El bebe del millonario
Capítulo 69

Capítulo 69:

Alba hizo algunos sonidos inentendibles como si le estuviera respondiendo, ella se aferró a la camiseta de Nerea con ambas manos y no parecía que la fuera a soltar pronto. Era demasiado pequeña para entender lo que había sucedido esos días, pero sí que se había dado cuenta de que su mamá se había ausentado demasiado tiempo.

“Seguro que sí”, continuó Nerea.

“Tus abuelos te adoran”.

“Nosotros nos vamos”, dijo su padre.

“Necesitan un tiempo a solas”.

Piero asintió. Apreciaba su compañía y todo el apoyo recibido, pero ahora solo quería disfrutar de un tiempo a solas con su prometida e hija.

“Podemos reunirnos el fin de semana con el resto de la familia”, propuso su mamá Ava.

“Eso suena estupendo”, estuvo de acuerdo Nerea.

Su papá y mamá se despidieron de ellos, al igual que los padres de Nerea.

“Si necesitan ayuda, no duden en llamarnos”, dijo Mia.

“Muchas gracias”.

Acompañó a todos hasta la puerta y esperó hasta que se marcharon en sus respectivos autos. Luego regresó al interior de la casa. Nerea seguía sentada en el sofá con Alba en sus piernas. Su prometida estaba acariciando las mejillas de su pequeña mientras la miraba con adoración. Por otro lado, su hija estaba entretenida tratando de comerse su sonaja.

Se fue a sentar a lado de Nerea y pasó un brazo sobre sus hombros.

“La extrañé un montón”, musitó ella.

“Y ella a ti.”

Nerea giró la cabeza y lo miró con una sonrisa.

Piero se inclinó y rozó sus labios con los de él, después apoyó su frente en la de ella. Era tan reconfortante tenerla de regreso en casa, Alba empezó a quejarse, ahora que ya había recibido suficiente atención, ella quería que la pusieran en el suelo.

Nerea la tomó por la cintura con la clara intención de inclinarse y dejarla abajo.

“No te muevas”, ordenó antes de que ella lograra moverse demasiado. Tomó a su hija y la sentó en la alfombra, luego fue por su pañalera que estaba en uno de los sillones. Sacó algunos juguetes y los acomodó alrededor de su pequeña, eso la entretendría al menos por un tiempo.

“¿Algún día me dejarás volver a hacer algo?”, preguntó Nerea divertida.

“No me voy a romper si me muevo un poco”.

Piero fue hasta donde estaba ella y se inclinó hacia adelante. Colocó las manos a cada lado de ella sobre el respaldo del sillón.

“Sé que no lo harás, pero no voy a arriesgarme a que nada más te suceda. Estuve cerca de perderte”.

La idea aun lo torturaba.

Nerea alzó una mano y acunó su mejilla.

“Te amo”.

“Y yo a ti, princesa”.

Nerea soltó un bufido y lo miró divertida.

“Tenías que arruinar el momento. Algún día dejarás de llamarme así”.

“Nunca”.

“Eso debí suponer”.

Los dos compartieron una sonrisa, luego Piero se acomodó de nuevo junto a ella.

“Deberíamos retrasar la boda”, musitó después de un rato en silencio. Había estado pensando al respecto y llegó a la conclusión de que era lo mejor.

Nerea iba necesitar algo de tiempo para recuperarse y lo menos que quería era que ella se agotara con los preparativos para la boda.

“No, ni hablar”.

“Es demasiado trabajo y prefiero que te recuperes primero. Podremos continuar una vez estés mejor”.

“Mi papá me prohibió ir al trabajo al menos por un par de semanas. Si hay algo que tengo de sobra, es tiempo. No pienso pasarme el día sin hacer nada, me volveré loca para el final de esta semana. Además, te tengo a ti y a nuestras madres para ayudarme. Ellas se asegurarán de que no me esfuerce demasiado”.

“¿Estás segura? Has pasado por mucho y…”

Nerea le dio un beso.

“No voy a dejar que…”, ella se interrumpió a mitad de la oración.

“No dejaré que arruine nuestros planes”.

“Está bien, pero prométeme que si en algún momento te sientes sobrepasada por las responsabilidades me lo dirás”.

“Sí, señor”, respondió Nerea y se volvió hacia Alba que llamó su atención con sus balbuceos.

“Deberíamos tener otra”, soltó de la nada.

Piero se quedó en silencio tratando de procesar sus palabras. ¿Acaso había entendido mal?

“¿Otra qué?”, preguntó solo para asegurarse.

“Otra hija, por supuesto. Aunque un niño tampoco estaría mal”

Nerea lo miró con anhelo.

“No lo estamos haciendo nada mal criando a Alba y me gustaría tener al menos un par de niños más”.

No iba a mentir y decir que la idea no había cruzado su mente. Se había imaginado a Nerea embarazada de su hijo y lo perfecta que luciría con su vientre hinchado.

“Aunque si no estás listo aún, no me importaría esperar. A menos que no quieras tener…”

“No”.

Sacudió la cabeza al darse cuenta como había sonado su respuesta.

“No es eso. Claro que me gustaría tener hijos, solo si es contigo. Gracias a esta pequeña ahora me siento más seguro de que puedo hacerlo un poco mejor la próxima vez”.

Nerea sonrió y Piero lo hizo con ella.

“Deberíamos ponernos a trabajar una vez estés mejor”, sugirió moviendo las cejas.

Nerea le dio un codazo suave.

Los días pasaron en un borrón y pronto había pasado un poco más de una semana. Piero trataba de pasar sus días en casa tanto como le era posible.

Con la exposición de su nueva colección cerca era un poco difícil, pero se las arregló para que eso no consumiera todo su tiempo, Nerea aún se estaba recuperando y no quería dejarla sola todo el día cuidando de Alba.

Los planes para la boda continuaron. Su madre y la de Nerea, junto a la organizadora de bodas, se encargaron de la mayoría de cosas y solo se acudían a Nerea para consultarle sobre lo que le gustaría.

Ese día Piero y Nerea habían ido a probar pasteles para la boda y como Nerea no quería separarse de Alba la habían llevado con ellos. Estaba resultando una experiencia divertida intentar que ella no se abalanzara sobre los pasteles. Aunque ya había comenzado a comer algunas cosas, los pasteles aún no estaban incluidos en su menú.

“No, cariño”, dijo Nerea entre risas mientras tomaba la mano de Alba llena de crema de pastel para limpiarla con un pañuelo.

“Eso te hará daño”.

Alba hizo un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas.

“Aquí vamos otra vez”, musitó divertido y la hizo rebotar en su pierna tratando de distraerla.

“Creo que no debimos traerla”, musitó Nerea.

“Es solo que todavía no me siento capaz de pasar mucho tiempo lejos de ella”.

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