El bebe del millonario -
Capítulo 70
Capítulo 70:
“Tranquila, princesa, en breve se olvidará de por qué estaba llorando”.
Y así sucedió, Alba empezó a reír mientras la hacía brincar en sus piernas. Sabía que era una distracción momentánea y que pronto intentaría llevarse a la boca alguno de los pasteles que estaban sobre la mesa. Era algo bueno que ya habían terminado de probar todas las opciones y que pronto se marcharían.
Al levantar la mirada se encontró con los ojos de Nerea.
“¿Qué sucede?”
“Es increíble ver como manejas las cosas ahora y que ya no entras en pánico cada vez que ella llora. Recuerdo cuando me llamaste aterrado”.
Sonrió divertido al recordar los primeros días con Alba. Parecía que había pasado una eternidad desde entonces. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, pero no podía ser más que feliz por ello.
“Todavía estoy aterrado, pero aprendí a disimularlo mejor”.
Sin importar el tiempo que pasara y cuantos años tuviera su hija, estaba seguro que cada lágrima suya iba a ser una tortura.
La mujer que los había atendido al llegar se acercó a su mesa con una sonrisa y una tableta en la mano.
“¿Tomaron una decisión?”
“Sí”, respondió.
“Nos gustaría el pastel de arándanos con crema de queso”.
Piero no podía recordar muy bien a que sabía la mayoría de pasteles porque había estado más entretenido en observar las reacciones de Nerea. Los dos no habían discutido sobre que pastel iban a elegir; pero, de todos los que habían probado, el de arándanos era el que más gemidos le habían sacado.
“Una buena elección”.
…
Nerea sujetó con fuerza la mano de Piero y tiró de él en dirección contraria a la que se dirigían sus invitados. Si alguien los vio marcharse, no hizo nada para detenerlos. De todas formas, debía darse prisa. La ceremonia acababa de terminar y solo tendrían unos momentos antes de que los demás notarán su ausencia en la recepción.
La boda había pasado bastante rápido. Nerea no había podido concentrarse en nada más que el hombre que lo seguía sin poner resistencia, el hombre que ahora era oficialmente su esposo.
Su esposo. Nunca un par de palabras le habían gustado tanto.
Piero soltó una risa divertida.
“¿Qué es lo que estás tramando, princesa?”, preguntó él sin aminorar el paso.
Miró a Piero sobre el hombro con el ceño fruncido.
Amaba aquel maldito apodo, pero no iba a dejárselo saber, así que debía mantener la fachada.
Nerea vio la puerta de lo que estaba segura era el despacho de Alessandro. Alcanzó la manija y la giró.
En cuanto estuvieron dentro, Piero la tomó de la cintura y la acercó a su cuerpo.
“Estás hermosa”, musitó él antes de estrellar sus labios contra los de ella.
Nerea se dejó llevar por el beso. Bastó aquello para olvidarse de lo que les rodeaba y el motivo por el cual lo había llevado hasta allí. Seguro no había sido para besarse como un par de adolescentes necesitados, pero no tenía nada en contra.
´Nerea, concéntrate´, se regañó a sí misma.
Reunió todas sus fuerzas y lo alejó. Piero tenía los labios manchados con su labial y él cabello desordenado. ¿Había hecho eso ella? Era lo más probable. Se veía tan seductor y quería volver a sentir sus labios sobre los de ella.
Como si él pudiera leer sus pensamientos le dio una sonrisa traviesa e inclinó la cabeza para pasar la nariz a lo largo de su cuello.
“Llevó deseando besarte así desde que te vi caminar por el pasillo”, susurró sobre su piel y depositó un beso.
“El beso que te di en el altar no me pareció suficiente. Nunca será suficiente contigo”.
Se dio cuenta de sus intenciones. El deseo brillaba en sus ojos y su evidente excitación rozaba contra su vientre. Sus labios se acercaron a los de Nerea y ella estuvo tan cerca de ceder.
Colocó ambas manos en su pecho y lo alejó. Si la volvía a besar, no iba a poder resistirse más. Su cuerpo se rendiría a él.
“Tengo algo que decirte”, soltó con la voz entrecortada.
Le sorprendió ser capaz de formar una oración.
“¿Debería asustarme? De pronto te pusiste toda sería”.
Piero sonrió.
“Yo…”, ahora que tenía que hablar no encontraba las palabras para hacerlo.
Se quedó en silencio mirándolo y preguntándose cómo se tomaría la noticia que estaba por soltarle.
“Cariño, si no dices algo me comenzaré a preocupar”.
Esta vez Piero se puso serio.
Inhaló profundo para calmar los mareos. De pronto toda la habitación había comenzado a dar vueltas y sintió sus piernas flaquear.
“¿Podemos sentarnos?”
Piero ni siquiera dudó, la sujetó por la cintura con una mano y la llevó hasta el sofá más cercano.
“¿Estás bien? Estás pálida”.
Él se veía en serio preocupado.
Esbozó lo más parecido a una sonrisa que pudo.
Piero siempre había cuidado de ella, incluso antes de que empezaran a salir.
“Sí. Solo me maree un poco, pero ya pasará”.
“¿Comiste algo? ¿Debería llamar a un médico para que te revise? Haz estado muy ocupada los últimos días y…”
“No te preocupes”, interrumpió.
“Es normal en mi condición”.
Tomó una de sus manos y la llevó hasta su vientre.
Piero abrió la boca para decir algo, pero lo que fuera murió en sus labios. Miró hacia sus manos y luego de regresó hacia su rostro. Entonces la comprensión llenó su rostro.
“¿Estás embarazada?”, preguntó.
“Estás embarazada”, repitió esta vez con certeza.
Nerea asintió de todas formas.
Piero llevó las manos hasta sus mejillas y unió sus frentes. Sus ojos estaban húmedos y brillaban con emoción.
“¿Cuándo lo supiste?”
“Tenía mis sospechas desde hace unos días, al principio creí que era el estrés, pero aun así me hice una prueba anoche y dio positivo. Quería decírtelo en ese momento, luego me convencí de esperar hasta después de la boda”.
“No creí que sucedería tan pronto”.
“Yo tampoco, pero…”
Se mordió el labio inferior con nerviosismo.
“¿Estás bien con esto? ¿Verdad?”
“¿Qué si estoy bien? Me has hecho el hombre más afortunado del mundo. No solo tengo una esposa y una hija a las que amo con todo mi ser, ahora seré padre por segunda vez. Siento que podría explotar de felicidad”.
Él rozó sus labios con delicadeza.
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