Capítulo 106:

“Bueno, eso sí es un don”, resonó la voz de Meadow, rompiendo el silencio y la tensión, mientras yo inhalaba y notaba que la mayoría de los ojos estaban puestos en mí.

Fue entonces cuando me di cuenta de que ella estaba a solo dos metros a mi izquierda, ya que debía de haber saltado para venir en nuestra defensa. Sus ojos ambarinos brillaban, estaba lista para acabar con ese malnacido, en caso de que hubiera alcanzado a tocar a su alfa.

Su manada no perdió el tiempo, corrieron y lo arrastraron hacia los dos vehículos, que arrancaron rápidamente. La grava salpicó todo de forma dramática debido a su rápida y furiosa huida. Colton volteó hacia mí y me tomó desprevenida.

Me cargó en un arrebato de entusiasmo como si yo no pesara nada, sonriendo con orgullo, y haciendo que rodeara su cintura con mis piernas. No me dio tiempo de reaccionar, me jaló, me estrujó y sus cálidos labios se pegaron a los míos dejándome sin aliento.

Odiaba que su beso siguiera sintiéndose tan familiar, despertando sentimientos en mi interior, atrayéndome, como si hubiera encontrado el camino a casa. Evité inclinarme para impedirle continuar el beso.

“Esa es mi chica. Una reina guerrera protegiendo a su hombre. Gracias, cariño”, movió su cara para que no estuviéramos tan cerca como para volver a besarnos, lo que me provocó una pequeña oleada de decepción por la cual me reprendí.

Mis mejillas se ruborizaron por el calor y la vergüenza de que lo hubiera hecho delante de todos. Estaba sin aliento por su inesperada atención y consciente de que todos nos estaban mirando. No debía soltarme, ni hacer que me bajara mientras su manada nos observaba, eso lo incomodaría. Era una total falta de respeto humillar al alfa.

En lugar de eso, rodeé su cuello con mis manos para mantenerme en la extraña posición en la que me encontraba, consciente de que era inapropiada para un lobo vinculado, pero permitiéndole que me cargara así.

Seguía sin ver ninguna señal de Carmen, y estaba convencida de que la habría oído si hubiera visto esto. Era imposible que no me gritara hasta dejarme sorda si hubiera estado cerca.

Sus manos, ahora debajo de mi trasero, me mantuvieron alzada mientras él volteaba a ver a los miembros de la manada que se acercaba, como si fuera perfectamente natural transportarme de esa manera. Ellos se arremolinaron a nuestro alrededor.

“¿Qué fue eso exactamente?”, el primero en hablar fue César, mientras Colton me sacudía un poco y sonreía como un niño.

Lo invadía una extraña energía alegre y un fuerte sentimiento de orgullo que casi me asfixiaba a medida que sus emociones sofocaban las mías.

“Esa fue Lorey y parte de lo que es capaz de hacer… Posiblemente fue Telequinesis. Creí que también podría ser un empate, Dios, eso fue impresionante”, me giró y me zarandeó un poco antes de bajarme, y estrecharme contra él, sujetándome y reteniéndome una vez más con su brazo.

No sabía cómo sentirme al ver que lo había logrado otra vez, y por la nueva habilidad que había descubierto. Todo había sucedió de repente y de forma impulsiva. Tuve que detenerme un momento y dejar que mi cerebro asimilara sus palabras.

“¿Qué?”, volteé a verlo con los ojos desorbitados y me quedé boquiabierta. Me preguntaba de dónde había sacado eso, no sabía qué pensar.

“El chamán sabe mucho sobre estas cosas y… al parecer es algo común en los vampiros. El poder de absorción es gracias a su lobo… esto, es por la otra mitad. Alora es un hibrido, y yo también lo soy, solo que mi madre es una bruja”, dijo en voz baja y juré, que todo el lugar se quedó en un silencio sepulcral, insoportable, mientras que el círculo interno, y los demás que lo escucharon, palidecían, y nos miraban con asombro.

Nos acaba de exponer para que toda la manada lo oyera y los que no estaban allí, lo sabrían muy pronto cuando los rumores se extendieran a través del enlace. Colton claramente no quería tener secretos como los que su padre había guardado durante años.

“¿Como nosotros?”, intervino finalmente Remi, rompiendo la tensión.

Me quedé inmóvil, con el corazón latiéndome en el pecho por el hecho de que iba a contárselo a todos, ahora, y yo no estaba preparada para ello.

El miedo se apoderó de mí y el cuerpo se me heló; casi se me encogieron los pulmones y me hundí un poco para refugiarme en sus brazos cuando un mar de caras y miradas inquisitivas se acercó. En ese momento, él se mostraba muy serio, y yo podía sentir sus propias dudas sobre lo que estaba haciendo.

Sentía un miedo arraigado a que su propia manada nos rechazara y nos enviara al exilio, o nos hiciera algo peor. Una manada tenía derecho a matar a los intrusos, o a cualquiera que considerara una amenaza, así que supuse que yo estaba definitivamente en esa categoría.

“Más o menos… creo que todos necesitan que nos vinculemos y proyecte unas imágenes para que puedan ver lo que Alora y yo sabemos”, Colton miró a su alrededor e inhalé rápidamente.

Él estaba preparado, esperando, pero ninguno de los miembros parecía tener una reacción dramática. Hubo confusión, un par de miradas inquisitivas entre ellos, pero en general, se limitaron a asentir.

No sabía que los miembros de la manada pudieran proyectarse unos a otros, pero supuse que tenía sentido si hacías una cadena y pasabas recuerdo por recuerdo. Creía que era algo que solo podían hacer los imprimados o los vinculados.

Meadow volteó y miró fijamente a los lobos en el claro, me di cuenta de que se estaba conectando. En cuestión de segundos todos giraron y regresaron al lugar de donde habían venido, despejando la zona y dándonos espacio y tranquilidad. Habían escuchado, y no dudé que les darían respuestas después de que el círculo interno las obtuviera.

Nuestros secretos, quiénes éramos, toda la mentira de la vida de Juan, estaba a punto de hacerse de dominio público y yo no podía estar más aterrorizada. No más secretos dentro de esta manada, no más ocultar lo que yo era. Lo que éramos.

Meadow se acercó primero, se llevó la mano de Colton a su sien, y colocó la mía al otro lado de su cara sonriendo de manera alentadora, con tanta fe y poniendo mucho amor en ese pequeño gesto.

“Somos tu manada, muéstranos la verdad. Eso no cambiará lo que sentimos por ti”.

Estábamos sentados en un estudio con una gran cama doble en la esquina que parecía estar completamente fuera de lugar, como si se tratara de una nueva adición, con el círculo interno en una tensión silenciosa y espeluznante ya que todos estaban asimilando lo que les habíamos mostrado.

Estaban un poco aturdidos mientras digeríamos la verdad de los recuerdos combinados.

Era una habitación pequeña con un ventanal, un gran sofá y un sillón situados frente a una acogedora chimenea rústica. Aun lado, justo en el rincón había un gran escritorio hecho a mano, con una silla desgastada.

Había toda una pared cubierta de estanterías oscuras, repletas de viejos diarios encuadernados en piel de distintos tonos marrones, negros y bronce, sin ningún título a la vista, y me pregunté qué contenían exactamente aquellas viejas páginas que carecían de nombre.

Había objetos raros y botellas de todo tipo entre ellos, y frente a aquella pared había tres grandes armarios cerrados, de madera oscura a juego que estrechaban considerablemente el espacio. No había mucho suelo para moverse, pero resultaba más acogedor que abarrotado.

La decoración de tonos otoñales oscuros, dorados, naranjas, rojizos, marrones, y ricos en color, solo hacían que la habitación se estrechara aún más sobre nosotros.

Especialmente por las pesadas cortinas de terciopelo rojo oscuro de la ventana, que tapaban lo que debería ser luz, pero ya era casi medianoche, así que se veía una pared negra en el cristal de la ventana.

Las lámparas eran tenues, como velas, repartidas alrededor de las pequeñas mesitas y estantes creando una atmósfera espeluznante mientras la manada permanecía sentada y reunida. Algunos de ellos estaban apoyados en los brazos de las sillas, descansando, mientras Colton estaba de pie junto a la chimenea, y yo estaba tumbada en la cama, apartada para al fin poder descansar.

La cama era moderna y, por su comodidad y las nuevas sábanas, me di cuenta de que la habían puesto hace poco. Mi cuerpo estaba cansado y pesado, y me sentí bien al saber que por fin volvía a sentirme cómoda y segura en una cama.

Hacía tanto tiempo que no estaba en una habitación por elección propia, rodeada de gente que me importaba y en un espacio seguro, donde podía relajarme sin tener que estar en alerta permanente.

Semanas de vivir en tensión y con los sentidos agudizados habían llegado a su fin, y me di cuenta de lo agotada que estaba. Era increíble no tener que estar pendiente de todo lo que me rodeaba, preocupándome por la próxima comida o por dónde acampar.

Colton nos trajo aquí una vez que habían visto todo lo que necesitaban, porque era obvio que necesitaban un poco de privacidad para hablar de esto y calmarse.

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