El destino de la huerfana -
Capítulo 129
Capítulo 129:
“Entonces, ¿Eso es un sí? Nunca se ha apareado. No tiene amantes, ni novias. Es totalmente soltero. Creo que quizás es tímido y tú lo intimidas”, me encogí de hombros, ni siquiera iba a fingir que a ella no le gustaba.
Llevaba meses comportándose como una nerviosa virgen cada vez que él aparecía, y él se mostraba tenso, cortante, incapaz de entablar conversación alguna y se marchaba tan rápido como podía.
Yo ya sabía que a Radar le gustaba ella y no sería del todo horrible ver a la Rema tener un poco de felicidad. A lo mejor así, aunque ninguno actuara de forma física y solo se hicieran amigos o algo así, ella no estaría tan triste.
“Mi vínculo con… no puedo hacer nada, con ningún macho. No tiene sentido tentar a alguien con algo que no tiene futuro. Radar merece una buena hembra sin complicaciones. Es leal, dulce, estable, y completamente eficiente en términos de protección. Si alguna vez saliera de esta casa, él seguiría siendo mi guardia”, se dio la vuelta y miró por la ventana con desgana.
Estaba un poco abatida, con los ojos empañados por la emoción, pero eso solo hizo que en mi mente surgiera una idea.
“Creo que, como Luna, mi suegra, la Rema de esta manada, todavía necesita a sus propios guardias. Aunque sea para sentarse al sol y jugar a las cartas. Estoy segura de que Radar no se opondría a retomar su labor donde la dejó hace una década”.
“No lo hagas, sé que tienes buenas intenciones, pero Juan nunca me dejará ir, y este vínculo solo hará que todos se sientan miserables si me permito relacionarme con otro de alguna manera”, el cansancio en su tono me hizo callar y supe que era inútil.
Llevaba seis meses aquí, tres de ellos en los que la veía lo bastante bien como para relacionarse con la manada, pero seguía prefiriendo la soledad, la distancia y el alejamiento de cualquier otra relación que no fuera con Colton o conmigo.
Ella se estaba castigando por las cosas que no había podido evitar y se estaba dejando marchitar en esta habitación, en lo alto del ala oeste. Exhalé derrotada y triste. Me dolía el corazón porque ella más que nadie merecía ser feliz y el destino la había abandonado.
Por mí, Juan podía tirarse a un lago. En los últimos meses habíamos tenido poca comunicación con la montaña. Había habido una avalancha ocasional de fugitivos que se dirigían hacia aquí para encontrar refugio entre nuestros muros y sabíamos que Juan solo estaba haciendo tiempo mientras averiguaba qué hacer con nosotros.
No le dimos ninguna oportunidad. Nosotros nunca nos alejamos de nuestras tierras y nos centramos en vivir nuestras vidas. Tal vez por eso se había mantenido alejado y nos había dejado en paz.
Quizás pensaba que la profecía estaba equivocada y que la única rebelión por mi parte había sido la creación de nuestra pequeña manada y nuestra nueva vida lejos de la sombra de la montaña.
Él se había centrado en reunir a su ejército para prepararse para la guerra contra los vampiros y nosotros, por el momento, parecíamos haber desaparecido de su radar. Sin embargo, yo no lo había olvidado. Mi familia pereció en sus manos, y no iba a dejar que ese rencor muriera nunca. Un día tendríamos nuestra oportunidad.
Volví a concentrarme en el aquí y el ahora. Me di cuenta de que ella se había levantado y se había acercado a la ventana de su balcón para mirar hacia fuera mientras la lluvia empezaba a caer y atenuaba el brillante sol que nos había despertado esta mañana.
El día estaba tranquilo, nublado y con amenaza de lluvia, un poco frío, pero agradable. Un tiempo perfecto para quedarse dentro y trabajar en algunos detalles de la escuela.
“¿De verdad crees que el sueño de Colton es encontrar una forma de desahogar su eterno estrés?”, le pregunté, sabiendo que ella nunca me mentiría, y menos estando solas.
Ella y yo habíamos construido un vínculo estos últimos meses, casi como madre e hija. Nunca supe cuánto necesitaba una hasta que ella despertó hace tantos meses y me mostró lo que era volver a tener una madre.
“La mente es una herramienta compleja y a menudo frustrante. Ser vidente no siempre es lo que parece”, su tono era distante y fruncí el ceño ante su respuesta.
“¿Alguna vez te has arrepentido del camino que tomaste basándote en tus propias visiones?”, pregunto.
Siempre había querido saberlo, pero nunca me había parecido apropiado preguntárselo. Ella había sacrificado tanto por mi vida que quise saber si, de tener otra oportunidad, habría preferido no ver la verdad y vivir en una feliz ignorancia con su pareja y su hijo, en lugar de perderse diez años de sus vidas.
Se detuvo un momento, inmóvil como una estatua, y pude ver cómo su mente daba vueltas mientras meditaba aquello. Sus emociones se estabilizaron y su semblante se iluminó hasta alcanzar una calma casi acerada.
“No. No puedo decir que sí. Me arrepiento de haber dejado a mi hijo solo durante tanto tiempo, pero él no sería el hombre que es ahora y no habría encontrado la felicidad contigo si yo no hubiera hecho eso. Yo preferiría vivir una existencia solitaria basada en la verdad, sin ese monstruo como compañero, que vivir en la ignorancia y disfrutar de una falsa felicidad. Nada de nuestro vínculo fue verdadero…”, dice.
“Estuvo planeado desde el momento en que puso sus ojos en mí. No me arrepiento de lo que hice, solo de no haberlo hecho mejor y de no haber dejado ninguna posibilidad de ser yo quien clavara un cuchillo en el corazón de ese monstruo”, me miró con valentía, con una pizca de fiereza en sus ojos y yo asentí, sabiendo que su único deseo en la vida era verlo caer.
Al adorar a esta mujer que significaba tanto en mi vida, no podía creer que durante tanto tiempo hubiera ignorado su importancia.
Yo sabía que ella hablaba en serio y no era la primera vez que había expresado su deseo de terminar con su pareja. Muchas veces le había dicho a Colton que, si no nos hubiera unido para la eternidad, marcharía a esa montaña y acabaría con él y con ella misma para siempre.
Una verdadera Luna, que anteponía a su gente por encima de su propia vida.
“Un día encontraremos la forma de liberarnos a todos. Tal vez con magia… tal vez el destino lo resuelva por nosotros. Siento que esto aún no ha terminado”, dije para alejarla de sus pensamientos sobre esa oscura sombra en su corazón.
“Quizás… si aún pudiera ver el futuro, eso ayudaría, pero desde que desperté parece que mi hijo es el único que tiene visiones. Siento como si mi magia disminuyera mientras él se hace más fuerte, y no sé si se supone que así sea. No sé lo que eso significa”, sus palabras se apagaron mientras se quedaba pensativa, yo abrí los ojos por la sorpresa y me quedé boquiabierta al oírla.
Me levanté para acercarme a ella al tiempo que sentía náuseas.
“¿Se lo has dicho a Colton?”, esto era nuevo para mí, era la primera vez que mencionaba la pérdida de su don. Esto era algo importante.
“No, pero lo haré, no quería que se preocupara creyendo que algo andaba mal. Tal vez sea un declive natural de mis dones a medida que aumenta mi descendencia. No puedo decir que recuerde si mi madre pasó por esto, pero tal vez con las hijas es diferentes”, suspiró y se encogió de hombros como si no tuviera importancia, pero yo no podía quitársela.
“¿No crees que no sea por otra razón, que tu tristeza; y descontento estén dañando de alguna manera tus dones? Tu vida ha cambiado mucho desde que despertaste. Es normal que experimentes algún tipo de reacción mental ante todo lo que has perdido”.
Había oído que el estado emocional podía debilitar cualquier tipo de don sobrenatural y había muchas posibilidades de que éste fuera el caso.
“Puede… ser. Supongo que el tiempo lo dirá”, me desanimó su tono, pero no quise insistir con cosas que parecían molestarla.
Sabía que por el momento aún podía usar su magia y esperaba que lo resolviéramos antes de que perdiera la que tenía. Su magia era un don que debía ser apreciado. Nos salvó de muchas cosas y sería un error que la perdiese.
“¿De verdad no te preocupan las brujas del bosque?”, pregunté desviando nuestra conversación y volviendo a lo que nos había traído hasta aquí tan temprano en la mañana.
Sabía que le había dicho a Colton que no, que siempre y cuando nos mantuviéramos dentro de los límites estaríamos a salvo, pero mi instinto me decía que no estaba siendo del todo sincera.
“No, y al mismo tiempo… sí. Las brujas son otra raza, y en mi tiempo dormida, no sé qué cambios ha habido en el mundo. Hay tantas formas prohibidas de magia oscura que la mayoría la evita. No sé si todavía lo hagan. Debemos ser cada vez más conscientes y jugar a lo seguro, hoy más que nunca”, me miró inexpresivamente a los ojos y yo asentí con la cabeza.
Un sentimiento de desconfianza se apoderó de mis entrañas y, por primera vez desde que habíamos empezado a vivir aquí, sentí miedo. Bajé por la amplia escalera principal después de comer con Sierra, sintiéndome abrumada por todo lo que habíamos hablado.
Era casi mediodía y la casa estaba inquietantemente silenciosa, pero los ruidos de la animada aldea se filtraban a través de las ventanas que la ligera brisa había abierto.
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