El destino de la huerfana -
Capítulo 130
Capítulo 130:
Seguía lloviendo, pero prometía ser un día luminoso, y la escuela iba a ser utilizada por primera vez, ya que estaba casi terminada.
A partir de ahora no habría más niños en el gran vestíbulo. Entrecerré los ojos y, cuando pisé el último escalón, vi que los lobos machos empezaban a salir por las puertas dobles situadas en el otro extremo del salón.
Era donde Colton había reunido a los centinelas que se encargaban del patrullaje, los mejores de la manada. Habían estado discutiendo todo lo que había que hacer para continuar y mantener nuestra existencia pacífica y segura.
Suministros y finanzas, ya que aún teníamos que asumir los gastos de nuestra manada, incluso con la indemnización proveniente de los millones de Santo.
Por suerte él tenía su propia herencia y su propio fondo fiduciario, el cual su padre no podía tocar. Algunos de nuestros miembros adoptivos, procedentes de la montaña, también habían aportado dinero para poder mantenernos a flote durante mucho tiempo.
Teníamos inversiones y acciones en el mundo humano y todo parecía ir bien, a pesar de la pérdida de la fortuna que le correspondía. Los lobos no necesitaban los que los humanos para sobrevivir, pero era más fácil alimentar y vestir a una manada de esa manera que mediante la caza, el forraje y viviendo como animales salvajes.
Bostecé y me estiré mientras me abría paso entre la avalancha de licántropos que se marchaban, recibiendo al pasar inclinaciones de cabeza y murmullos llamándome ‘Luna’. Ellos me mostraban su respeto, yo sonreí y esperé hasta que el camino estuviera lo suficientemente despejado como para avanzar.
Con el tiempo me acostumbraría a ese nuevo trato, pero seguía sintiendo una sensación extraña en la barriga. Cada vez asumía mejor mi papel y lo aceptaba, pero siempre sería aquella chica indigna con dudas revoloteando en su estómago.
Me adentré en el gran salón, ahora parcialmente vacío, en el que había varios asientos rigurosamente alineados, todos ellos orientados hacia el podio principal, en el que nuestro circulo interno descansaba en diversas posiciones.
Estaban en los asientos y en el suelo, mientras que el alfa estaba en el borde del estrado con las piernas colgando, como un adolescente durante la hora del almuerzo en el colegio.
Estaban tan juntos que me di cuenta de que estaban repasando la reunión y discutiendo sobre algo más. Me acerqué y percibí fácilmente sus voces apagadas.
“Limitaremos las salidas de abastecimiento a un horario diurno, hasta el mediodía únicamente. Tenemos que estar más alerta que antes, ya que no sabemos de lo que son capaces”, continuó Colton, mirándome de reojo con una breve sonrisa en señal de reconocimiento, estaba claro que hablaban de la presencia de las brujas o de las que podía haber en el bosque.
“¿De verdad ayuda la luz del día?”, le pregunté sonriendo mientras me colocaba a su lado y él, instintivamente, me pasaba el brazo por los hombros y me besaba en la sien.
“No, pero significa que no hay vampiros descarriados y que podremos enfrentarnos a las brujas con mayor eficacia”, me sonrió y me dio un empujoncito mientras me dedicaba su pícara y maravillosa sonrisa, yo le devolví el gesto arrugando la nariz.
Siempre me derretía con sus breves expresiones y suspiraba por lo enamorada que seguía estando de él.
“Buenos días, Hermana”, interrumpió Meadow, dirigiendo mi atención hacia la única otra loba de la manada a la que quería dedicar todo mi tiempo.
El título que solía utilizar conmigo me reconfortó el corazón, al igual que su cariñosa sonrisa, por lo cual le sonreí con evidente afecto,
“Buenos días. ¿Qué era tan importante como para que secuestraras a mi compañero de desayuno?”, me apoyé en el cuello de mi amado, acurrucándome cómodamente bajo su barbilla mientras observaba la inquietud de mi manada.
La tensión y la atmósfera cambiaron instantáneamente cuando Cesar y Jesús miraron a Colton con un sutil gesto de aprensión. Se me revolvió el estómago, se me contrajo el pecho y sospeché al instante que algo pasaba.
“¿De qué se trata?”, le pregunté a mi alfa, sintiendo que sus niveles de estrés aumentaban y sabiendo que era algo que necesitaba que me dijeran.
Él titubeó un poco, el aumento de los latidos de su corazón me hizo abrir mucho los ojos y me senté con rigidez para mirarlo desde mi posición.
“Recibimos nuevos huéspedes antes del amanecer. Fugitivos de la montaña. De momento los hemos alojado en una habitación en el ala de invitados, pero han traído noticias sobre cómo están las cosas por allí y no sabemos muy bien qué creer”, miró fijamente a Meadow y yo capté en su mirada que se estaban comunicando.
Había algo que ninguno de los dos quería decir en voz alta, pero ambos eran tan evidentes que resultaba penoso.
“¿Es malo? ¿Qué sucede?”, espeté, ansiosa y con los nervios a flor de piel, de modo que él me rodeó con su brazo y se inclinó para acariciar mi rostro suavemente.
“Es Carmen… esta mañana llegó aquí con su madre, pero sin su padre”, hizo una pausa esperando mi reacción y me tensé por completo.
Se me hizo un nudo en el estómago y mi corazón parecía retumbar dentro de mi cabeza mientras se me secaba la garganta. No es que tuviera nada de qué preocuparme cuando se trataba de ella, simplemente la odiaba, y nuestra historia no era muy buena.
Era su ex amante, ex casi pareja, y casi lo pierdo por su culpa, pensando que la había marcado hace meses. Sabía que no debía sentir nada, pero era complicado. Los celos me consumían rápidamente mientras mi cuerpo se veía envuelto en cólera e ira. Carmen era una z%rra y de ninguna manera era alguien que pudiera agradarme.
“Que se vaya a buscar otro sitio en donde esconderse. Ella eligió quedarse y ahora, ¡estamos convenientemente aquí cuando todo se fue a la mi%rda!”, intenté apartarme, con los pelos de punta, pero me sostuvo con fuerza y no cedió.
Me mantuvo atrapada en su abrazo para que no pudiera alejarme de él. Sabía cómo lidiar conmigo cuando me enfurecía. No me soltaba ni se movía para evitar que me fuera. Sabía que podía explotar si me dejaba ir y seguir despotricando.
“Lo pensé, créeme, lo hice. Ella no es el principal problema, no puedo echar a su madre. Ella nunca hizo nada malo… Lorey. La montaña es un caos por culpa de mi padre. La gente está sufriendo…”.
Intentó calmarme, pero yo lo interrumpí enfadada.
“¿Y su padre? ¿No es el segundo al mando de Juan? ¿No vendrá a buscarla y pondrá a nuestra gente en peligro?”, resoplé impaciente, con los dientes apretados, sabiendo que estaba cometiendo una estupidez. La situación no era exactamente lo que esperaba cuando entré al salón. Ella se había encargado de acabar con mi buen humor de un solo golpe.
“Ella dijo que esa era la razón por la que se habían ido. Los lobos de alguna manera tuvieron acceso a nuestros recuerdos y los están pasando en la montaña. Saben… lo que le hizo a tu familia, a mi madre, todo”, dice Colton.
“Están empezando a verlo como lo que realmente es, y Tawna no pudo quedarse al lado de un compañero que había traicionado a su pueblo y apoyado a un alfa que asesinó a los suyos. Están aquí para que las protejamos, no para que las juzguemos”, su tono severo me mostró que estaba a un paso de usar su don de alfa y lo fulminé con la mirada desafiándolo.
Me miró con el ceño fruncido y las vibraciones parecieron retroceder un poco. Él sabía muy bien que yo estallaría si intentaba controlarme.
“Juan está perdiendo el control; la montaña está débil y eso hace al resto de nuestra gente más débil. Está tan centrado en intentar mantener a los que quedan, que está ignorando la amenaza de los vampiros. Sus ataques son tan frecuentes como los nuestros y han perdido a muchos por su descuido”, exclamó Meadow con pesar, atrayendo mi furia hacia su genuina expresión de angustia, lo que hizo que me calmara por completo.
Su preocupación por esas personas reflejaba mi propio instinto como Luna de querer ayudarlas. La idea de que los lobos confiaban en él para mantenerlos a salvo y, sin embargo, morían en sus manos me revolvió el estómago y el corazón, lo cual enfrió esa punzada de celos casi de inmediato.
Como Luna de mi pueblo, su cuidado y protección era mi objetivo en la vida, y me dolía pensar en las personas vulnerables que habían quedado atrás, que tenían miedo a cada segundo. Sabía lo que era vivir como una posesión bajo el dominio de Juan.
“Dice que los encierra como si fuera un campo de concentración y que castiga duramente a los que intentan salir. Estamos hablando de palizas en el pabellón de aislamiento, torturas… está loco y los obliga a quedarse con él”, Radar fue quien echó más leña al fuego con su tono malhumorado, la rabia era evidente en sus palabras, y yo sacudí la cabeza con incredulidad.
“Siempre supimos que utilizaría cualquier medio para conservar el poder”, asentí con tristeza e intenté no imaginarme a cuántos niños y mujeres habíamos dejado allí para que los controlaran y abusaran de ellos.
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