El destino de la huerfana -
Capítulo 141
Capítulo 141:
Su timbre altivo me era familiar, solo que ahora estaba matizado de terror y era más alto de lo normal. Me estremecí al oírlo.
“¿Dónde está ella?… no pude encontrarla… no está en su habitación, ni en la casa. ¡Colton!, ¿Por qué me pediste que bajara aquí? ¿Sabes dónde está?”, Carmen ya estaba histérica, con las lágrimas resbalando por su rostro y sin importarle que los demás la vieran así.
De pronto, quedamos cegados ante la repentina y potente iluminación del perímetro, frente a la línea de árboles, mientras las patrullas comenzaban a llegar desde el pueblo, la granja y todos los rincones de nuestro territorio, congregándose en un caótico grupo de búsqueda.
De manera instintiva, me apresuré a llegar hasta Carmen, atrayéndola hacia mis brazos.
Enseguida le sequé las lágrimas y la acuné en un abrazo protector. Ella no se resistió. Su cuerpo temblaba y su atención estaba completamente en el vacío causado por la ausencia de su madre, por lo que me dejó sostenerla sin oponer resistencia.
La sentí fría y débil, con sus ojos fijos en Colton, como si le rogara por unas respuestas, a sabiendas de que él no podía dárselas.
“¡Vamos a encontrarla!… intenta calmarte. Vamos a salir a buscarla. No puede haber ido muy lejos”, le dije suavemente para tranquilizarla.
La abracé lo mejor que pude, aunque los brazos de ella siguieron colgando a los lados. Pero en un instante pareció desmoronarse por completo, lanzando un g$mido mientras las lágrimas seguían fluyendo como un torrente.
“Yo sabía… en el fondo sabía que ella intentaría esto”, dijo.
Ya estaban reunidos los machos más fuertes y algunas hembras, así como la manada secundaria que había estado recorriendo el perímetro antes del amanecer.
En eso, Meadow irrumpió en el centro del grupo, parándose al lado de Colton.
“No la vimos irse, ¿estás seguro, Cole?”, fue directo al grano, dejando a un lado todas las emociones, como hacía siempre que tenía una misión por delante.
Colton asintió y se dio unos golpecitos en la cabeza. Estaba contándole que tuvo una visión y entonces, el rostro de Meadow palideció. Estaba segura, por su expresión, de que estaba dándole todos los detalles a través de un enlace mental.
“¡Está bien! Voy a formar tres destacamentos para disponerlos a la izquierda y por atrás. Tú llévate al resto de los efectivos y los extiendes a la derecha y al frente, Aunque consigamos averiguar en qué dirección se fue, es posible que se haya desviado, o si…”, miró con recelo a Carmen y se detuvo antes de agregar ‘Ha sido perseguida’.
Luego apartó la mirada rápidamente mientras agitaba su mano hacia el grupo más cercano de lobos, que de inmediato y en silencio se pusieron a sus órdenes.
Colton le dio una palmadita en la espalda a Meadow en señal de acuerdo y luego se volvió para vincular las distintas manadas que estaba seleccionando para su propio grupo de búsqueda. Lo hizo mediante un enlace abierto, para que todos lo escucháramos. Dada la urgencia, no quería perder el tiempo.
De inmediato reunió a todos los que consideró capaces, sabiendo que la rapidez era esencial. Casi instantáneamente, los efectivos se separaron, con la mitad moviéndose a las órdenes de Meds y el resto con Colton, dispersándose en abanico para dirigirse al bosque a toda velocidad.
“Vamos a seguir a Colton para ayudarlo. ¡Cuantos más ojos, mejor!”, le dije a Carmen, echándole el cabello hacia atrás y tomándola de la mano para ir hasta el claro.
Ella se dejó llevar, como un niño vulnerable que necesita orientación, y por un momento me pregunté si esta era la misma chica de antes, la que nunca mostraba debilidad alguna. Enseguida sacudí aquellos pensamientos fuera de mi cabeza para concentrarme en servirle de apoyo, y nos apresuramos para alcanzar a Colton.
Como no tenía zapatos, tuve que llevar mis pies en forma de zarpa para no lastimarme. Asimismo, ignoré el hecho de que estaba afuera, usando un camisón de seda y un corto albornoz de felpa, mientras que los demás iban completamente vestidos.
En realidad no tenía importancia, ante cualquier indicio de peligro lo destrozaría todo al transformarme, así que resultaba afortunado que no me hubiera vestido. Perdíamos demasiada ropa de esa manera.
Alcanzamos a Colton justo en el límite de la frecuencia protectora. Entonces se detuvo al sentir nuestra presencia detrás, y volteó para mirarme. Su mirada ambarina relampagueó, con las garras desplegadas en caso de problemas.
Se veía feroz, salvaje, listo para el combate y, sin embargo, yo todavía seguía viendo el miedo en las profundidades de sus hermosos ojos, debajo de las cejas fruncidas, y las líneas de estrés grabadas en el semblante. En ese momento, supe que estaba convencido de que no llegaríamos a tiempo.
“¡Quédate conmigo, a no más de un metro, pase lo que pase! Luego nos desplegamos dos metros y hacemos una ola alrededor de todo el lugar… ¡La encontraremos!, tenemos que hacerlo… Aún falta una hora para que salga el sol, aquí no es seguro”, habló en voz baja haciendo señas rápidamente.
Al instante se volvió para abrir el camino y liderar la búsqueda, con la mente totalmente enfocada en su misión, tomando el control como el alfa que tanto amaba.
No obstante, yo era la única capaz de reconocer que no estaba tan confiado y seguro como aparentaba. Percibí claramente su aura sangrante y que, en verdad, él sentía miedo de lo que pudiéramos encontrar.
Aunque la manada iba moviéndose con rapidez, revisando cada tronco caído, cueva, rincón y grieta, y adentrándose más en el bosque profundo y oscuro, todavía no encontrábamos señales de ella. Empecé a preguntarme si realmente andaría por aquí.
Miraba a los lobos entre los árboles que nos rodeaban y a la musculosa espalda de Colton, mientras avanzábamos más allá del límite de seguridad de la frecuencia. De pronto, me estremecí cuando una ola de repulsión me alcanzó.
Esta era la tercera vez que, al ir más allá de la línea, sentía que un pozo profundo de náuseas y escalofríos me consumía por completo.
No pude evitar un jadeo al percibir un olor extraño que al instante me mareó de recuerdos. Era un tufo astringente y punzante, de algo horrible, que me parecía familiar, pero que a la vez se escapaba de mi memoria.
Mis ojos se humedecieron con la intensidad y tuve que ponerme rígida, para evitar que mi cuerpo se desmoronara sobre un tronco caído. Era como si el olor tuviera el poder de atinar en algún pensamiento profundo y no deseado, haciendo que mi cuerpo reaccionara como si hubiera sufrido un trauma.
Me sentí débil al instante, mis extremidades se aflojaron y un mareo me invadió, entonces me di cuenta de que ya no sujetaba a Carmen.
‘¿Colton?’, llamé.
Sentí que la sangre abandonaba mi cara, pero me enfoqué en hacer una conexión mental a través de nuestro vínculo de pareja, pese a que el miedo ondulaba sobre mi espina dorsal.
Acababa de descubrir qué era aquel fuerte olor metálico y horrible que me inundaba los sentidos, dejándome apenas consciente y con la vista nublada.
Acudió a mi mente el recuerdo de una noche oscura y aterradora, en la que debía aferrarme a la vida con un hilo, y todas las personas, todo al que había conocido, yacían hechos pedazos a mí alrededor. Casi vomité al revivir aquella escena dantesca.
De inmediato, me estremecí de repugnancia y dolor, al tiempo que mi corazón roto se desgarraba por las viejas cicatrices y las lágrimas caían de mis ojos. La sangre de lobo huele muy diferente a la de cualquier otro ser vivo, y el hedor a lobo muerto es el más singular de todos.
Era como si, en el momento en que nuestra esencia vital se escapaba, dejara un fluido rojo, rancio y nauseabundo, para que ningún animal viniera a darse un festín con los restos.
Era el mismo olor a muerte, a repulsión y otras cosas horribles, que percibí cuando los vampiros estuvieron tan cerca de acabar conmigo.
“Lo huelo. Quédate aquí. Mantén a Carmen atrás”, Colton no se volteó para mirarme y siguió actuando como si nada estuviera mal, aumentando la velocidad para adentrarse en la maleza.
Desapareció de la vista en un abrir y cerrar de ojos, entonces hice una pausa, agarré el brazo de Carmen y apreté su palma contra la mía para mantenerla cerca, tirando de ella con cierta brusquedad. Trataba de protegerla de lo que estaba a punto de encontrar.
“Colton nos ordenó quedarnos”, le dije con tono autoritario, fijando la mirada en ella para que supiera que no debía discutir.
Yo estaba consciente del movimiento a nuestro alrededor y de mi cuerpo erizado de tensión, mientras seguía buscando indicios de vampiros en el bosque.
Mis sentidos estaban en sintonía, pero no detectaba presencia alguna en las cercanías. Era muy extraño, porque si bien el olor persistía, la esencia de nuestros enemigos no estaba por ninguna parte. No conseguía entenderlo.
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