Capítulo 31:

Colton, un chico tímido y dulce, y yo, una chica intrépida y mandona que no se dejaba avasallar por los demás.

¡Como habían cambiado las cosas!

“Así que me conocías. No importa”, finalmente suspiro, dándome cuenta de que él me ha desgastado lo suficiente como para hacer que le hable, y ya no estoy de mal humor, en silencio, mirando con indiferencia al techo.

En cambio, estoy perdida en un millón de pensamientos y sintiendo todo tipo de cosas tristes y deprimentes. Es por eso que nunca transito el camino de las memorias, para ver quien solía ser.

También estoy traicionando mi propia fuerza de voluntad, y en algún momento me acurruque contra su pecho y metí un pie entre sus tobillos, cómodamente, con tanta facilidad que ni siquiera noté que lo estaba haciendo.

Retrocedo un poco, con una mueca de disgusto ante lo potente que puede ser este vínculo.

Colton entrecierra los ojos y me mira fijamente durante un interminable momento, sabiendo que esta conversación es inútil y en realidad no cambiará nada. Incluso si él me recordaba, incluso si le gustaba, estamos donde estamos y eso es todo lo que importa. Él no puede deshacer lo que está hecho, o lo que soy ahora.

“De todos modos… ¿Por qué estás aquí? Pensé que ahora me tenías miedo”.

Es una pregunta mitad broma, mitad real, y ha estado rondando mi mente desde el primer par de horas que me habían encerrado en esta habitación sin vida, mientras escuchaba como reparaban y tapiaban la casa.

También es mi intento de traernos de vuelta de la intimidad que ahora me hace sentir incómoda mientras hago un poco más de espacio entre nosotros. Ni siquiera tengo un teléfono celular para mantenerme ocupada, ya que no tengo amigos, y el orfanato no iba a pagar por ellos.

“Mmm. Jaja. En realidad, se trata de lo que ocurrió. El por qué estoy aquí, quiero decir. Sobre lo de antes, y tu momento de… lo que sea que haya sido”, dice Colton.

Su rostro se vuelve serio, sus lindos ojos y sus cejas casi demasiado bonitas. Vuelve a mirarme, y casi puedo escuchar el cambio de marcha en su cerebro mientras enfoca su mente en ese tema. Todo rastro de ternura se desvanece.

“¿Qué pasa con eso? Viniste a decirme que todos piensan que soy un bicho raro y una amenaza, y que me van a meter en un tanque de aislamiento sensorial”, lo digo sin perturbarme, impasiblemente; sin embargo, francamente, eso me ha tenido en una profunda ansiedad durante horas.

Los tanques de aislamiento te embotan irremediablemente.

Si ellos me ven como una especie de aborto de la naturaleza, ya veo a Juan usando eso como una excusa para contenerme, lo cual resolvería todo el problema de la impronta y pondría a su hijo fuera de peligro.

Por otro lado, yo me iría a vivir en una burbuja, estrictamente hablando, y pasaría al olvido, confinado en el sótano de una de las casas del santo donde, probablemente, me podriría y moriría de viejo. Muerto el perro…

“Están demasiado ocupados en averiguar qué hacemos con nuestro terruño antes de que nos ataquen. Esta mi%rda es solo el comienzo, Lorey. Hemos desperdiciado todos estos años, en lugar de enfrascarnos, una vez más, en preparar y desarrollar un ejército”, explica.

“Ahora están acudiendo a elementos de los lugares más remotos, allá donde el diablo perdió el poncho, para que se les unan y desplegar una ofensiva. No, en la lista de cosas que a ellos les preocupan actualmente, tu apareces al final… y yo tengo una teoría”, dice y el esboza una ligera sonrisa.

Una sutileza matiza su expresión y un semblante de pedantería cubre sus ojos impenetrables y oscuros como el ébano, así como esa sonrisa se%y, tan se%y que molesta, y permite ver sus hoyuelos y sus lindos dientes.

“¿Cuál es?”, digo en tono del escepticismo que siento y él sonríe aún más, lo cual me pone nerviosa, ansiosa; sacudo el cuerpo para controlar las emociones.

No me gusta su engreimiento, su autocomplacencia; hay algo en sus ojos que no me gusta. Mi instinto comienza a mudar y, de repente, comienzo a ser cauta con la atmósfera que él emana.

“Tienes el don de absorber. Y eso fue lo que hiciste. Absorbiste el poder del arma que ellos usaban en el orfanato y, por un corto período de tiempo, pudiste deshacerte de ella como si fuera tuya. Ese don no abunda y, por lo general, ellos no se topan con artefactos como aquel con el que el vampiro te golpeó, lo cual tiene sentido. No has aprendido a contener tu poder y estabas agobiada”, explica.

Sus palabras le confieren un aire de una gran autoconfianza, de sentirse complacido por su inteligencia, al haberlo resuelto todo de una manera lógica y casi creíble.

He oído hablar de ese tipo de don entre los lobos. Las historias y leyendas bien contadas, como dijera él, no son algo común. Ellos absorben y usan las habilidades de otros lobos.

Y hasta permanecen en posesión de algunas habilidades durante muchísimos días. Esencialmente, absorben el poder de sus enemigos y se tornan casi invencibles.

“Solo que… esa arma de la que hablas… no causó daño. No la usé para protegerme, y solo fue accionada del lado de afuera de la casa y en el atrio. Tu padre dijo que molesté a gente que estaban a varios kilómetros a la redonda”, confieso.

Frunzo una ceja, y suspiro por haber refutado una cosa que podría haberme hecho sentir mejor acerca de lo sucedido.

“Tal vez puedas hacerlo con más fuerza, con una mayor contundencia. Quizás eso sea parte de tu don. Podríamos ponerte a prueba. El arma mitigó tus dotes porque aún no sabes controlar tus habilidades, y porque ni siquiera sabias que podías hacerlo ¿No te das cuenta? Si posees un don efectivo, eso podría cambiar las cosas en favor nuestro. Mi padre podría reconsiderar tu lugar en nuestra facción. Así veríamos qué puedes hacer”, comenta.

Colton se mueve para no estar tan cerca de mí, pero se pone en posición semi sentada y me eclipsa, al tiempo que deja que la luz de las velas vuelva a iluminar su rostro, para que yo pueda verlo completamente.

Parece casi satisfecho, pero la duda y la inquietud que llevo conmigo solo se hacen más fuertes. Emite señales extrañas e inquietas, que percibo, y mi ira comienza a ponerse en alerta roja, aunque no sé por qué. La hago a un lado y trato de ignorarla y pensar en ella como mera ansiedad, causada por lo que él está diciendo.

“¿Cómo? Si no sé cómo controlarlo, o qué hacer, o incluso cómo usarlo”, pregunto sin estar segura de que me guste, pero él se ve demasiado entusiasmado.

Lo que está diciendo me tiene la cabeza dando vueltas, y trato de no profundizar demasiado en los cambios de opinión de su padre sobre cualquier asunto. Colton está actuando de manera estúpida.

Ambos sabemos que el hecho de que yo tenga un don por encima de la media no cambiará el hecho de haber sido humillada, ni de nunca llegar a ser lo suficientemente buena como para un alfa.

“Puedo activarte. Absorbe el mío y mira con cuánta fuerza lo puedes proyectar de regreso a mí. Si lo logras, eso querrá decir que el de él es enorme, Lorey. Significará que tienes un poder superior y que podríamos… ¿No te das cuenta? Aún podrías hacerte santo, si deseas convertirte en algo estupendo, en un guerrero para el pueblo de ella”, dice.

“Si mi padre ve que prometes, podría reconsiderarte lo suficiente como para permitir que te conviertas en miembro de mi facción… y luego…”, dice tranquilizándose.

Se va calmando, pero puedo seguir el curso de sus pensamientos y ahora cobra sentido por qué Carmen no es una de sus prioridades.

Colton está buscando una manera de reivindicarme como su compañera, incluso después de todo lo que dijo en el bosque. Supongo que el vínculo sostenido en las últimas semanas lo ha hecho sentirse tan mal como me he sentido yo, y es por eso que no puede mantenerse alejado de mí.

Me duele, al mismo tiempo que me vuelve emotiva, de manera absurda. Es un dolor en el estómago con sabor a miel y a hiel, es un malestar creciente.

Lo amo por buscar una salida para los dos, por mantenerse fiel a nuestro vínculo y por ser realista y echar al viento la esperanza, como si fuera basura. Suena ridículamente sencillo, excepto por un pequeño problema. Colton es un alfa, con todos los dones que eso conlleva.

Es agresivo, dominante, fuerte, veloz, despiadado, cuando tiene que serlo. Es capaz de dar órdenes a través de una conexión mental sin obtener resistencia, puede saltar a niveles increíblemente altos.

En otras palabras, puede escalar una casa de muchos pisos, de un salto. Yo ni siquiera puedo pasar por encima de una pared de ladrillos sin hacerme daño. No tengo idea de cómo va a mostrarme lo que él dice, para que luego yo se lo devuelva.

Activarme podría no surtir ningún efecto, o él podría mutilarme en el intento, sin quererlo. No quiero hacer eso.

Nunca sería capaz de enfrentarlo en una batalla. Me aniquilaría incluso sin querer, o sin que fuera esa su intención.

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