El destino de la huerfana -
Capítulo 140
Capítulo 140:
Quería dormir y estar acurrucada en la cama mucho después de que él se levantara, y luego, ira comer con Sierra. Rara vez Colton permanecía mucho rato en la cama, pero solía volver antes de que yo despertara, seduciéndome para que le dedicara un rato de cariño matutino antes de ir a comer.
De pronto, una luz azul me llamó la atención a través de los párpados cerrados, brillando increíblemente cerca. Abrí los ojos, sabiendo al instante qué era.
La mano de Colton, que descansaba suavemente sobre mi cuello, se ilumino con el resplandor que revelaba su don, y de inmediato entrecerré los ojos para ver si había algún indicio de angustia en él.
Mis latidos se aceleraron, al pensar que en ese momento, él podía estar teniendo una visión, o quizá uno de esos horribles sueños como el que describió en el desayuno.
Extendí la mano para tocar su rostro, pero me detuve cuando el brillo se intensificó hasta convertirse en una luz casi cegadora. Su intensidad fue tal, que tuve que cerrar los ojos con fuerza, ante el repentino pinchazo de dolor abrasador.
A veces, él soñaba cosas y esta era la señal que yo percibía estando despierta, aunque por supuesto, él se encontraba ajeno a ello.
El calor de sus manos calentaba mi piel, mientras el resplandor azul se propagaba por sus muñecas, haciendo que sus antebrazos brillaran suavemente antes de desvanecerse cerca de los hombros.
Sus manos, envueltas en un orbe azul brillante, iluminaban toda la habitación, pero él seguía inmóvil y me pregunté si se trataba de un sueño como el que nos había descrito. Se veía tranquilo, con una expresión serena y juvenil, sin dar la impresión de estar atravesando por una pesadilla.
Sabiendo lo angustiado que se sentiría en ese caso, y como no quería que progresara, toqué suavemente su rostro con la punta de los dedos y los deslicé a lo largo de su mejilla para sacarlo de la parte más profunda del sueño.
“¡Colton… despierta!”, susurré.
De pronto, él abrió los ojos, que resplandecían con un cegador brillo azul, como luces de neón. Tuve que entrecerrar mis ojos, mientras los de él parecían atravesarme. Su cuerpo me había respondido, pero su mente estaba completamente sumergida en otra parte.
Definitivamente, no estaba despierto, y su atención no se encontraba puesta en mí. Lo sentía sin profundidad, solo en blanco, rígido y desconectado de la realidad.
Colton aún no decidía si este don era una maldición o más bien algo positivo, ya que por el momento no le encontraba utilidad, más allá de los sueños perturbadores.
Le gustaba el hecho de aprender a curar dolencias y heridas con un toque, y eso en sí mismo tenía grandes ventajas, especialmente para los niños que llegaban a la enfermería con raspaduras y golpes. Hacía unos días lo había visto curar la muñeca rota de un chiquillo de tres años, y definitivamente estaba fortaleciendo sus habilidades.
Sin embargo, en lo que se refería a los sueños y las visiones, Colton aborrecía su vaguedad y la naturaleza esporádica de los mismos.
Así que ahora yacíamos inmóviles, rodeados de aquella luz espeluznante que proyectaba sus sombras en el mobiliario, iluminando en parte la habitación y dejando al resto sumido en unas sombras siniestras.
Se sentía como una habitación de cuento de hadas surrealista y a la vez etérea, lo que me trajo a la mente recuerdos de Sierra, cuando me visitaba durante la niñez. Si no estuviera acostada junto a él, resultaría extraño y, ciertamente, desconcertante.
Súbitamente, Colton jadeó ruidosamente, como si de repente tomara un respiro, y se aferró a mi rostro con ademán impulsivo, Casi me dio un ataque y me estremecí, lanzando un grito ahogado, sin poder ofrecer resistencia.
Sentí que mi estómago se sacudió y que mi corazón daba un vuelco, a la vez que comenzaba a sudar frío ante semejante susto. Sus ojos se agrandaron y el brillo se intensificó, justo antes de que empezara a parpadear, volviendo en sí.
Entonces sus iris volvieron a su habitual tono castaño, y Colton por fin se dio cuenta de que yo estaba allí, mirándolo con los ojos muy abiertos, igual que un conejito asustado.
Parpadeó otra vez y sacudió la cabeza levemente, como para despejar las nieblas del sueño. Enseguida despertó por completo, frotándose la cara y activando su visión nocturna lo cual le permitió darse cuenta de que yo todavía lo observaba en la oscuridad. De inmediato frunció el ceño e inhaló.
“¡Tenemos que levantarnos!”, exclamó.
Se incorporó a toda prisa, sin darme ninguna pista para entender lo que sucedía, ni tampoco la oportunidad de calmar el torbellino de mis emociones. Al contrario, su agitación me envió una sobrecarga de ansiedad, mientras lo veía agarrando la ropa que tenía más a mano y ponérsela.
Tanta urgencia, aunada al miedo mortal que se filtraba en mi mente, pusieron todos mis sentidos en alerta máxima y mi propio corazón comenzó a acelerarse.
“¡Nena, muévete! ¡Arriba, ahora!… ¡Es Tawna!”, fue lo único que dijo, pero no esperó por mí, sino que se dio la vuelta tan pronto como estuvo vestido y salió velozmente.
No tardé en hacer lo mismo, tomando una bata que cubría el camisón transparente que llevaba puesto y saliendo tras él. Sentía los nervios tensos y la cabeza aturdida por la confusión, pero lo conocía lo suficientemente bien como para no discutir.
Colton vio algo y estaba actuando en consecuencia, y yo solo debería seguirlo, porque él así me lo ordenaba.
No tardó en llegar abajo y salir para encontrarse con la patrulla terrestre exterior, dando órdenes para que las patrullas de reserva se alistaran de inmediato. Su tono era áspero y su voz baja y ronca, a causa de los residuos del sueño.
Pero había algo más, una especie de filo cortante que sonaba casi a enajenación. Una sensación de urgencia flotaba en el aire, cuando tuvo a los miembros más fuertes de la manada frente a él.
Entonces lo tomé del brazo mientras pasaba a mi lado, dispuesto a dirigir a los lobos que se acercaban desde la línea de árboles del oeste para atender sus órdenes.
“¡¿Qué está pasando?!” pregunté, Colton me tenía aterrorizada con la intensidad de su pánico. Él se limitó a cerrar los ojos momentáneamente en silencio, y luego parpadeó.
Lo que vi en sus profundidades fue pura devastación, que me hizo contener el aliento cuando una corriente helada me recorrió de arriba abajo. Algo realmente malo estaba sucediendo, pero entonces mis ojos se empañaron y de inmediato me sentí enferma de preocupación.
“¡Carmen está bajando!… su madre no está donde se supone que debería. Yo soñé… la vi… ella corría allá afuera…”, Colton se giró para señalar hacia lo más denso del bosque.
La mayor parte de los ataques de los vampiros solía venir de allí, un camino hacia el peligro para un lobo que se internara en la oscuridad. Su rostro se volvió más sombrío, y el poco color que le quedaba pareció desvanecerse, mientras yo asimilaba lo que acababa de decir.
“¡Oh, Dios mío! Todavía está oscuro y ella no sabe nada sobre el límite, ni tampoco que ellos están al acecho, esperándonos. Colton, ¿Qué está haciendo ella?”, sentí que mi voz se volvía más y más aguda con la histeria, mientras mi estómago se contraía por el miedo.
Miré hacia la oscuridad y después cerré los ojos, en un esfuerzo por establecer mi vínculo de Luna. Era el instinto que se hacía cargo en ese momento, para tratar de proteger a toda costa a un miembro de mi manada, de cualquier manera posible
“¡Tawna!, Si puedes oírme, ¡Vuelve! Vuelve a casa con tu manada. No es seguro ahí fuera”, le advertí.
Me concentré en la imagen de Tawna, con la esperanza de que la orden alcanzara su vínculo mental, pero no era algo que yo hiciera a menudo, ya que Colton era mucho más hábil vinculando a la manada.
Él me miró fijamente por un segundo. Obviamente, siendo mi compañero, me había escuchado. Á veces él era capaz de acceder a mis enlaces mentales involuntariamente, sobre todo estando tan cerca.
“¡Tawna! ¡Te ordeno que des la vuelta y regreses a la seguridad de tu casa!”, ahora era Colton quien le enviaba un comando alfa, cuya potencia resonó en mi mente por encima de cualquier otra cosa.
Crucé los dedos con la esperanza de que ella también lo escuchara, ya que ningún lobo podría resistirse.
El objetivo del comando era dar órdenes a los rebeldes o desafiantes de la manada, para que obedecieran aún en contra de su voluntad. De esta forma, el alfa era capaz de recuperar el orden y el control. Por lo tanto, si lo había oído, Tawna no podría desobedecerlo.
“¿Crees que funcionará? ¿Qué pasará si ella decidió interrumpir su enlace para que no entre nada?”, de pronto, mis preguntas fueron silenciadas por una voz estridente que llegaba desde la puerta abierta de la casa.
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