Capítulo 23:

“¿Lorey? Cariño… Lorey… ¡Esto no puede estar pasando!”, gritó aquella bestia negra que ahora estaba sobre mí, tocándome suavemente con sus enormes garras.

Miré sus ojos brillantes y ardientes y deseé entregarme a su seguridad y cuidado. Colton se calmó y dejó de ser una bestia feroz para volver a su forma humana. En un abrir y cerrar de ojos, pasó de ser temible a tener un rostro apuesto y familiar.

Se veía mucho más pequeño, y permaneció desnudo a mi lado, en el oscuro cielo nocturno y con una expresión de absoluta desesperación que acompañaba a su ceño fruncido y a sus ojos llenos de lágrimas.

“Lo siento”, fue todo lo que pude balbucear mientras tosía sangre y temblaba por el esfuerzo, demasiado consumida por el agotamiento como para hacer otra cosa.

Colton ahogó un sollozo, arrugó la cara y me acurrucó. Me levantó con extremo cuidado y me atrajo contra él con suavidad, pude sentir su dolor, y me pesó profundamente en el alma.

Compartimos nuestra agonía y percibí cómo su corazón se desgarraba por mí. Estaba desolado por lo que estaba presenciando.

“Tienes que convertirte, por favor. Es la única manera de sobrevivir a estas heridas. Conviértete por mí. No te rindas. No me dejes, cariño”, la desesperación de su voz me desgarró el corazón, pero estaba demasiado débil y había perdido demasiada sangre.

Estaba tan fría y entumecida que ni siquiera su tacto podía devolverle el calor a mi cuerpo, y lloré desesperada, porque sabía que si yo moría, el corazón de Colton dejaría de latir.

No podía dejar que muriera en mis manos; tenía que salvarme para salvarlo ¡Él no se merecía eso, nunca hizo nada malo, incluso había ido a rescatarme!

Tenía que intentarlo una vez más, hacer hasta lo imposible para curarme, pero era inútil. Ni siquiera sabía cómo convertirme, y mucho menos si era capaz de hacerlo.

Estaba desconectada de mi lobo interior y mis habilidades me fallaban. Reuní toda la fuerza de voluntad que tenía, pero era como si ese velo de poder siguiera oprimiéndome y no pudiera luchar contra él.

“No puedo. No sé cómo”, expliqué entre sollozos mientras dejaba escapar un suspiro.

Estaba tan avergonzada de mi propia incapacidad para poder competir con su fuerza y poder. Colton me miró fijamente, su rostro se relajó de repente y pareció calmarse, bajó la mirada hacia su propia mano, que me sujetaba el hombro, e hizo una expresión que no pude descifrar.

Colton no pudo esperar más y le vi fruncir el ceño con determinación, dejando atrás la dulzura. Me levanto, a pesar de que gritaba de agonía ante lo que parecía una tortura, y me abrazó con fuerza.

El dolor se disparó a través de mis heridas mientras gritaba por lo que estaba haciendo, retorciéndome por el dolor que me estaba infligiendo. Llevé mis manos a su pecho para rogarle que me soltara, porque mi cuerpo no podía soportarlo.

Los fragmentos de cristal se clavaron aún más en mis heridas, penetrando más profundamente con la presión de su abrazo, y aullé desesperada porque solo me estaba haciendo más daño.

“Lo siento, cariño. Tengo que hacerlo”, respondió poniéndose de pie conmigo en brazos, y empezó a correr hacia la entrada más cercana al patio.

Su atención se centró en la pared y nos llevó tan rápido como pudo a la puerta más cercana. Corría como un ser humano, no a híper velocidad, y se esforzó por sacarme del perímetro del jardín y del edificio.

No entendía lo que estaba haciendo, y lo único que pude hacer fue aferrarme a él, me puse rígida y sollocé ante los movimientos que me causaban una agonía infinita.

Su mente se sincronizó con la mía. En cuanto nos liberamos de los confines del patio, pude sentirlo. Me sobresaltó la repentina presencia de él dentro de mi cabeza, aunque no dijo nada en absoluto.

Sentí que el peso que me oprimía el pecho desaparecía y podía recuperar la claridad, luego flexionó las rodillas, rozando el asfalto, llevándome con él en cuanto sintió que el vínculo regresaba sin esfuerzo.

“Inténtalo ahora. Confía en mí, debes hacerlo. Concéntrate en mí, piensa en la noche de tu transformación. Recuerda el dolor y la euforia de tu nueva forma ¡Lo lograrás, nena, lo harás! ¡Conviértete!”, suplicó, a la vez que me daba una orden con su voz de alfa. Su petición era desesperada y me sentí incapaz de desobedecerle.

Haberme alejado de casa me hizo sentir diferente, como si una supresión se levantara de mi alma y mi cabeza se despejara lo suficiente. Aquella niebla que me lastimaba se disipó, como si dejaran de oprimir mi pecho y, con un poco de esfuerzo, mi cuerpo comenzó a sentir un cosquilleo.

“Eso es… tus ojos… ¡Debes continuar! Puedes hacerlo… no es difícil. Lucha por mí”, agarró mi mano y la sostuvo entre las suyas, observando expectante lo que sucedía y lanzándome una mirada llena de miedo, quizás pensando que ya era demasiado tarde. Verlo tan asustado provocó un caos en mi corazón.

Concentré mis esfuerzos en transformarme, tenía una profunda necesidad interior de volver a unirme con mi lobo, y en cuanto abrí la boca para pronunciar las palabras ‘Creo que está funcionando’, temblé en sus brazos y convulsioné mientras mi cuerpo se transformaba en lo único que podía salvarme.

Justo en el momento en que mi corazón humano estaba a punto de ceder, volví a la tierra de los vivos de la forma más dolorosa.

Suspiré e inhalé profundamente, luego tosí, estiré mis extremidades y me estremecí violentamente cuando Colton me atrapó entre sus brazos. Poco después me soltó, y no pude evitar retorcerme y girar sobre mi estómago. Sentí arcadas y luego vomité una tonelada de sangre y mucosidad sobre sus muslos desnudos, al no poder controlar mi puntería.

Mi cuerpo de lobo expulsó todo el daño interno, como si de alguna manera la curación consistiera en deshacerme de todo aquello que ya no necesitaba, y me bañé en mis propios fluidos corporales, que cubrieron el pelaje de mis piernas y lo dejaron pegajoso.

Me alejé de él para no empeorar la situación, y me encontré a cuatro patas, súbitamente rejuvenecida a medida que el dolor disminuía y yo jadeaba, llenando mis pulmones de aire fresco. La transformación me curó lo más rápido posible.

De la cabeza a los pies. Las heridas se cerraron, los huesos volvieron a unirse y retomaron su posición original, mis pulmones se expandieron por completo, permitiéndome respirar una vez más y, en cuestión de minutos, estaba de pie como sí no acabara de pasar por un infierno que casi me costó la vida. Estaba agitada y todavía dolorida, pero totalmente curada.

Caí al suelo y, casi de inmediato volví a mi forma humana, ya que aún no tenía la energía o tal vez, la habilidad para mantener mi verdadera forma.

Eso le exigió mucho a mi lobo y aunque antes logró salvarme la vida, quedé agotada. Lancé un grito ahogado de alivio y emoción, mientras todo me golpeaba con fuerza. Fue como estar en un choque de trenes, solo que sin la parte física, con el episodio transcurriendo mentalmente.

Colton corrió hacia mí y me tomó en sus brazos sin la menor vacilación, con el alivio reflejado en su rostro. Enseguida me apretó contra su pecho y pasó sus manos sobre mi cuerpo desnudo para comprobar si había algún signo de marcas sin cicatrizar.

No había ninguno. La curación del lobo es inigualable y casi siempre es completamente efectiva. Solo hay unas pocas cosas en este mundo de las que los lobos no pueden curarse y por suerte, ninguna estaba presente esta noche.

Después, volvió a acercar mi cara hasta su garganta y me estrechó calmadamente, exhalando con fuerza mientras se permitía un respiro. Este gesto de su parte me transmitió una profunda calidez, a la vez que me trajo un poco de calma.

“La manada los tiene en retirada. Necesito llevarte a un lugar seguro y después seguirlos. Hay sobrevivientes y tenemos que detenerlos antes de que los perdamos”, dijo, al mismo tiempo que frotaba su rostro contra mi cabello antes de trasladarnos, dejándome claro que no podíamos quedarnos allí.

Me ayudó a levantarme, tirando de mí para ponerme de pie y me condujo a una de las camionetas abandonadas que estaban esparcidas en todas las calles que rodeaban la escuela. De inmediato las reconocí como pertenecientes a la familia Santo. Debían haber venido desde todas partes de la montaña en cuestión de minutos.

“¿Cómo te diste cuenta de que debías venir?”, pregunté débilmente mientras Colton me depositaba en el asiento trasero del vehículo más cercano.

Él no contestó de inmediato, sino que rápidamente sacó una manta del portaequipaje y la colocó sobre mi cuerpo desnudo, pero para ese momento, yo había empezado a temblar incontrolablemente.

Puede que me hubiese curado, pero mi cuerpo y mi mente estaban en estado de conmoción por todo lo que acababa de suceder y, de repente, me sentí como si estuviera en una especie de sueño.

Era consciente de la necesidad de que él tomara el control, en vista de que yo no tenía la presencia de ánimo para hacer nada por mí misma.

“Tu enlace estaba roto y no pude comunicarme contigo. Yo sabía que algo andaba mal. Podía sentir tu confusión, y luego tu miedo. Tu dolor casi acaba conmigo, y no pensé que llegaría a tiempo… algo le hicieron a la casa. Tan pronto como me acerqué, mi forma de lobo luchó por quedarse, pero algún tipo de ruido o frecuencia a su alrededor nos detuvo. Podía sentirlo en el jardín, pero no podía oírlo”, confiesa Colton.

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