El destino de la huerfana -
Capítulo 123
Capítulo 123:
Apenas pude verlo en el último segundo y traté de desviarme en el aire con un grito que sirviera de advertencia, en caso de que me estrellara contra él.
Pero Colton se detuvo en seco en mitad del sendero y rápidamente saltó a un lado, permitiéndome aterrizar cerca de él sin que se produjera la colisión.
“¿Qué sucede?”, Sus ojos color ámbar se clavaron en los míos mientras yo recuperaba el equilibrio, jadeando levemente después de la alucinante carrera a alta velocidad.
El negro y reluciente pelaje enmarcaba aquellos ojos de la manera más siniestra. Afuera, en la oscuridad del denso bosque, se veía extrañamente diabólico.
Con una altura de casi seis pies y erguido sobre sus cuatro patas, era el lobo más impresionante de la manada y un alfa nato, capaz de hacer que mis rodillas temblaran. Sin embargo, durante estos meses en los que habíamos gobernado juntos, Colton había llegado a confiar en mis instintos tanto como en los suyos.
Aun siendo un líder y un maestro, siempre me escuchaba, tal como ocurrió en ese momento.
“Puedo sentirlos… ahí fuera. Ya no corren. Están esperando. ¡Lo juro!, puedo sentirlo”, repetí.
Estaba segura de que se habían detenido y su miedo anterior se disipaba. No tuve dudas, así que adelanté mi nariz hacia la sombra amenazadora de la montaña, como si quisiera presionarla.
En los últimos meses, desde que me convertí en Luna, habíamos perseguido docenas de vampiros que habían roto nuestras líneas y entrado en nuestras tierras para acabar con los más débiles de la manada.
Matamos a muchos, más de los que quería recordar y, sin embargo, seguían llegando con una regularidad alarmante, incluso después de saber que su arma para inmovilizarnos era inútil, siempre que nos mantuviéramos dentro de nuestros propios límites.
El doc y la madre Luna Sierra habían creado una frecuencia para ser reproducida en los parlantes de la granja, capaz de inutilizar la de ellos, a menos que estuviéramos fuera de su alcance.
Nadie podía escucharla, ni siquiera nosotros, pero nuestras habilidades para seguir siendo lobos eran la prueba de que funcionaba. Se sobreponía al arma y nos mantenía a salvo.
Justo ahora, todavía nos encontrábamos dentro de su radio de acción y, sin embargo, me di cuenta de que ellos ya no trataban de escapar. Aquello no tenía sentido, puesto que los vampiros siempre corrían hacia el límite exterior cuando sabían que les pisábamos los talones.
¿Era una trampa? De ser así, no tenía idea de qué estaban planeando… los superábamos en número y en una pelea cuerpo a cuerpo éramos más fuertes.
Colton giró la cabeza en la oscuridad que nos rodeaba como si esperara verlos y le ordenó mentalmente a la manada que se detuviera y aguardara. Exhalé con alivio cuando llegaron las obedientes respuestas.
“¡Sí, Alfa!”, al tiempo que sentía que las vibraciones de los nuestros se detenían de inmediato.
Nuestra sub manada esperó de pie antes de continuar, donde sea que se hubieran detenido en el tupido bosque que nos rodeaba. La obediencia era su cualidad más sobresaliente, y no se moverían a menos que Colton diera la orden.
No lo sé. Algo se sentía diferente. Pude saborear la anticipación… una sospecha que no me gustaba. Ya reunida la manada, dimos la vuelta, porque de todos modos, la línea limítrofe estaba justo adelante, así que no iríamos mucho más lejos una vez que llegáramos ahí.
Como Luna de la manada, yo también tenía la autoridad para hacerlos regresar, a través del vínculo que nos unía, pero por respeto al dominio de mi compañero, dejé que él los convocara. La cacería había terminado y los enemigos habían sido ahuyentados esta noche, pero no pondríamos en peligro a nuestra gente.
Ya habíamos perdido a demasiados en los últimos seis meses y no podría soportar el dolor de una nueva pérdida. Nunca era fácil, ni siquiera cuando se trataba de un lobo a quien jamás conocí. Tal es la maldición de estar en el corazón de una manada. Ser Luna significaba amarlos a todos.
Colton vaciló por unos instantes y volvió a mirar hacia la oscuridad, pensando, decidiendo.
Luego resopló disgustado, sacudiendo la cabeza y dejando claro su desagrado, pero no tuvo más remedio que estar de acuerdo. Mi lobo se había convertido en un cazador y, a veces, me preocupaba que se acostumbrara en exceso a la emoción de la batalla.
A veces, al defender a la manada, había una frialdad en él que me hacía recordar que todavía era un Santo. Casi podía saborear su energía burbujeante y su voluntad de seguir adelante, con aquella incansable agresividad debida a una persecución que no pudo terminar en pelea.
‘Como ordene mi Luna…’, dijo Colton bajando la cabeza hacia mí, de modo que su nariz casi tocó una de sus patas en una reverencia fingida.
Fue un intento de aligerar los ánimos con un poco de humor. Enseguida, a través del enlace, lo escuché llamar a los demás miembros de la patrulla, pidiéndoles que volvieran a la seguridad de nuestro territorio.
Nadie discutió la orden, solo hubo consenso y ruido de susurros cuando comenzaron a dar la vuelta para volver a cana.
Me sentí rodeada de una atmósfera de alivio mezclado con decepción, que me llegaba en vibraciones mixtas. Parecía que todos se habían acostumbrado en demasía a la batalla y al derramamiento de sangre.
‘¡Vamos!’, asentí moviendo la cabeza hacia los arbustos, dando la vuelta para irme, pero Colton se puso de pie por un momento y dudé en dejarlo. Hice una pausa para volver a mirarlo y contemplar su escultural figura.
“¿Qué estás esperando?”, pregunto.
“No sé…. Algo está ahí fuera con ellos. Puedo percibirlo, ahora que nos hemos detenido, no lo noté antes porque es débil. No son solo los vampiros… puedo sentir algo más”, había un trasfondo, un filo en su tono, pero de pronto, se deshizo de su curiosidad y se movió hacia mí.
Cuando Colton se dio la vuelta, apenas pude reprimir un jadeo, ante la inusual vista de sus ojos brillando en un tono azul etéreo.
No es que aquello me fuera completamente ajeno, porque sabía que la bruja en su interior a veces se enfurecía, pero rara vez se mostraba cuando estaba en forma de lobo, ya que era más un don relacionado con los humanos y generalmente estaba restringido por sus cualidades como lycan.
Solo aparecía en situaciones muy específicas, como cuando usaba sus poderes curativos mientras Sierra lo entrenaba para ser más eficiente, o cuando tenía visiones y le llegaban pequeños fragmentos del futuro. También se desencadenaba al acercarse a su madre, mientras ella se encontraba en su propio estado de fulgor.
“Tus ojos… ¡Son azules!”, señalé, cerrando la brecha entre nosotros para observar el color casi luminiscente, mientras él fruncía el ceño, sacudiendo la cabeza para tratar de cambiarlo.
Era obvio que ni siquiera estaba consciente de lo que sucedía, así que supuse que no había visiones ni nada en él que encendiera el resplandor.
“Eso es nuevo. Por lo general, solo sucede cuando mi madre está cerca y está usando su…”.
La cabeza de Colton giró para volver a mirar el punto en el que estuvo concentrado antes e inmediatamente se quedó en silencio. Su mirada se redujo a un ceño fruncido, emitiendo un gruñido bajo desde lo más profundo de su garganta, acompañado de una vibración.
“¿Qué es? ¿Qué puedes ver?”, pregunté escudriñando la oscuridad, con mis sentidos en alerta máxima y el cuerpo hormigueando. Todavía podía sentir a los vampiros en la distancia, alimentándose de su explosión de hostilidad.
La desventaja de tener en mi sangre una parte de ellos es que, desde que descubrí mis facultades, siempre puedo sentirlos cuando están cerca. Todo aquello, mezclado con las emociones de mi pareja, me hacía sentir náuseas y letargo.
“Es una bruja… ¡Vamos, muévete! Hay que alcanzar a la manada. No debemos rezagarnos, tengo que protegerte”, dijo Colton.
Las palabras de Colton eran pesadas y las había matizado con ira, pero también con preocupación. Cuando se trataba de protegerme, él nunca se arriesgaba y definitivamente, era sobreprotector.
No discutí, ya que confiaba plenamente en sus instintos. Enseguida giré, levanté mis patas y corrí como el viento de regreso por donde habíamos venido.
Pude sentirlo cerca de mí, siempre unos pasos atrás, aunque sabía que él era más rápido que yo en una carrera. Permanecía en la retaguardia por si acaso eso que estaba ahí fuera nos estuviera siguiendo, y también porque nunca dejaba de protegerme.
No era que yo lo necesitara, y en cuanto a los poderes de uno y otro, lo cierto es que a veces Colton requería mis cuidados.
A medida que crecían mis facultades, las cuales había estado perfeccionando a lo largo de los meses, descubrí lo poderosa que podía ser. Diría que era como deslizarse en un baño tibio después de un día largo y duro; una sensación que me despejaba y rejuvenecía.
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