El destino de la huerfana -
Capítulo 24
Capítulo 24:
Después de decir esto, cerró la portezuela, saltó al frente del volante y buscó las llaves, que por suerte estaban todavía en el encendido. Sin más preámbulo se puso en marcha, las llantas chirriando contra el suelo, como si estuviéramos persiguiendo algo.
Enseguida nos dirigimos hacia la carretera sur que salía de esa parte del valle montañoso. Lo importante era que me alejara de ahí, aunque la amenaza hubiera sido ahuyentada en otra dirección.
“¿A dónde vamos? ¿Por qué no regresamos por los demás? ¡Yo no era la única en esa casa! ¡No puedes dejarlos!”, dije y me incorporé en el asiento, presa del pánico y de la repentina preocupación por los demás, que me golpeaba en el pecho como un tren de carga, mientras mis lágrimas regresaron con más fuerza. Un sollozo ahogó en parte mis palabras, a causa de mi manada de rechazados que quedó allá atrás.
Ellos eran la única familia que conocía, me gustaran o no, ¡Y había tantos inocentes entre ellos! Colton me miró a los ojos a través del espejo retrovisor y segundos después, desvió la mirada hacia otro lado.
Entonces la tristeza me golpeó justo en el corazón, mientras su emoción me silenció con un movimiento rápido en el estómago.
Inmediatamente reconocí el dolor y la tristeza en lo que no dijo, así que evitó mirarme a los ojos, mientras yo le observaba la parte posterior de la cabeza, sintiéndolo, saboreando su vacilación y su tristeza, leyéndolo mientras él superaba mis propios sentidos.
“No hay nadie más, ¿Verdad?”, dije después de un momento.
No podía comprender nada, solo sentir un entumecimiento que me atravesaba y a la vez me golpeaba con la gravedad de esa situación.
El peso de la realidad cayó sobre mis hombros para arrastrarme de vuelta a la calma helada, después de todo, él está en constante vínculo con su manada, y ellos sabían si hubo sobrevivientes o no.
Supuse que el hecho de que estuvieran persiguiendo a los vampiros que huyeron, y que Colton hubiera rescatado solo a uno de nosotros, significaba que ya lo habían verificado.
Él sacudió la cabeza, incapaz de mirarme. A través del espejo retrovisor, logré captar su ceño fruncido y el brillo de la humedad en sus ojos.
Entonces cambió la marcha, acelerando el vehículo a una velocidad vertiginosa, a medida que salíamos del valle y nos incorporábamos a la carretera principal que conducía alrededor del perímetro y hacia el sur.
“No fuimos lo suficientemente rápidos…. casi no llego a tiempo de salvarte. Simplemente, no estábamos preparados para algo como esto. Perdí tiempo armando la manada, cuando sabía que me necesitabas”, dijo con un tono que sonaba casi avergonzado, pero lo cierto es que, sin la manada, no habría sido capaz de luchar contra todos ellos y salvarme.
Sin duda, lo habrían derribado a él también, tan pronto como perdiera su forma de lobo en los jardines.
“Todos ellos… los rechazados…. los guardianes. Todos desaparecieron”, admite.
No era realmente una pregunta, sino más bien la reacción de mi mente aturdida y empujada a la conmoción por lo sucedido, verbalizando la verdad.
Entonces me desplomé en el asiento trasero, mientras lágrimas silenciosas comenzaron a resbalar por mi rostro, deslizándose en diagonal a través de mi mejilla helada y empapando el asiento de frío cuero de la camioneta.
“Lo siento, Lorey. Sé que ellos eran todo lo que tenías. Nunca imaginamos que esto vendría”, dijo Colton con voz baja y temblorosa.
La vergüenza y el arrepentimiento oscurecían su ronquera normalmente se%y y, aunque compartíamos la agonía, aquello no logró aligerar la carga. Sentí que mi interior se retorcía en una cruel angustia, mientras me hundía por completo.
En un abrir y cerrar de ojos… todos habían desaparecido. Igual que hacía diez años. Lo más triste era que, hasta ese momento, no había pensado en ellos como si fueran todo lo que tenía.
En mi mente, nunca fuimos una manada, o una familia, pero ahora me importaban mucho más de lo que había creído, aunque nunca les di crédito, ni siquiera a Vanka, mi compañera de cuarto durante esos diez solitarios años, y ahora mismo, habría dado cualquier cosa para que ella se subiera a esta camioneta y me arrojara el humo en la cara.
Sentí que mi corazón se estrelló dentro de mi pecho, mientras la pesadez debilitante más dolorosa me golpeo con fuerza, y dejé escapar un sollozo que se convirtió en un aullido cuando, involuntariamente, mi cuerpo comenzó a transformarse.
Me acosté en el asiento trasero, sintiendo que me rompía por dentro de nuevo, a la vez que volvía a mi forma de lobo en un intento por curarme de la agonía en la que mi corazón estaba sumido. Un mecanismo de defensa, sin duda, porque mis instintos entendieron que me estaba muriendo otra vez. ¡Qué irónico!
Entonces, de mi cuerpo salió el aullido más desgarrador que he escuchado en toda mi vida, llenando mis oídos y resonando en el silencio más inquietante del mundo oscuro que nos rodeaba.
Primero mi familia de sangre, luego mi manada y ahora mis rechazados.
Me pregunté si no habría lugar en este mundo al que huir, donde el destino no me alcanzara para darme el peor de los golpes, arrebatándome a todos a mi alrededor.
Tiemblo frente al enorme fuego que ruge, en un estado de ensoñación surrealista de la gran chimenea de la habitación que Colton puso a mi disposición cuando me llevó a su casa de campo. La manta que me rodea los hombros es mi única cobertura de pudor, ya que él va por algo de ropa.
Estoy arrinconada en el sillón de la esquina, lejos de los demás, mientras algunos de los miembros de su manada pasean delante de las llamas, luchando en su interior por algo.
Están nerviosos, agitados, el aire está impregnado del hedor de la testosterona, la sangre y la furia, y cada vez son más los que se reúnen en esta casa. Es evidente que la manada vuelve de ahuyentar a esos viles intrusos asesinos.
Todo se refleja en sus acciones, en sus gestos, pero como no estoy al tanto de la vinculación de la manada Santo, todo lo que puedo hacer es observar las expresiones animadas y los estallidos ocasionales que se producen aquí y allá.
Saben que estoy aquí, pero sin embargo, ignoran por completo mi presencia, tal y como han hecho durante años. No es que me importe.
Me duele la cabeza y mis emociones se vuelven frágiles, apenas puedo mantener la compostura y no puedo dejar de reproducir en mi cabeza la horrible escena de lo que vi frente a mí en el patio. El olor de Vanka me sigue quemando la nariz y me estremezco con cada golpe que hacen al pasearse tan erráticamente. No puedo borrar ese ruido de la mente.
“Aquí”, dice Colton y me toca el hombro, estaba tan preocupada que ni siquiera me había dado cuenta de que había vuelto.
Me siento muy nerviosa, demasiado tensa y ansiosa. Él deja caer un montón de ropa sobre mi regazo, una sudadera gris sencilla, un par de pantalones deportivos y una camiseta que supongo que son todos suyos.
“Te llevaré a un lugar donde podrás vestirte en privado”, dijo y me hace un gesto para que lo siga; su rostro se suaviza y su actitud es la misma. Creo que percibe que no me siento bien en este momento y vuelve a tocarme con delicadeza.
Él espera a que me levante y me envuelve en el manto gris oscuro antes de salir de la habitación conmigo, pegada a él, mientras sostengo mi nuevo bulto. Tengo la cabeza inmersa de pensamientos y sentimientos extraños en este instante.
‘¿Cole? Te necesitamos aquí’, una voz resuena ante él y le lanza una mirada silenciosa hacia atrás, sus ojos brillan al conectar su lobo con su compañero de manada.
Después de un intercambio de miradas, vuelve a centrar su atención en mí para mantener la puerta abierta en el amplio pasillo.
“¿Qué diablos hace ella aquí?”, dijo con un tono desagradable y mordaz.
Carmen cruza la puerta abierta del vestíbulo principal, que está abierta para los lobos que regresan, y se coloca frente a mí de forma acusadora, empujando a Colton con fuerza en el hombro.
Parece que acaba de regresar de la caza, vestida con una manta como la mía y muy sucia por haber salido como loba. La mayoría de la manada ha ido a sus habitaciones al entrar para poder ponerse ropa nueva, pero supongo que ella cree que gritarnos es más importante.
Algo dentro de mí deja escapar un pequeño gruñido de indignación, por el hecho de que ella lo empuje físicamente, que se acerque a nosotros con rabia después de la noche que hemos pasado, y enseguida trato de tranquilizarme, asi que dirijo mi mirada al suelo mientras ella gira sobre mí con odio.
La rabia que sentía disminuye cuando suspiro por mi propia reacción impulsiva y me arrepiento de inmediato.
“¡Acabas de gruñirme!”, dijo molesta.
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