Capítulo 126:

“Colton, ¡Juraría que tienes más de quinientas razones para sentirte caliente conmigo todos los días! Ayer fue porque cenamos costillas… luego porque salió el sol después del almuerzo… y antes del desayuno, me despertaste con ganas porque era martes por la mañana”, suspiré con indulgencia y deslicé mis brazos alrededor de su cuerpo, mientras trataba de acomodarme en el agarre con el que me tenía aprisionada.

“¡Cariño!, ¿Está mal querer desnudarme con mi pareja tantas veces como pueda? Solo seremos jóvenes por unos ochenta años, más o menos”, pregunta Colton.

Me reí y lo golpeé con suavidad en la cabeza con los puños cerrados, después puse los brazos alrededor de su cuello y saboreé la sensación única de su piel contra la mía. Presioné mi rostro contra su pecho, para inhalar todo lo bueno de él.

“Hmm… ¡No cambies nunca!”.

Mientras me llevaba al baño, me invadió un súbito sentimiento de adoración hacia Colton. Era en serio, nunca había conocido la felicidad o esta sensación de tener un hogar antes de estar a su lado, y ser su pareja estos últimos meses fue la culminación de cada uno de los sueños y deseos que nunca supe que tenía.

“No lo tenía planeado. Tú me amas así… y así me quedo. ¡Tengo que mantener feliz a mi Luna!”, dijo sonriendo el muy descarado.

Colton sonrió, siempre pícaro, siempre risueño, mientras me arrastraba a la ducha para que me bañara.

“¿Las sentiste, pero en realidad no las viste? ¿O era una sola?”, le preguntó Sierra a Colton, mirándolo con ojos inquisitivos.

Estábamos sentados frente a ella mientras desayunábamos, algo que normalmente hacíamos en su propia suite, ya que Sierra lo prefería de esa forma.

Colton me pasó el plato de panqueques, encogiéndose de hombros en su dirección. Era tarde para un desayuno, pero nuestras labores de patrullaje a veces nos obligaban a desayunar cerca del mediodía, al menos un par de veces a la semana.

“Solo la sentí. Tal vez era una, aunque no podría asegurarlo. No conseguí verla, pero mis ojos se volvieron azules y pude sentir su magia en el aire… débil, pero estaba allí, justo más allá del perímetro”, dice Colton.

Enseguida, Colton me sirvió unos panqueques, obsequiándome con una sonrisa suave que podía traducirse como ‘Te amo’, mientras añadía jarabe de arce a la pila que me había puesto en el plato. Me serví tocino y comencé a comer, mientras su madre lo observaba fijamente.

Sierra suspiró y pareció sentirse desgarrada por un largo momento, mientras comenzábamos a comer los panqueques, el tocino y los huevos en los que tanto insistí más temprano esa mañana.

Mi apetito había crecido una enormidad desde que comenzamos a transformarnos a diario, y Colton siempre estaba dispuesto a complacer mis necesidades.

“No me sorprende que las brujas se hayan puesto del lado de los vampiros, ahora que sabemos cómo comenzó todo esto. Son las menos malvadas en esta guerra, aunque sea difícil de creer. Los lobos maltratan a los de nuestra especie, pero los vampiros no…”, dice Sierra.

“Supongo que ellas esperan que una alianza les permita salir de las sombras para vivir libres de nuevo. Demasiadas brujas fueron masacradas y han tenido que vivir ocultas durante cientos de años”, Sierra tomó su tenedor, pero no parecía tener mucho apetito por el momento, así que se limitó a hacerlo girar en su mano.

Su semblante estaba tenso, y yo podía sentir cómo sus nervios emitían oleadas sutiles desde que Colton le contó sobre el incidente con las brujas.

“¿Qué significa para nosotros que ahora ellos tengan la magia de su lado?”, intervine.

No me sentía exactamente en paz con esta conversación, mientras la ansiedad se arremolinaba en mi estómago.

Enseguida miré a Colton, que por una vez, no parecía interesado en la comida. Lo observé empujando su tocino con desinterés, mientras miraba a su madre. Mi hombre tenía siempre un apetito voraz, por lo que su indiferencia me llevó a pensar que no estaba tan tranquilo como quiso hacerme creer toda la mañana.

“¿Dentro de estas paredes? ¡Nada!” exclamó Sierra.

“Pero más allá de las piedras de protección de nuestra tierra, debemos tener miedo. Las brujas tienen poderes contra un pequeño número de oponentes. Y nosotros no somos un grupo precisamente grande, eso nos hace un blanco fácil”, explica.

“Supongo que por eso que hemos tenido tantos ataques en las últimas semanas. Los vampiros están tratando de acabar con los más pequeños de nuestra especie, antes de que tengamos chance de unirnos para emprender una nueva guerra. En números, ellos no son rivales para nosotros”, termina de explicar Sierra.

A pesar de que estas palabras debieron infundirme confianza en nuestra seguridad, todo lo que pude sentir fue una abrumadora tristeza.

Últimamente, Sierra había estado tranquila y sus poderes iban en aumento. Ahora pasaba más tiempo estudiando los grimorios y menos aventurándose fuera de sus propios muros. Yo sabía que seguía suspirando por un compañero al que odiaba, pero de quien no podía desligarse, y por la vida que perdió y a la que no podía regresar.

Su infelicidad se agudizó durante estos últimos meses, y yo no creía que se debiera a los ataques de los vampiros. Más bien era su corazón, que estaba afligido, y cada nuevo problema o inquietud la hacía sentirse menos útil para su manada.

“Entonces, ¿Su magia no puede llegar más allá de las runas enterradas fuera del perímetro?”, interrumpió Colton con los ojos puestos en su madre.

Noté que él también había percibido la falta de energía subyacente en ella, pero estaba segura de que no la presionaría. Todavía la trataba corno un cristal precioso, que podría romperse si soplaba demasiado fuerte.

“No. Esas runas fueron creadas y enterradas por mi tatarabuelo bajo la guía de la bruja más poderosa del mundo. Él era un gran hechicero, y se aseguró de que esta casa resistiera cualquier tipo de magia, siempre que no proviniera de la sangre”, dice.

“Podemos usar nuestro propio poder para ir y venir a nuestro antojo, pero cualquier otra persona tocada por un hechizo o un don indeseado, no podrá pasar. ¡Ni siquiera estoy segura de que los humanos puedan hacerlo sin que nosotros lo permitamos!”, continúa diciendo.

“Eso supuse. Entonces, siempre que estén fuera de los límites, ¿pueden arrojarnos todo lo que tengan y nada pasará?”, pregunté alzando una ceja, con el deseo de encontrar algo de paz en esa creencia.

La primera línea fronteriza, donde se encontraban las piedras rúnicas, estaba a unos tres metros de las murallas del pueblo y del camino de entrada.

“Sí”, Sierra parecía muy segura de eso, así que tuve que conformarme.

Era una preocupación menos. Podíamos dormir por la noche sabiendo que nadie entraría, incluso si los vampiros se acercaran.

Desde luego, tendríamos que seguir patrullando para proteger nuestras líneas eléctricas y telefónicas, así como los principales suministros de agua que llegaban desde el oeste. Los vampiros habían estado apuntando a esos objetivos con cada nuevo ataque.

“A partir de ahora, nos enfocaremos en reducir la distancia de persecución. Ya no usaremos más la frecuencia como una medida de distancia. ¡Vamos a marcar adecuadamente el límite de las runas y ningún miembro de la manada podrá traspasarlo, hasta que sepamos más sobre lo que pretenden hacer!” Colton dejó su tenedor sobre la mesa y frunció el ceño.

Sus ojos estaan fijos en la gran ventana doble de la veranda, mirando la amenazante presencia del bosque y la montaña distantes, como si tratara de detectar visualmente al enemigo. El sol brillaba, a pesar del aire frío, y la tierra ante nosotros era verde y deliciosa. ¡Qué lejos parecía todo del sombrío peligro al que nos enfrentamos anoche!

“No es una mala idea, ¡La seguridad primero, como siempre!”, le respondí, sonriendo levemente, sabiendo que lo hacía por el bien de nuestra gente. Entonces toqué su plato para animarlo a comer.

“Hablando de magia… he tenido otro sueño…”, Colton se volvió cauteloso al instante; su postura se endureció y una oleada de frío intenso se esparció rápidamente en la atmósfera que nos rodeaba.

Le dirigí una mirada interrogante y sorprendida. No me había mencionado últimamente ningún sueño, así que entrecerré los ojos con dudas incipientes.

“¡¿Cuándo?!”, pregunté con cierta brusquedad.

Odiaba la idea de que me hubiera ocultado algo, nosotros no éramos así.

Él me lo contaba todo, y yo a él, por lo tanto, no teníamos secretos. Era una relación completamente honesta.

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