Capítulo 110:

Pasé la lengua por el esmalte terso y brillante, e inhalé su sabor fresco.

Me cepillé el cabello húmedo después de frotarlo casi hasta secarlo con las suaves toallas que colgaban cerca y me embadurné el cuerpo de pies a cabeza con la loción de mi bolso que olía a fruta tropical, en un intento de volver a oler a mujer.

Hizo un gran trabajo al mezclarse con los olores de Colton y acabé con una especie de aroma a piña y oliendo bastante comestible. Me puse rápidamente la ropa interior, así como la playera y me deleité con lo bien que se sentía estar limpia. Nada se podía comparar con este tipo de sensación.

Me sentí mil veces mejor, volví al armario en busca de unos calcetines gruesos y mullidos para mis pies, ahora suaves y flexibles, y me subí a la cama para trenzarme el pelo y apartarlo de mi cara. Las capas ya eran bastante largas y siempre me caían delante de los ojos, así que me hice una trenza francesa en la parte delantera y la terminé a un lado de mi rostro con una pequeña liga de mi bolso.

Me levanté para admirarme en el espejo una vez más, y la diferencia era asombrosa. Estaba radiante y relucía de limpia; mi piel estaba impecable, tenía una apariencia bronceada y resplandeciente.

Mi cabello se volvía a ver más claro y brillante, ya que la suciedad había desaparecido y los reflejos naturales de mi melena rubia brillaban con suavidad. El peinado enmarcaba mi rostro y llamaba la atención sobre mis pómulos, ahora más finos, y sobre mi largo cuello.

Me veía menos como una niña y mucho más como una mujer, y no pude evitar el pequeño aumento de confianza que eso me dio.

Mis ojos verdes me devolvían el brillo, a pesar de las ojeras, pero, en general, me veía bonita. Nunca solía pensar que fuera así, pero ahora lo veía. Era como si por fin viera lo que Colton veía, y ya no era una niña, ni una tímida debilucha que solía huir de todos los Santos.

Ahora me mantenía erguida, con la barbilla en alto, y mi porte tenía más presencia que antes.  Tenía una mirada feroz, porque ya había soportado mucha mi%rda y nadie iba a empujarme de nuevo a las sombras. Tenía unos labios más carnosos, una estructura ósea definida y un pelo más largo que se adaptaba a la forma de mi cara.

Con este aspecto podría hacerle la competencia a Carmen, y sinceramente, en una competencia codo con codo, apostaba por mí. Me resultaba extraño por fin valorarme de esa manera.

Recorrí la habitación, consciente de que ahora que tenía esta energía ya no quería acostarme y el fuego de la inquietud que había en mí se había despertado y estaba acelerado.

De todos modos, yo no quería tumbarme hasta que se me secara el cabello, y ahora tenía ganas de ir a ver cómo estaba Sierra. Colton parecía cansado, así que tal vez podríamos intercambiar lugares.

Yo podía sentarme junto a su madre mientras él dormía y descansaba un poco. Es decir, estábamos compartiendo habitación, más o menos, así que tal vez podríamos alternarnos y cuando uno la usara el otro se quedaría con Sierra, hasta que se nos ocurriera otra cosa.

Yo estaba segura de que lo único en lo que se podía dormir allí era en un sofá, a menos que tuvieran más camas con ruedas disponibles, y mi idea era lo único que se podía hacer. Él era importante para la manada y yo no lo era realmente al menos no por ahora.

Él debía descansar bien, en una cama de verdad, en su propia habitación, y me gustaría sentarme junto a Sierra un ratito, rodeada de ruido, y movimiento, como si estuviera en el bosque, hasta que me sintiera más tranquila al volver a la vida cotidiana. Necesitaba un periodo de transición.

Me miré una vez más mientras mi playera se deslizaba por un hombro, dejando al descubierto una suave piel de melocotón, e intenté averiguar si era un atuendo lo bastante modesto como para pasear por la casa.

Estaba cubierta, me llegaba casi hasta las rodillas, pero no era lo bastante fina como para que se viera a través de ella.

Era holgada y no tenía forma, pero se me pegaba a los pechos y se me deslizaba por el hombro izquierdo para que no me viera desaliñada. Mi ropa interior azul marino dejaba entre ver algo de sombra, pero, en general, era solo una prenda, no era necesario que me vistiera.

Una vez decidida, salí al pasillo, cerré la puerta sin hacer ruido y me di cuenta de lo silencioso que estaba el lugar para la hora que era.

Debía de ser más de medianoche, sin duda, pero no podía estar segura, y caminé de puntillas por el pasillo poco iluminado hacia la puerta por la que antes habíamos sacado a Sierra, para no hacer ruido y no molestar a la gente que pudiera estar cerca.

Sabía dónde estaba la enfermería y no dudé en abrir la puerta y deslizarme por el pasillo adicional que impedía que la gente entrara a la espaciosa zona de cajas pintadas de blanco con suelo de vinilo gris.

Me abrí paso a través de una segunda puerta hasta llegar a las puertas dobles con ventanas, y a través del cristal pude ver a Colton sentado a su lado, leyéndole un libro, Estaba de espaldas a mí e inclinado hacia ella, a su lado, de modo que pude distinguir su perfil y el libro posado en el lateral de la cama.

El doctor dormía en una cama en un rincón, parecía completamente inconsciente y tenía una manta encima. La doctora estaba de pie junto a un mostrador haciendo algo, supuse que estaba de guardia mientras su colega dormía.

No había nadie más y las luces estaban bajas, por lo que la única iluminación procedía del puesto de trabajo de la doctora. El resto estaba en penumbra, incluso donde se sentaba el alfa, y apenas podía distinguir el bajo murmullo de su voz mientras le hablaba a su madre.

Abrí la puerta tan sigilosamente como pude y entré con rapidez y en silencio, pero él pareció darse cuenta y enseguida miró hacia mí, atrapando mi mirada y luego recorriéndome de arriba abajo con una media sonrisa de apreciación.

“Parecías hecha polvo y como la antigua tú. Aunque, ¿Por qué no estás en la cama?”, me dijo a través del vínculo mental y, a mi pesar, me sonrojé y caminé hacia él para colocarme a su lado.

Intenté ignorar el aumento de mi ritmo cardíaco y lo excesivamente consciente que parecía estar ahora que volvía a estar a su lado, llevando ropa notablemente más delgada, por lo que su calor corporal me calentaba al estar cerca.

“No podía dormir y pensé que tú querrías la cama y yo podría quedarme con ella”, le digo.

Colton se removió en el asiento, se giró hacia mí, acercó otro taburete a su lado y lo palmeó para que me sentara.

“Todavía no quiero dejarla, siéntate conmigo. Hazme compañía”, me miró fijamente con aquella media sonrisa, que me derretía, y aquellos insoportables hoyuelos que incendiaban mis entrañas.

Me acomodé en el asiento de inmediato, dejándome convencer por ese rostro y odiándome por obedecer, sabiendo que probablemente era estúpido acurrucarme a su lado en mitad de la noche, teniendo en cuenta lo que había pasado la última vez que estuvimos allí, pero algo dentro de mí me instaba a quedarme con él.

El deseo era más fuerte que mi voluntad, y aunque intenté apartarme un poco, en cuanto se giró hacia su madre, su hombro y su brazo se pegaron cómodamente a mí y me hicieron temblar a causa de los efectos de su toque.

Aquella híper conciencia volvía a hacerse presente, y cada centímetro de mi piel hormigueaba en reconocimiento de su calor corporal, traicionándome.

“¿Qué le estás leyendo?”, pregunté para concentrarme en otra cosa, apartándolo de mi mente, ignorando mi traicionero cuerpo y tratando de respirar desesperadamente con normalidad mientras mi aliento se entrecortaba.

Bajé la voz para no molestar al dormido doctor y para disimular lo agitada que estaba al estar cerca de él, en un lugar tan íntimo.

“Lady Chatterley, era su libro favorito cuando era joven, siempre solía leerlo en el jardín mientras me veía jugar, así que pensé que quizá le gustaría. El doctor dice que podría oírnos, así que no sé… es estúpido”, volvió a convertirse en aquel niño que conocí durante tantos años, y se me encogió tanto el corazón que tuve que tocarlo.

“No es estúpido. Es dulce y demuestra que la quieres, Si está consciente, probablemente le guste oír tu voz y algo parecido a una historia, en vez de sentirse ignorada y escuchar ruido y caos. No puedo imaginar por lo que habrá pasado”, comento.

El vuelco de mi corazón me impulsó a apoyarme contra él y recostar mi cabeza en su hombro por impulso, buscando que me tranquilizara.

Encajaba como si estuviera hecho para tenerme a su lado, y reajustó su posición, de modo que me acomodé contra él, apoyando su mejilla en la parte superior de mi cabeza. Al igual que yo, parecía que cada vez que me acercaba o le tocaba, él también respondía a la atracción y siempre me devolvía el toque.

Odiaba que, incluso cuando ya no se nos permitía estar juntos, la necesidad de estar así superase todo lo demás. Me provocaba tanto dolor y me producía una horrible sensación de opresión en la garganta.

Estaba dividida entre mi tristeza por Sierra y la fuerza de atracción que sentía cada vez que él estaba cerca.

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