El destino de la huerfana -
Capítulo 146
Capítulo 146:
“¡Tengo que ir a ver! No podemos dejarlos ahí, aislados en la oscuridad e incomunicados”, la voz de Meadow se quebró, sin poder contener más las lágrimas.
Sus emociones me sofocaron, y por encima de todo, percibí su amor por su pareja y su manada. No pude discutir con ella. Yo también me sentía abrumada por la necesidad de ayudar a Colton y al resto, así que pasé a su lado, sabiendo que lo estaba contrariando, y me dirigí al túnel que acababa de crear.
Meadow me siguió sin vacilar, y ambas contuvimos la respiración a causa de la anticipación. Lenta y cuidadosamente recorrimos los metros hasta que llegamos casi al nivel de la densa niebla.
“¡Mira eso!”, exclamó ella asombrada, señalando hacia arriba.
Desde el ángulo en que nos encontrábamos, noté que el vaho se elevaba a más de diez metros de altura, todavía bloqueado por nuestra barrera protectora.
Al parecer, no podía subir más. En cambio, se había extendido a lo largo de nuestro perímetro de seguridad, y al mirar hacia atrás, vi que ya estaba muy por detrás del otro lado de la granja.
Nos había rodeado por todos lados, pero no podía pasar de los bordes impuestos por las runas, y no obstante, era tan denso que no permitía distinguir a la manada entre los árboles.
Por ahora, estábamos aislados, sin el vínculo entre nosotros y sin poder ver a nuestro alrededor. Y yo estaba inmóvil, sin saber qué deberíamos hacer.
“¡¡Colton!! ¡¡Colton!!…”, grité con la esperanza de que él pudiera escucharme y estuviera lo suficientemente cerca como para responder.
Pero solo hubo un silencio sepulcral tras la inquietante niebla verde, que parecía haber capturado el viento al otro lado.
Nos quedamos de pie en una quietud sin aire que no era natural. Mi cuerpo se estremeció involuntariamente, y cubrí mis brazos con las manos para paliar la repentina punzada de vulnerabilidad que me asaltó.
Algo dentro de mí gritó ante la malignidad que pretendía arremeter contra nosotros. En eso, Meadow señaló con el dedo una zona algo menos densa a nuestra derecha.
“¿Qué es eso? ¡Mira! ¡Allí!”, espeta.
Entonces, vi que detrás del muro de niebla se movía una enorme figura oscura, acercándose a la frontera rúnica. Sin cruzarla. Parecía vacilar cada vez que se acercaba a la línea que separaba la niebla del claro donde estábamos nosotras.
“¿Quién anda ahí…?”, grité con audacia.
Estaba segura de que solo había lobos cerca, hasta podía sentir la presencia de Colton en algún lugar, más allá de esa línea. Pero ninguno era capaz de interactuar con nosotras.
“¿Por qué no nos responden?”, preguntó Meadow, adelantándose para mirar atentamente el muro de niebla esmeralda, sin poder ver a través de él.
Aquel hálito amenazador seguía ondulando y bombardeando nuestra resistencia mágica, en un esfuerzo por alcanzarnos. Era como ver las nubes en una tormenta y, si no fuera tan aterrador, resultaría casi hipnotizante.
“Tal vez esa niebla esté amortiguando el sonido y por eso no podemos escucharlos… siento su presencia, y seguramente ellos también sienten la nuestra. Están justo aquí, no me explico por qué ninguno cruza el límite”, respondí dubitativamente.
Entonces, tuvimos que retroceder bruscamente con un estremecimiento de pavor, al ver un par de garras afiladas abalanzándose furiosamente sobre nosotras a través de la niebla.
Un obstáculo, transparente como el cristal, impedía que el ataque tuviera éxito. La barrera se estremeció, lanzando una chispa mágica que se propagó corno una onda sobre el agua tranquila. Mi corazón se disparó del susto y nos quedamos boquiabiertas, al ver que nos atacaban con más fuerza otra vez.
Los golpes de las garras contra la pared mágica causaron una violenta reverberación, ante la cual tuvimos que retroceder. Después, vimos un rostro surgiendo a través de la niebla, apretado contra la separación invisible, enseñando los dientes y rebosante de furia.
“¡¿César?!”, exclamó Meadow con sorpresa, frunciendo el ceño ante las facciones del lobo que, aunque retorcidas por la rabia, eran las de su pareja.
Ella se calmó un poco, aunque parecía confundida por ese extraño comportamiento. Vi que se movía hacia él sin pensarlo mucho, pero algo en los ojos de César me impulsó a detenerla, así que la tomé por el brazo, alejándola de la niebla.
Un miedo atroz se apoderó de mí y negué insistentemente con la cabeza, obligándola a permanecer atrás.
“¡No! ¡Mira sus ojos…!”, le grité, señalando a César, cuyo semblante furioso se dibujaba tras el muro de niebla.
Meadow jadeó al percatarse del vacío en los ojos de el. Un negro profundo, casi infinito, había devorado completamente su hermoso brillo ambarino.
Sus pupilas no eran visibles, en las cuencas solo había un vacío que distorsionaba por completo su apariencia. Su visión me produjo una sacudida de desconfianza, justo a tiempo para dar un paso atrás cuando otro lobo surgió a mi izquierda.
Vimos la misma onda propagándose por el muro de niebla, chorreando una especie de humedad repugnante, mientras más lobos furiosos seguían acercándose.
“¡No pueden entrar… algo les pasa!”, exclamé, señalando las caras que iban apareciendo a lo largo de la barrera invisible, lanzándonos unos terribles gruñidos.
Supimos entonces que el sonido sí podía atravesarla. Me estremecí con una oleada de aprehensión y obligué a Meds a retroceder conmigo para poner distancia entre nosotras y la línea de runas. No sabíamos cuánto podía resistir,
“¡Chica…! ¡Ese es Cole!”, exclamó ella, señalando con el dedo para atraer mi atención hacia el centro.
La niebla verdosa había comenzado a diluirse lo suficiente como para revelar las caras más cercanas. Vi a Colton, parado a solo unos metros de mí, y escondido a medias detrás de ellos, directamente frente a nosotras. Solo que no era un lobo.
Colton seguía siendo humano, pero sus garras estaban extendidas y en sus ojos había el mismo aterrador abismo negro que en los de César. Me miraba directamente, haciendo que se me congelara la sangre en las venas.
No era la mirada del Colton que yo tanto amaba, sino la de un cazador dispuesto a matar, con la ira pulsando a su alrededor. Un gruñido bajo y aterrador, y sus dientes comenzando a asomar, me indicaron claramente que yo era su presa.
Temblé bajo su mirada penetrante y mortal, y aunque sabía que por ahora él no podía traspasar el límite, me estremecí, apretando con fuerza el brazo de Meadow, sintiéndome muy vulnerable e insegura. Aquella mirada me produjo un terror indescriptible.
“¡Colton!, ¿Qué estás haciendo?” lo llamé débilmente, temblando mientras las palabras escapaban de mis labios. Por primera vez desde que nos conocimos, sentí miedo de él.
Aquello que me miraba a través de la pared de niebla se parecía a Colton, solo que no lo era. Casi podía tocar el aura siniestra que emanaban nuestros lobos, procurando destruirnos. De inmediato él mostró los feroces colmillos, alargándolos mientras gruñía e impulsándose hacia adelante.
“Es un hechizo, ¡tiene que serlo! Solo eso podría mantenerlos afuera. ¡Míralos! Se comportan como lobos feroces. Si consiguen atravesar, tú y yo seremos cosa del pasado”, dije.
Todavía incrédula, Meadow se estremeció y extendió la mano impulsivamente hacia César. En respuesta, él golpeó la barrera con un puño repleto de garras y rugió de rabia al no poder atravesarla. Ya no era posible negar que esa agresividad, apenas contenida por la barrera, venía dirigida hacia nosotras.
Si ellos lograban atravesarla, no sería precisamente un dulce reencuentro. Nos miraban como lo hacían los vampiros justo antes de matar, porque de alguna manera, nos habíamos convertido en sus enemigas y ahora ansiaban hacernos pedazos.
“Tal vez cuando se despeje la niebla se pondrán bien”, exclamé con voz quebrada como la de un niño.
En eso, Meadow me agarró de la mano para apartarme, al notar que Colton se preparaba para saltar hacia nosotras, listo para el ataque, con la mira puesta más arriba de donde los otros seguían intentando pasar.
“¡Espera! Quiero intentar algo”, le dije con un jadeo de desesperación, soltando su mano.
Volví mi atención a Colton, entrecrucé los dedos de las manos para crear una esfera de energía y se la arrojé de improviso, en un intento por despejar el aire a su alrededor y eliminar así los efectos de aquel vaho pernicioso.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar