El destino de la huerfana -
Capítulo 131
Capítulo 131:
“Cada dos semanas llegan más personas. No tendremos espacio para albergarlos a todos si esto sigue así. Ahora que estamos limitados por la frontera de runas, no podernos expandirnos más, a menos que la Rema Santo sepa cómo colocar una protección más allá de los límites”, dice Matteo.
“La aldea está llena y la casa está nuevamente repleta, ya que los nuevos llegan más rápido de lo que podemos construir. Él se quedará con una montaña vacía, mientras nosotros estamos aquí hacinados sin poder respirar”, Matteo fue quien sacó a relucir ese detalle, poniéndose en pie mientras se acercaba y se acomodaba en el respaldo del asiento de Domi, y Colton suspiró pesadamente.
“No podemos rechazarlos. Manada fracturada o no, es nuestra gente. Por derecho, soy su alfa, es mi trabajo ocuparme de ellos, aunque las circunstancias los hayan obligado a quedarse atrás. Tenemos que encontrar una manera de alojarlos y esperar que más personas salgan antes de que sea demasiado tarde”.
“Si la montaña es más débil y Juan ha perdido el control, ¿por qué no la recuperamos? Somos fuertes, tenemos muchos guerreros. Perdió a la mayoría de sus miembros cuando nos fuimos, y no son rival para nosotros”, Melody se puso de pie, con la barbilla erguida y los ojos encendidos por el deseo de luchar.
En los últimos meses, los frecuentes ataques habían hecho aflorar la crueldad en nuestros guerreros y la intrépida necesidad de entrar en acción.
Meadow había sido un gran recurso en la lucha contra los invasores y todos habíamos intentado ignorar el impulso de volver a casa y recuperar lo que había sido nuestro durante tantos meses.
“No renunciará a ello sin matarlo, y todos sabemos que eso no es posible. Sus seguidores nunca lo abandonarán y no voy a arriesgar la vida de ningún lobo para librar una batalla inútil. Ya tenemos suficiente derramamiento de sangre y confusión. Sin mencionar el hecho de que dejaríamos la casa de campo desprotegida si avanzáramos hacia la montaña”, advierte Colton.
No tenemos suficientes lobos como para hacer ambas cosas. Nuestra prioridad es y siempre ha sido la protección de este lugar y de su gente. Mantener alejados a los vampiros y garantizar una vida estable para que los cachorros crezcan y se sientan seguros”, Colton estaba en modo protector; sus palabras tenían sentido, pero me carcomían por dentro.
Me sentía dividida entre las dos mitades de nuestra manada y la vida cotidiana que llevaban. Todos ellos merecían la relativa seguridad y paz que habíamos construido aquí, y mi corazón quería buscarlos y traerlos a todos a casa.
“Hay niños en la montaña que no tienen más remedio que quedarse. ¿Se sienten seguros… están a salvo? O son peones a los que Juan se aferra en un intento de sentir que conserva cierto control y los lanzara a los vampiros en un santiamén para infundir miedo a los que se fueron”, expresé mi frustración sabiendo perfectamente que nunca se había preocupado por su pueblo.
Colton exhaló pesadamente, dejándome ir mientras estiraba los brazos detrás de su nuca y se rascaba la cabeza con frustración.
No era difícil darse cuenta de que hablar de ello le resultaba estresante. A pesar de todo lo que había pasado, su corazón seguía vislumbrando a su padre dentro de aquel monstruo, y por eso le causaba un gran conflicto cada vez que hablábamos de él.
“Dime qué hacer… sinceramente no tengo ni p%ta idea. Tenemos una manada dividida. Tenemos dos comunidades vulnerables. Nuestra prioridad debería ser esta, pero entiendo lo que dices… ellos también nos necesitan. Es solo que…”, él bajó los brazos y me tomó de la mano, encogiéndose de hombros mientras sus palabras se apagaban.
Percibí esa angustia familiar mientras sus emociones se agitaban.
“Tal vez podríamos inspeccionar la montaña, ver qué está pasando. Averiguar los puntos débiles, conocer el terreno y ver si es tan malo como dice Carmen”, Remi se levantó, también frustrado por la conversación, y se estiró antes de caminar hasta el borde de la sala, donde estaban los dispensadores de agua, y se sirvió un trago.
Todo el círculo interno estaba inquieto y alerta, sus emociones llenaban mi espacio como una oscura y pesada masa. A veces maldecía esta capacidad de sentir las emociones de la gente, sobre todo ahora que me estaba asfixiando el agobio.
“Sabes que somos los más rápidos de la manada, podríamos explorarla y volver en menos de dos horas, antes del amanecer”, Domi estuvo de acuerdo con su gemelo, una mirada brillante se cruzó entre los dos mientras Colton fruncía el ceño como si estuviera pensándolo.
Su postura se relajó ligeramente.
“Sabes no es una mala idea”, Cesar se inclinó y supe sin mirar a mi amado que estaría de acuerdo.
Él escuchaba a su manada, especialmente a Cesar, el hermano sabio e influyente que nunca tuvo, y ahora que los demás asentían, podía sentir que estaba cediendo. Su círculo interno siempre había tenido ese poder sobre él y, con un poco de persuasión, podía influir en él para bien, sin importar el tema.
“De acuerdo, pero solo para vigilar y guarden su distancia. Vigilen, informen a través del enlace y cuando tengamos una idea de lo que está pasando, quiero que vuelvan aquí, rápido. Cuiden sus espaldas, vuelvan a casa antes del anochecer y recuerden que los vampiros tienen brujas. Tengan mucho cuidado”, les ordenó.
“No tomaremos ninguna decisión hasta que sepamos con certeza cómo están las cosas en la montaña”, Meadow confirmó lo que estaba pensando, y mi pareja asintió.
Luego volvió a suspirar como si todo esto lo hubiera cansado y desanimado. A veces parecía un mal sueño del que ninguno de nosotros podía despertar.
“Bien, veamos qué pasa y luego pensamos en nuestro siguiente movimiento. Tengo que patrullar la aldea y ver si hoy podemos hacer más espacio para los que hemos instalado en la casa. Por ahora, tenemos que mantenerlos en movimiento para que podamos acomodar a los que llegan”, explica.
“Todavía hay tres veces más lobos en la montaña de los que tenemos aquí… tenemos que pensarlo bien. Estamos casi al límite de nuestra capacidad y por lo que has dicho, Carmen cree que pronto vendrán más”, mi amado se levantó dejando claro que podían retirarse y dio por terminada la conversación.
Se levantaron para marcharse como si de alguna manera estuvieran de acuerdo en dejar así las cosas. Me quedé esperando a mi compañero mientras ellos asentían con la cabeza y se iban en fila hasta que Meadow quedo de última.
“Sé que no quieres volver a luchar contra nuestra gente o con él. Sé cuánto te dolió tener que hacerlo… pero a veces, hermano, tienes que hacer cosas horribles por un bien mayor”, dijo.
Le dio unas palmaditas en el hombro, frotándole la clavícula con el pulgar un segundo, después me dio un beso suave como una pluma en la mejilla y se marchó con una sonrisa triste. La vimos irse y luego él centró toda su atención en mí.
“Ella tiene razón… no quiero volver a luchar contra mi gente. Fue un infierno hacerlo una vez, ni siquiera me cabe en la cabeza volver a hacerlo”, exhaló cuando nos quedamos solos y su desesperación me inundó al instante, contaminando el aire que inhalaba.
Sus decisiones se basaban siempre en su manada, incluso las que técnicamente no eran nuestras. Mi corazón sangraba por él y un dolor fuerte me oprimía las costillas, porque lo comprendía. No quería hacerles más daño. La mayoría de ellos no habían hecho nada para merecer esto.
“Oíste lo que dijeron… la gente se está volviendo en su contra. Los recuerdos están siendo compartidos. No creo que siga teniendo el mando para hacerles luchar como antes. Solo sus fieles seguidores se levantarían en armas y de todos modos ellos son una causa perdida. Cuando acabas con el rey tienes que acabar con su círculo de confianza, o de lo contrario se abre la posibilidad de una traición. ¿No aprendiste nada de los profesores de historia?”, dije.
Le di un leve codazo con el hombro y se relajó un poco, esbozando esa media sonrisa de niño bonito que se le escapaba cuando le divertían mis palabras.
“¿Cómo es que tuve tanta suerte de encontrar una compañera tan guapa e inteligente? Haces que cada día sea más fácil”, se inclinó hacia mí y me besó, con suavidad y calidez, pero sin dejar de provocarme mariposas.
Se detuvo un momento para rozar su nariz con la mía y mis entrañas se derritieron y ardieron al mismo tiempo. Nunca dejaba de sorprenderme lo receptiva que era a sus caricias, y esperaba que nunca dejara de ser así. Habían pasado seis meses y seguía provocándome fuegos artificiales.
“El destino sabía que necesitabas a alguien que te controlara”, solté una risita, mientras recorría con los dedos esa mandíbula cuadrada y bien afeitada, y me derretía un poco al ver su deslumbrante sonrisa de ensueño.
“¿En serio? Para mantenerme a raya… creo que es al revés. Definitivamente, a veces soy yo quien controla tu mal genio, cariño. Mi testaruda Luna”, dice y volvió a besarme y no pude discutir, me perdí en la presión de sus labios a medida que el beso se prolongaba más que el anterior.
Él me apartó sin insistir más y me miró con seriedad.
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