El destino de la huerfana -
Capítulo 134
Capítulo 134:
Estiro la mano instintivamente y toco su hombro, maldiciéndome internamente por esta absurda compasión que crece en mí cuanto más dirijo a nuestra gente. Me insulto por mostrarme amable con ella.
“Tiene suerte de tenerte, de que la cuides y la hayas traído aquí. Hiciste lo correcto”, sale mi instinto maternal y la reconforto con mi tono suave.
Luego me muerdo la lengua por ser una p$rra débil. A veces realmente me decepciono a mí misma. Quién diría que los dones de Luna serían mi némesis cuando se tratara de esta chica.
“Tengo miedo. Ella es mentalmente inestable, siempre ha sido frágil. Y la parte que juega mi papá en todo esto, la traición, la destrucción moral… ella no está bien. Su alfa, a quien siempre siguió con lealtad, resultó ser un monstruo, así que su mundo se derrumbó y la seguridad de nuestra gente se convirtió en lo más bajo en la lista de prioridades”, dice.
“Ella llora todo el tiempo. Es como si su compañero estuviera muerto. Pero ella tiene que vivir, si eso tiene sentido. La partida de Colton no solo causó un vacío en la manada, sino que lo cambió todo, y los que se quedaron son esclavos de la miseria”, es un torrente de palabras y se sorprende a sí misma por abrirse a mí.
Trago saliva con una expresión confusa y casi aturdida, pero asiento con comprensión. Sé que una Luna tiene este poder sobre su gente y nunca lo entendí realmente cuando Sierra era la nuestra. Solo que ahora, al recordarlo, veo que Sierra también era así.
La Luna tiene una forma de derribar los muros, y hacer que confíes en ella y la respetes, simplemente estando cerca de ti. Son la encarnación de la madre de la manada y cualquiera que la necesite se siente obligado a confiar en ella.
Le hago un gesto para que camine conmigo a lo largo de la línea de árboles, mientras los centinelas se dirigen hacia los terrenos.
Siento que esta conversación no ha terminado. A pesar de desear que ella se vaya, no puedo dejar que esto termine de esta manera. Quiero que no nos molesten miradas indiscretas, porque sé que en el momento en el que un guardia nos vea juntas, Colton llegará a toda prisa pensando lo peor.
Carmen me sigue obedientemente cuando me giro y le hago un gesto hacia el saliente sombreado del estrecho sendero, el cual conduce, por un costado, hacia la parte trasera de la casa. Estamos dentro del borde de la runa y lo más cerca que se puede estar de la pared invisible.
“Podemos hacer que la lleven a la enfermería si realmente crees que su estado mental es preocupante. Podemos monitorearla y ayudarla. Tenemos medicinas humanas, gente que sabe acerca de la salud mental y un muy buen personal, que no la dejaría sola. Tal vez necesite tiempo y seguridad y el tipo de vida pacífica que estamos construyendo aquí. En el pueblo hay gente de varias comunidades y tal vez estar otra vez entre viejos amigos…”, digo.
Trato de razonar mientras descifro los pozos de angustia y ansiedad que se arremolinan alrededor de Carmen ahora que estamos hombro con hombro y nos movemos lentamente bajo las ramas extendidas.
Parece que está completamente enfocada en el estado de su madre y no en algo anterior. Me relaja saber que no tiene intenciones ocultas evidentes. Su aura me dice que su corazón y su mente están justo donde está su madre.
“No sé si eso ayudará o si ella estará de acuerdo. Mi mamá siempre ha dependido de la seguridad y el equilibrio: nada de sorpresas ni cambios repentinos. Mi papá nunca supo cómo tratarla, así que la evitaba lo más que podía. Siempre hemos sido ella y yo… soy su apoyo”, la angustia de Carmen crece.
Más lágrimas ruedan por su rostro, y ella se las seca con más fuerza, con enojo, como si estuviera avergonzada por su debilidad y el temor genuino de no saber cómo ayudar a su madre.
Me invade un mar de emociones y sentimientos contradictorios y trato de separar a la Carmen del pasado de la chica que está a mi lado aquí y ahora. No estoy lista para dejar ir los viejos sentimientos, el dolor, la ira y los celos.
No sé cómo manejaré verla acercarse a Colton; o si seré capaz de soportarlo, pero estoy segura de una cosa: en este momento solo quiero ayudarla. Es esta maldita necesidad en mí de asegurarme de que mi manada todos y cada uno de ellos, esté bien; incluso ella.
“¿Quieres que haga que Sierra vaya a verla a tu habitación? Tal vez podría ayudar. Puede curar ciertas cosas, infundir calma con un toque. Tal vez al verla…” sugiero, prestando poca atención mientras mi cerebro se desvía hacia cosas en las que realmente no quiero pensar.
Me estremezco ante su repentina respuesta entusiasta.
“¡Dios mío! ¡Sierra! ¡Si! Sí, sí, si… ella era una de sus amigas más cercanas. La lloró durante muchos años y no creo que piense que los rumores son ciertos; que ella realmente está aquí. Por favor, haré cualquier cosa si ella va a verla o ayudarla… amo a mi mamá, ella es todo lo que tengo”, grazna la última frase, con los ojos empañados por la emoción.
Se gira hacia mí con entusiasmo y me agarra la mano. Es un movimiento impulsivo; ella parece no darse cuenta de mi repentina rigidez mientras se gira hacia mi llena de nueva vida y energía.
Su aura suplicante y de desesperada necesidad es tan fuerte que me toma por sorpresa, y por un segundo me avergüenzo de mi odio por esta chica.
Carmen nunca ha sido realmente una mujer que se mezcle con la manada Santo; incluso yo lo sé. Conocía los recuerdos de Colton sobre ella; era solitaria, la habían traído debido a los lazos de su padre con Juan y la habían colocado en su círculo más cercano.
Se quedó con Colton y sus amigos, y vivía a su sombra. Realmente no parecía tener amigos verdaderos, más que los que pensaba que tenía en la manada secundaria.
Su áspero comportamiento de niña malcriada, su hostilidad exterior, su superioridad, sus miradas maliciosas, todo se conjugó para que se convirtiera en una chica que todos evitamos como la peste; no solo los de mi especie en el orfanato, sino la mayoría de las mujeres en todo el valle.
Era bien sabido que todo el mundo odiaba a Carmen y a ella no parecía importarle un comino. Cuando salía con Colton estaba constantemente con él y actuaba como si no le importaran los otros lobos de la manada, y mucho menos hacer amigos, además de su pareja.
Era tan engreída, tan segura de que ella era la futura Luna, que prácticamente no se molestaba en establecer ningún tipo de vínculo con nadie. Mirándola ahora, sintiendo su dolor desde lo más profundo, me pregunto qué es lo que la hizo así.
¿Por qué se aisló de todos, excepto de Colton? Sé que ni siquiera la manada secundaria se sintió realmente unida a ella, como lo hizo conmigo, y solo soportó obedientemente su presencia por él.
No puedo imaginar cómo se sintió al perderlo, pues él era la única persona a la que consideraba su amigo y quien le brindaba seguridad. Luego perdió a la manada secundaria, que probablemente era lo más parecido que tenía a una manada real.
No es tan dura ni tan fría como parece y puedo sentir su miedo, su inseguridad, su preocupación por su madre y su total falta de audacia ahora que le toco la mano.
La aprieto con fuerza y trato de adormecer los intensos sentimientos que estoy absorbiendo de ella. De repente retira la mano, dándose cuenta de lo que está haciendo al aferrarse a mí. Por un momento un rubor cubre su rostro; se tambalea hacia atrás y se pone rigida y fría.
Siento una ráfaga helada cuando su corazón se cierra de golpe y reprime con fuerza sus emociones, en un esfuerzo por ocultármelo todo, como una puerta contra incendios que se cierra de golpe para mantener a raya el fuego.
Vuelve a colocarse la armadura y su exterior es altivo de nuevo. Lo hace con tanta facilidad y rapidez que un parpadeo me hubiera hecho perdérmelo.
“Puedo hacer arreglos para que Sierra vaya a sentarse con ella, enviar algo de comida y que tengan tiempo a solas. Tal vez ya no sea Luna, pero como Rema todavía se preocupa por la gente y contribuye a hacer de este hogar un remanso de paz”, ignoro el cambio que se produjo en ella y no menciono el hecho de que se está limpiando la mano para eliminar la sensación de mi cálido tacto.
Estoy pensando en una solución para su madre.
Estoy segura de que un poco de amable persuasión hará que Sierra abandone sus habitaciones por un tiempo, especialmente si, como dijo Carmen, su mamá es una amiga del pasado. Aquí no tenemos muchas de esas. La mayoría la recuerda solo como Luna, pues a sus amigos los retuvieron sus parejas o los perdió en la guerra.
“Lamento haber dudado alguna vez de ti como Luna… de que fueras alguien digna de serlo, y todo lo que dije o hice. Él me lastimó. Yo estaba sufriendo. Era joven y ya lo superé”, afirma con una frialdad severa en su tono, como si intentara redimir la debilidad que me mostró momentos antes.
La antigua Carmen, de aspecto malicioso, distante y altiva, ocupa el lugar del alma perdida y vulnerable de unos segundos antes, y trivializa el amor que sentía por mi pareja hace un tiempo; pero esta vez veo a través de ella.
Es una niña solitaria y con el corazón roto, que perdió a un ser querido y se quedó sola en un hogar que ya no reconoce.
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