amargor de aquellos que me llaman rechazada y se preguntan cómo es que fui yo quien logró vivir.

Capto el bajo gruñido interno, provenir del vibrante cuerpo de Colton cuando se activa su instinto protector al escuchar mi nombre y un par de Santos que se encontraban cerca, miran en esta dirección, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y al instante se bajan la mirada hasta sus pies, volviéndose totalmente sumisos en un instante.

Sus rostros sombríos debido al miedo y la vergüenza de ser atrapado por él de entre todas las personas.

Se dan cuenta de que está allí, entre ellos, y no abajo con su familia directa. Me volteo para bloquearlos y miro hacia el frente en su lugar, borrándolos mentalmente, porque está siempre ha sido mi vida, por lo que no me molestan tanto sus comentarios.

Diviso a su abuela entre las sombras cuando todos se calman, una mujer que apenas muestra su rostro pero permanece cerca. Como era de esperarse, no hay señales de la Luna Santo, la madre de Colton.

Ha permanecido fuera de la vista de todos desde las guerras y se rumorea que permanece encerrada, arriba, en su habitación en el piso principal y nunca sale. Nadie ha sido capaz de verla en años, y si no fuera por los recuerdos que Colton tiene de ella que permanecen en mi mente, ni siquiera recordaría cómo era.

Algunos dicen que quedó terriblemente marcada por las batallas, tanto mental como físicamente, y que está demasiado avergonzada para salir y enfrentarse a su gente.

Al encontrarse con una de las pocas cosas en el mundo que puede dejar un daño irreparable en un lobo, ha ocasionado que su estado mental se derrumbara debido al trauma.

Ahora sé, porque he estado dentro de su mente, que hay algo de cierto en todas las historias, aunque sólo sea una vaga y borrosa imagen donde le dicen a Colton que ella está siendo cuidada, lejos de la montaña, porque la guerra ha roto su estabilidad mental.

Quienes nos rodean permanecen en silencio cuando Juan se abre paso a través de la densa atmósfera nuevamente, alejándome de mi tren de pensamientos e interrumpiendo mi búsqueda del pasado en busca de respuestas ante su desaparición.

“El que estén probando armas solo puede significar que nos dirigimos a una guerra con un enemigo que creíamos haber vencido hace muchísimo tiempo. Están trabajando en una estrategia, y esto es solo el comienzo. Ha habido historias, rumores, pero nada concreto desde hace algunos meses, aunque esta ahora se ha convertido en nuestra prueba. La civilización tal como la conocemos está a punto de cambiar drásticamente”, dice.

“Debemos proteger a las manadas y unirnos a las de otras tierras, prepararnos para lo que viene. Debemos unirnos y ser gobernados por un solo líder finalmente, una sola voz, para que trabajemos como uno solo, bajo mi guía como alfa, si queremos sobrevivir a una segunda guerra igual a la última”, termina diciendo.

Me estremezco cuando sus palabras comienzan a tomar sentido, mi mente se esfuerza por comprender algo de tal magnitud. Somos una docena de manadas en un estado, pero en todo el mundo hay miles, cientos de miles, y la mayoría aún no vive en paz con el resto de su especie.

Existen rivalidades, y algunos todavía están en guerra entre ellos, incluso ahora con la historia de las guerras detrás de nosotros. Un enemigo común puede cambiar eso, aunque hay mucho que hacer antes de que eso suceda.

Las manadas están destinadas a querer gobernarse unas a otras, a luchar por el dominio, a forjar la jerarquía, y nuestra montaña no era diferente cuando se trataba de vivir en cercanía.

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