El destino de la huerfana -
Capítulo 133
Capítulo 133:
La absorción es algo que realmente nunca necesito, no cuando mi telequinesis es lo suficientemente fuerte como para desactivar la mayoría de las cosas, apartar algo de mi camino o crear una burbuja de protección de corta duración a mi alrededor, si es necesario.
Sin embargo, manipular mi entorno es casi terapéutico, pues libera mi mente y me ayuda a relajarme.
Ver el movimiento de los árboles bajo mi control me ayuda a aliviar la tensión de mis hombros mientras los hago bailar para mí en la brisa de la tarde. El crujido tan sutil y calmante me rodea y resuena con los ruidos de la aldea cercana.
Colton ideó una forma de combatir el arma de ruido cuando empezamos a tener invasiones de vampiros y nos anulaban cuando los perseguíamos. Él me tapaba los oídos y bloqueaba el sonido para que yo pudiera usar mis dones para crear una bola de energía.
Luego, la dejaba explotar como una bomba sónica, y arruinaba todos los dispositivos en un radio de ocho kilómetros, lo que inutilizaba su arma mientras yo estaba con mi manada, o hasta que la pusieran en marcha nuevamente y tuviéramos que repetir la operación.
Sin embargo, desde que el doctor ideó la frecuencia alterada, incluso uso ese don menos. Los vampiros abandonaron su arma porque era prácticamente inútil contra nosotros y sé que Juan tiene algo similar en la montaña para obstaculizarlos.
Observo cómo las ondas a través de los árboles y el follaje se mueven en patrones agradables con cada giro de mi mano. Suspiro porque se ha vuelto tan fácil, tan natural, y no me emociona como lo hizo al comienzo, cuando intentaba perfeccionar mis dones.
La desventaja de tenerlos es la capacidad de sentir las emociones de los demás, más allá de Colton. Lo quiera o no, eso también ha aumentado en los últimos meses, por lo que constantemente tengo que amortiguarlo.
Odio sentir lo que experimenta cualquier persona cerca de mí, solo con estar a diez pasos. A diferencia de cuando Colton y yo compartimos estados de ánimo y emociones, esto es más invasivo, pero me ayuda a tratar con mi gente; siento cuando están heridos, tristes o asustados, y puedo tranquilizarlos o ayudarlos de alguna manera. Es como ser una psíquica.
“¿Quién hubiera dicho que serías tan talentosa?”, la voz femenina, presumida y familiar detrás de mí me sobresalta cuando estoy manipulando de forma distraída los árboles.
Me giro, sorprendida, un poco erizada, para enfrentar a Carmen, quien está de pie detrás de mí, con las manos en la cadera. Mira el bosque sobre mi cabeza y parece casi impresionada por un momento.
Estaba tan absorta y concentrada en lo que estaba haciendo que ni la escuché ni la sentí llegar, lo que supongo que no es algo bueno. Sintonizo con ella y siento su tensión. Fijo la mirada en sus ojos azul pálido mientras ella vacila y mira hacia otro lado con sumisión.
Experimento una oleada de satisfacción y un pequeño destello de suficiencia, porque en seis meses al menos ha aprendido con quién no debe meterse. Los papeles se invirtieron y ahora ya no estoy bajo su sombra, Ahora ya no pueden ignorarme.
“Sí, ¿Quién lo hubiera pensado?”, respondo secamente, llena de hostilidad, sin saber si me buscaba o si vagaba por aquí y me encontró por accidente.
Es raro que tenga tiempo a solas, y voy a la entrada principal de la casa para tener un poco de espacio para pensar, ya que nadie más que las patrullas se aventuran aquí normalmente. La aldea está en la parte de atrás, a la sombra de la granja, y es donde prospera toda la vida y el alma.
Enfoco mi atención en su cara afilada y puntiaguda e irritantemente bonita con la esperanza de intimidarla y ahuyentarla. No estoy de humor para hablar con ella y algo en mí burbujea tratando de salir y abofetearla.
Su cabello rubio cubre la mitad de su delicado rostro mientras coloca las manos sobre el amplio busto de su figura esbelta. Sinceramente, odio que en realidad es atractiva. Puedo ver por qué Colton salió con ella.
“Mira… sé que tú y yo hemos tenido nuestros altibajos. Solo quería decir que no causaré ningún problema. Sé cómo son las cosas. Son pareja, eso ya es un hecho. Ahora solo soy otra hembra de la manada y respeto tu posición como Luna. Siento mucho todo lo que pasó. Solo quiero una vida tranquila y sin dramas, y no tengo la intención de crear ninguno”, Carmen baja la mirada y asiente, para mostrar su sumisión.
Su postura se relaja, como si tratara de fingir que no está tan rígida y estresada como la siento. Frunzo el ceño con cautela. Se me hace un nudo en el estómago porque esta es la última loba en el planeta a la que le daría la mano voluntariamente. ¡Además de Juan!
“¿Estás siendo amable porque tienes miedo de lo que haré si me faltas al respeto, o porque en realidad te diste cuenta de lo p$rra que fuiste conmigo?”, soy directa y contundente, lo cual coincide con mi estado de ánimo.
No intentaré ser amable cuando no se lo merece.
Sé que no tengo que ser cortés con ella si no quiero, no hay reglas que digan que la Luna tiene que amarlos a todos. Ella se quedó en mi manada, pero eso no significa que me tenga que gustar, y no es como si alguien me fuera a desafiar por mi frialdad. ¡Se merece mucho más que una Alora malhumorada!
“Un poco de ambos, supongo. No estoy sugiriendo que seamos mejores amigas, solo digo… que estoy agradecida porque dejaste que me quedara y no nos rechazaste. No tengo la intención de darte una razón para enviarme de vuelta a la montaña. El pasado es el pasado. No estoy orgullosa de lo que sucedió, pero tienes que entender lo desconsolada que estaba. He tenido tiempo de superar todo eso”, dice.
Dirige su rostro hacia mí y no hay ningún indicio de maldad en esos ojos pálidos con forma de almendra.
Sus mejillas son rosadas, como si estuviera ruborizada o acalorada. No hay ningún indicio de malicia o malos sentimientos en ella. Creo que está siendo honesta.
No quiero seguir pensando en lo que sucedió, así que giro la cara y me encojo de hombros, indicando que tampoco quiero insistir en eso ni hablar con ella. Fue en otro momento; se siente como hace una vida y no quiero revivir viejas heridas en lo que respecta a Colton.
Ahora somos felices y estamos juntos, eso es todo lo que importa. Ella solo necesita quedarse en su lado de la línea y dejarnos en el nuestro.
“Entonces, ¿Qué lo causó? ¿No eras una seguidora jurada del ejército de Juan?”, pregunto maliciosamente.
No estoy segura de que me gusten los intentos de Carmen por portarse bien. No confío en ella, pues no se ablanda en lo más mínimo, incluso si ofrece disculpas y jura que será amable.
“Siempre seguía a Colton. Estuve allí el día que derrotó a su padre. Traté de marcharme con la manada, pero mi mará no quiso irse conmigo, y cuando intenté convencerla, mi papá apareció y puso fin a ese asunto. Mi mamá no es fuerte, vive en su sombra, es ingenua y tal vez demasiado inocente, No podía dejarla con él para que la aplastara y pisoteara. No sabes cómo es él”, su voz es clara y casi ronca, y se quiebra un poco.
Parpadeo al ver una pequeña grieta en la armadura que usa como un sudario. Renuncio un poco a mi frialdad cuando veo esa suave calidez en sus ojos al hablar de su mamá; sin embargo, hay algo crudo y casi doloroso cuando dice la palabra ‘Papá’.
Lo más sorprendente es lo difícil que es creer que alguien como Carmen provenga de alguien dulce y endeble. Ella es una p$rra nata. No puedo imaginar que venga de alguien débil.
“¿Y ahora?”, le clavo la mirada, sin variar un ápice ni mi terquedad ni mi tono altivo.
Realmente no quiero descifrar el rompecabezas de sus emociones; solo quiero que se vaya y me deje con mis árboles.
“Ella vio la verdad… un miembro de la manada transmitió los recuerdos de sus lobos. Supongo que teníamos un infiltrado. Entonces mi mamá confrontó a mi papá y exigió ver el pasado en su propia mente”, dice.
“Él se negó, pero mi mamá tiene un don; puede extraer recuerdos de los que duermen y mueren, sin su consentimiento. Nunca pensé que sería lo suficientemente valiente para hacerlo”, dice mirando al suelo en un arrebato de emoción, sus ojos se llenan de lágrimas y traga saliva.
“Vimos lo que le hicieron a tu familia, a tu manada… las acciones de uno dispersaron el veneno hacia todas las personas en las que confiábamos. Mi mamá no podía soportarlo y esto la afectó. Sabía que si nos quedábamos, mi padre la enviaría a algún lugar para asegurarse de que no hiciera nada estúpido… como quitarse la vida”, dice.
Una lágrima rueda por la mejilla de Carmen, su cuerpo se eriza al sentirla y obstinadamente se endereza y la limpia con brusquedad.
En ese momento, parece una niña perdida, que trata de actuar con dureza ante la adversidad y a pesar de todo, Me conmueve.
La maldición de una Luna es tener compasión por su gente, y mi don es sentir sus emociones. Su dolor hiere mi corazón y serpentea por mis venas como un carámbano frío y punzante que me hiere profundamente.
Me recuerda mi duelo por mi madre y mi familia.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar