Capítulo 116:

Es difícil pensar que marcó a alguien cuando no hay nada en su impecable cuerpo, excepto un tatuaje tribal de su manada en su hombro… y una gran cantidad de músculos tonificados.

¡Mi ira hierve a fuego lento y no está dispuesta a retroceder, porque sé lo que sentí en el bosque! Ese tipo de dolor y la sensación de traición no vienen de la nada; él tuvo que haber hecho algo.

“Está bien… de acuerdo, tal vez no fue eso, pero lo que sentí fue real. Obviamente lo hiciste con ella. De cualquier manera… ya no sucederá nada entre nosotros; el vínculo está estropeado y tú nos hiciste esto”, cruzo los brazos sobre mi pecho. Mi espíritu de lucha se apaga porque estaba muy segura y, sin embargo, me equivoqué.

Mi corazón late como un tambor de guerra y mi cuerpo comienza a temblar con el excesivo dolor y energía que me atraviesan. Colton parece que va a explotar allí de pie, amenazador y tan cerca. Una nueva ira enciende su cara angulosa mientras tensa la mandíbula y aprieta los dientes.

“¡Yo no me la c%gí! ¿Qué te pasa? Toda esta mierda extraña desde que vine por ti… que no me dejaras tocarte, todo esto… ¿Crees que te engañé? ¿De eso se trataba? Porque… ¿Lo sentiste? No, Lorey, lo que sentiste cuatro días después de la desastrosa conversación en el comedor fue que yo descubrí que te habías ido”, admite.

“Acababa de regresar de una misión de reconocimiento con Matteo, y me enteré de que la chica por la que decidí luchar se había ido, lo cual me destruyó por completo; además, mi beta, mi mejor amiga”, explica.

“¡No me lo dijo! Esto impidió que pudiera encontrarte. Traicionó mi confianza de la peor manera, Meadow me rompió el corazón con su traición… Tú lo rompiste al irte. Regresé por ti y para decirle a mi padre que me iría y te llevaría conmigo aunque se interpusiera en mi camino. Ella sabía que tu partida me lastimaría, y así fue”, dice también.

“Nunca tuve la intención de marcar a Carmen. Tú eres mi compañera, y lo has sido desde el momento de la imprimación. Sin importar lo que dije o lo que parecía, siempre te quise, te soy leal, estoy loco por ti, ¡y no seré feliz hasta que te haya marcado! Eres mi alma gemela y te necesito. ¿Por qué demonios iba a arruinar eso más de lo que ya lo hice?”, me quedo en un silencio atónito.

Colton respira de manera entrecortada debido al derroche de palabras iracundas, que se tornaron casi tranquilizadoras; toda su conducta se suavizó cuando llegó al final, y sus ojos volvieron a su color marrón chocolate cuando dejó ir la ira y probó que yo estaba equivocada.

Él está parado, mirándome con el ceño ligeramente fruncido sobre su linda expresión de chico arrepentido, y yo no puedo moverme.

Mi estómago se retuerce de dolor y quedo atrapada en un mundo de confusión, mientras sus palabras reverberaban en mi mente y mi corazón, y experimento un sube y baja de emociones; júbilo, pues en su perorata eliminó toda duda y confusión acerca de por qué se ha esforzado tanto para que nos conectemos románticamente; el enojo conmigo misma, porque me fui cuando podría haber estado con él todo este tiempo.

Pero él tiene razón sobre Sierra… No la habría encontrado de otra manera, y tal vez el destino siempre tuvo la intención de que fuera así.

Me siento tan estúpida, tan culpable y avergonzada, y lamento que hasta ahora supiera esto. Miro el suelo, pues soy incapaz de verlo a los ojos. La vergüenza me inunda y mi tonto orgullo se resquebraja.

No rompió el vínculo, no me traicionó y, de hecho, llegó a casa dispuesto a luchar por mí, solo para descubrir que me había ido y que era demasiado tarde.

Estoy enojada conmigo misma por las semanas que no lo dejé comunicarse conmigo; si nos hubiéramos enlazado, él me habría dicho que volviera a casa con él o que vendría por mí.

Pasé por semanas de angustia y soledad, cuando él siempre estuvo esperándome, buscándome y sin darse por vencido con nuestra relación. Lo dijo en serio… realmente no lo hizo, y lo mantuve a distancia porque creí que su dolor y su sensación de traición se debían a otra cosa.

“¿Por qué no me preguntaste cuándo vine por ti? Esto podría haber terminado entonces”, Colton da un paso hacia mí. Su voz ahora es baja y controlada, con toques de arrepentimiento.

Se acerca un poco más, con suavidad, y me rodean su olor y su presencia. Me quedo quieta, mirando mis pies, como disculpa y por la fatiga mental. Finalmente, puedo dejar ir parte de esta ira y dolor. Queda una enorme pesadez dentro de mí, la que he estado cargando durante semanas. Todo eso era innecesario.

“No creí que fuera necesario. Sentí algo… estamos conectados. Supuse que te habías dado cuenta de que yo lo sabía”, sueno débil, pequeña y las lágrimas salpican mi voz cuando él se acerca.

Colton desliza sus manos fuertes y cálidas por mis brazos, desde las muñecas, y las apoya en mis hombros. Exhala con fuerza mientras tira de mí hacia él, por lo que quedamos a solo milímetros de distancia. Su tacto y su calor me calman con su amabilidad.

“No tenía ni idea de que pensabas eso, o te lo habría dicho, Lorey. No tenía idea de que eso pasaba por tu cabeza. Supuse que te habrías enterado de que no la marqué. Supuse que estabas enojada por cómo terminó, y que te hice sentir que irte era la única opción que tenías”, confiesa.

“Lo siento, nena, por todo, pero te juro por mi manada, por mi vida, por nosotros, que no he hecho nada para traicionar el vínculo. Te he sido fiel. Proyectaré cada recuerdo que no tengas de nuestro tiempo separados y te lo demostraré”, su suave voz cae sobre mí como un bálsamo cálido. Rompo en pequeños y estúpidos sollozos, y me lanzo hacia él para que me abrace.

Soy yo quien necesita que la perdone, y me quiebro con facilidad al saber que él nunca hizo nada para que lo odiara.

Colton no duda: me abraza con fuerza y me presiona contra su pecho; es un abrazo de cuerpo completo en el que me siento segura y protegida, y todo el dolor y la angustia se desvanecen y lloro por todo lo que he pasado en las últimas semanas, cuando lo odiaba y lo necesitaba, y tenía el corazón roto por él.

Todo parece tan tonto y una nimiedad ahora que estoy abrazada a él, con su aliento sobre mi cabello, borrándolo todo. El chico que me apoyó y me dio palabras sabias está aquí, donde lo necesito. Colton hace lo que se le da mejor; me abraza y alivia mi ansiedad y ahuyenta mis lágrimas.

“Lo siento…”, emito este sonido sordo y patético contra su pecho sólido y suave.

Sentir su piel junto a la mía es como volver a casa, al mejor lugar del mundo, y estar envuelta en una cálida y acogedora sensación de seguridad.

“No, nena. Yo lo siento, por todo. Es mi culpa. No pude hacer lo que estaba destinado a hacer. Fracasé en cuidar y proteger a mi pareja, y ni siquiera me di cuenta de cuánto dolor sentías por un estúpido malentendido. Perdóname princesa… dame otra oportunidad para demostrar que puedo ser lo que necesitas, lo que mereces”, Colton se hace hacia atrás, desliza su mano entre nosotros para separarnos un poco, guía sus dedos debajo de mi barbilla y me alza la

Cara para mirarme a los ojos, donde ve el lío acuoso de una chica que tiene un colapso emocional. Limpia mi mandíbula con su pulgar y recoge algunas gotas. Me cuida, como siempre y hace que mi dolor sea más intenso. He sido tan estúpida.

“Para ser alguien tan fuerte, lloras demasiado”, me dedica una sonrisa, que también veo reflejada en sus ojos, y sus hoyuelos aparecen y me derriten un poco más.

Esto hace que resople a modo de risa a pesar de las lágrimas. Me limpio la nariz con el dorso de la mano, y mi sonrisa aligera mi estado de ánimo.

“Eso es porque mi pareja es un imbécil que me hace llorar”, repongo con sarcasmo, todavía tratando de secar mi cara. El me ayuda; se levanta la playera y la usa para secarme la cara.

Colton se inclina y me golpea suavemente la frente con la cabeza y suspira; sus hoyuelos vuelven a mostrarse, insinuando una sonrisa sutil.

“Pareja, ¿Eh? ¿Pensaste que eso nunca volvería a suceder?”, pregunta.

Un brillo travieso y una descarada sonrisa de complicidad se extienden por su rostro y, a pesar de lo mucho que lo amo, siento la necesidad de darle un rodillazo en los test*culos por bromear en un momento como este.

“No tientes tu suerte. Todavía tengo muchas razones para estar enojada”, coloco las manos en su pecho y lo empujo, encontrando un poco de esa fuerza de la que habla y recuperándome una vez más.

Reprimo los sollozos y moqueo. Colton me suelta la cara, sujeta mis caderas con rapidez y me jala hacia él, de modo que chocan nuestras caderas y me aprieta contra él.

“Si, pero… sé cómo arreglarlo. Tengo un método comprobado que siempre funciona contigo”, dice.

Otra vez veo ese brillo astuto, y antes de que pueda abrir la boca para cuestionar su respuesta, se precipita hacia mí más veloz que la luz y me besa con fuerza en los labios, apretando su boca contra la mía, uniéndonos apasionadamente.

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