El bebe del millonario -
Capítulo 71
Capítulo 71:
“Te amo. Me has dado tanto”.
Sintió algunas lágrimas resbalar por su mejilla que Piero limpió con los pulgares. Él pasó un brazo por sus hombros y la acercó a él. Ella apoyó la mejilla y una mano en su pecho.
Se quedaron en esa posición durante un tiempo en silencio.
“Deberíamos volver”, dijo al recordar que aún había una fiesta a la que debían ir, en especial porque era en honor a ellos.
“Nuestros invitados deben estarse preguntando donde estamos”.
“¿Te has visto en un espejo, cariño? Te ves malditamente arrebatadora. Nadie allá afuera tendría dudas de que me lleve a mi esposa a algún rincón para meterle mano”.
Nerea soltó una carcajada y le dio un golpe en el pecho. Inclinó la cabeza hacia atrás para poder verlo.
“Eres imposible”.
“Y aun así logré embaucarte para que te casaras conmigo. Eso es lo que yo llamó buena suerte”.
Él le dio un guiño, luego se alejó para levantarse y le tendió la mano.
“¿Cómo te sientes?”
“Mejor, la habitación ya no da vueltas”
“Si te sientes mal en algún momento, no dudes en decírmelo. Te sacaré tan rápido como pueda, tal vez lo haga de todas formas”.
“Estaré bien”.
“Nerea”.
Su voz dejaba claro que esa no era la respuesta que había esperado escuchar.
“Está bien, está bien. Te lo diré”.
“Buena chica”.
“¿Serás así todo el embarazo?”
“No, por supuesto que no”, declaró serio.
“Apenas estoy comenzando”.
Sonrió divertida.
“Una última cosa”, acotó Piero y le dio un beso que se prolongó.
Ambos se separaron con la respiración entrecortada.
“Ahora sí”.
Salieron de la oficina tomados de la mano.
Caminaron a través de los pasillos y salieron al exterior. La recepción de la boda se estaba llevando a cabo en el extenso espacio que estaba delante de la casa de los padres de Piero.
El lugar estaba perfecto, tal y como se lo había imaginado. Casi comenzaba a oscurecer y las luces pequeñas que colgaban por todo el lugar le daban un aspecto de ensueño. El lago brillaba a la distancia con el reflejo de la iluminación.
Nerea y Piero se infiltraron entre los invitados recibiendo algunas miradas divertidas en el camino.
Era difícil pasar desapercibido entre tantas personas y eso que todos los invitados eran miembros de sus respectivas familias.
“¡Vamos a ser padres por segunda vez!”, gritó de pronto Piero en cuanto se detuvieron junto a su mesa. Él levantó la mano con la que le estaba sujetando.
El lugar se quedó unos segundos en silencio antes de que todos comenzaran a silbar y aplaudir.
Nerea sacudió la cabeza con una enorme sonrisa adornando su rostro. No había esperado que Piero anunciara su embarazo de esa forma, pero no podía imaginarse una mejor forma. De pronto se vieron rodeados de sus padres, hermanos y amigos que venían a felicitarlos.
“Eres una madre estupenda y estoy seguro que también lo serás con este bebé”.
Su padre la envolvió en sus brazos y la besó en la cabeza.
“Mi pequeña”, musitó su madre envolviéndola en un abrazo.
“Soy tan feliz por ti, deseo que ambos sean tan felices como lo somos tu padre y yo”.
“Gracias mamá”.
Los padres de Piero también la abrazaron y le dieron sus buenos deseos. Si seguían así se pasaría la noche llorando, al parecer estaba más sensible de lo usual.
Su madre y Ava se alejaron hablando de todo lo que podrían comprarle al futuro miembro de la familia mientras sus esposos los seguían en silencio.
Aunque seguro que ellos también estaban pensando en todo lo que se necesitaría.
Piero la instó a sentarse.
“No es bueno que estés tanto tiempo de pie”, alegó él.
´Sí, esto será divertido´.
Pronto sus familiares y amigos subieron al estrado a dar su discurso. El primero fue su padre que, fiel a su estilo, no habló demasiado, aunque lo que dijo tocó su corazón y se encontró derramando nuevas lágrimas. El padre de Piero también tomó la palabra y, ¡Oh, sorpresa!, también lloró.
Cuando fue el turno de Fabrizio y Laila, las lágrimas fueron remplazadas por risas. Ambos se aseguraron de cobrarse cualquier broma que Piero les había jugado en el pasado, Aun así, también mostraron el amor que le tenían a su hermano.
Sus hermanas también se pararon para dar cada una su propio discurso, El de Gemma fue tranquilo y emotivo. Ahora, el de Caterine… bueno, fue como ella, loco y divertido.
“Y ahora dejemos que la pareja disfrute de su primer baile antes de que vuelvan a desaparecer. Si, hermanita, todos nos dimos cuenta”.
Las risas sonaron por todo el lugar ante el comentario de su hermana.
“¡Salud por los recién casados!”
Nerea se limpió el rostro por millonésima vez y se giró hacia Piero. Se sonrojó cuando se encontró con sus ojos clavados en ella llenos de amor.
…
Piero apretó la mano de Nerea mientras miraba la pantalla. Toda su atención estaba en la imagen que allí se mostraba, la imagen de su bebé. No es que pudiera ver más que una pequeña mancha oscura, pero el orgullo hinchó su pecho. Aquel era su hijo y dentro de algunos meses estaría en sus brazos. Amaba a Alba y eso jamás iba a cambiar, pero aún estaba aprendiendo a lidiar con el resentimiento que tenía con su madre biológica por haberlo privado de aquellas experiencias. Se había perdido de tanto.
“¿Quieren saber el se%o?”
“Sí”, dijeron Nerea y él a unísono.
“Bueno, veamos”.
El médico movió el aparato en el vientre de Nerea unos segundos y luego se detuvo.
“Allí está. Felicidades a ambos, tendrán un niño”. Las lágrimas que había estado conteniendo se derramaron por sus mejillas. Se suponía que era Nerea la que tenía las hormonas alborotadas, pero era él quien parecía incapaz de contener soltar algunas lágrimas. Había sido igual la primera vez que acudieron a consulta y escucharon el fuerte latido del corazón de su hijo.
“Te lo dije”, cantó Nerea victoriosa.
Se giró hacia ella, también tenía los ojos brillosos por las lágrimas y la misma sonrisa bobalicona que él debía tener.
A Piero le habría encantado tener otra niña, una que se pareciera a la mujer de su vida; pero que fuera un varón no restaba ni un poco el amor que ya sentía por la vida que Nerea y él habían creado.
Se inclinó y rozó los labios de su esposa.
“Lo hiciste”.
Miró en dirección del doctor.
“¿Cómo está él?”, preguntó.
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