El bebe del millonario -
Capítulo 65
Capítulo 65:
Belucci sobrevoló el dron a una distancia prudencial de la casa para evitar que el aparato fuera escuchado por quien fuera que estuviera allí.
“Esa sería una estrategia poco inteligente”, musitó Luka.
“Lo más probable es que esté solo”.
Las luces exteriores de la casa estaban encendidas y eso ayudó a ver mucho mejor el lugar. La casa era de estilo victoriano, no había nada más que un extenso campo y árboles a su alrededor. Había dos puertas, una por el frente y otra por detrás. La de adelante era el ingreso más expuesto.
Giovanni le pidió a Belucci que tomara algunas fotos de la casa y luego le empezó a dar indicaciones de los lugares por los cuales se acercarían para pasar desapercibidos. Se dividirían en dos grupos.
“¿Hay alguna duda?”, preguntó él al acabar.
Nadie dijo nada.
“Bueno, es hora de comenzar. Estamos a un par de kilómetros de la casa, desde aquí continuaremos a pie, aunque no hay seguridad, puede haber cámaras. Manténganse en las sombras tanto como puedan. Esto será más fácil si no se da cuenta que llegamos hasta que estemos sobre él”.
“Sí, señor”, respondieron todos sus hombres, podía ver el respeto con el que todos lo miraban.
…
Nerea no tenía idea de la hora que era. Había dormitado durante algunos minutos o quizás horas, era difícil saberlo sin un reloj o al menos la luz del día para orientarse, pero había sido suficiente para recobrar energías. Ahora tenía que pensar en una manera de salir de allí.
Con mucho dolor volvió a pasar sus brazos por debajo de su cuerpo hasta sus pies luego hacia adelante. Dormir en esa incómoda posición le había dejado los músculos adoloridos, pero había tenido que regresar a la posición en la que Victor la había dejado al escucharlo acercarse. Después de eso se quedó así por si el volvía cuando estaba durmiendo y no le daba tiempo de acomodarse en esa posición otra vez. Se desató los pies. Esta vez no le costó mucho esfuerzo debido a que no había ajustado el nudo demasiado.
“Debe haber algo”, musitó levándose para seguir revisando la habitación. Victor la había interrumpido la primera vez.
Abrió los últimos dos cajones de la cómoda y soltó un suspiro de frustración al encontrarlos llenos de prendas de mujer al igual que en los primeros cajones. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar la ropa interior que desbordaba el primer cajón.
Todas y cada una de las prendas eran de su talla y eso era aún más aterrador.
Regresó a la cama y levantó el colchón. Debajo había una tarima lisa de madera, completamente inútil.
Dio una vuelta en su lugar con la sensación de desesperación apoderándose de ella. Se sentó en la cama y cerró los ojos. Escuchó la voz de su padre desde algún lugar en el fondo de su mente.
´Respira. No dejes que tus emociones te controlen´.
Asintió como si él estuviera allí con él.
Se acercó a la puerta y tomó la perilla. Con las manos atadas, no fue nada fácil girarla, pero lo logró. No es que sirviera de mucho. La puerta no se abrió, algo que no le sorprendió. Victor la había asegurado después de su visita. Aun así, había necesitado confirmarlo.
Apoyó la espalda en la puerta y pensó en un nuevo plan. No había nada en la habitación que pudiera ayudarla, pero eso no quería decir que se iba a rendir. Tal vez podía decirle a Victor que necesitaba ir al baño. No importaba si la llevaba fuera o le traía un balde. Es más, prefería la segunda opción, podía golpearlo en la cabeza con el recipiente. Aunque también podía encontrar algo más con que golpearlo, si la llevaba hasta un baño.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó un ruido proveniente desde algún lugar. No fue demasiado fuerte, tal vez porque lo que sea que lo hubiera causado estaba muy lejos. Pegó la oreja a la puerta tratando de escuchar algo más, pero entonces la perilla de la puerta se movió.
Dio un salto hacia atrás justo a tiempo para evitar que la puerta le golpeara. Victor apareció en el umbral de la puerta, pudo reconocerlo gracias a la luz de la linterna que sujetaba en una de sus manos.
En la otra mano sujetaba un arma.
Intentó ver detrás de él, pero solo había oscuridad.
“¿Cómo demonios te desataste? No importa”
Victor cerró la puerta detrás.
“Hazte hacia allá y no intentes nada”, ordenó él señalando hacia un lado con el arma.
Nerea retrocedió hasta que sus piernas toparon con el borde de la cama.
“¿Qué sucede?”, preguntó.
“Nada, guarda silencio”.
Solo se le ocurrió un motivo por el cual Victor estaba allí apuntándole con un arma mientras lucía como si hubiera visto un fantasma.
“Nos encontraron ¿Verdad?”, preguntó con suficiencia.
“No, cariño. Encontraron este lugar, pero nunca sabrán donde estamos”.
Nerea frunció el ceño, Victor se escuchaba muy confiado de su escondite. ¿Dónde la había llevado?
“Te apuesto que pensaste lo mismo cuando me trajiste aquí y ahora ellos están cerca. Piero y mi padre no se darán por vencidos hasta encontrarme, incluso si tienen que tumbar este lugar en el proceso”.
Victor se acercó a ella con una mirada amenazante y le dio un golpe en la mejilla con el dorso de la mano que aun sujetaba la pistola.
El dolor viajó por todo su rostro, pero se negó a dejar soltar un solo quejido.
“No vuelvas a decir su nombre”.
Lo miró con todo el odio que pudo reunir, pero se mantuvo en silencio. No era buena idea seguirlo provocando cuando tenía un arma en sus manos.
“Eres mía, siempre lo fuiste. Tu y yo habríamos estado juntos de no ser por el bastardo ese. ¿Sabes por cuanto tiempo estuve detrás de ti? Sé todo de ti y puedo hacerte feliz. Solo necesitas entender que yo soy el hombre indicado”.
Victor estaba fuera de sí.
Volvió a escuchar otro ruido, parecía como si alguien hubiera golpeado contra algo. Esta vez el sonido fue más fuerte. Levantó la mirada hacia el techo. El ruido venía de arriba.
“Me aseguré de cerrar cada habitación con llave”, avisó Victor con voz burlona.
“Tardarán un tiempo en abrir todas las puertas y al final será en vano”.
Pasaron algunos minutos más y luego el ruido se detuvo. Nerea se negaba a aceptar que Piero y su padre estaban tan cerca, pero que al final no podrían llegar a ella.
Victor retrocedió hacia la puerta y pegó la oreja a la puerta, tal y como había hecho ella minutos atrás. Cuando él le quitó la vista de encima, Nerea vio su oportunidad. Se acercó a él de puntillas y a pasos lentos para no alertarlo.
Se detuvo de inmediato al verlo girarse. Aun los separaban al menos un metro de distancia.
“Te dije que te quedes quieta”, advirtió él mirándola.
Tenía que hacer algo para llamar la atención de los que la estaban buscando. Debía lograr que la escucharan.
“Deberías rendirte ahora que puedes”
Dio paso con cautela y esperó.
“Puedo convencerlos de no hacerte daño, ellos me escucharan”.
Un paso más y estuvo a su alcance.
Sonrió tratando de distraerlo y entonces levantó las manos atadas. Con los codos golpeó su mano con la fuerza necesaria para lograr que él dejara caer el arma. No se detuvo a ver dónde iba a parar la pistola, tenía el factor sorpresa de su lado y debía aprovecharlo. Antes de que Victor pudiera reaccionar, apoyó las manos atadas en su hombro, lo agarró lo mejor que pudo y lo inclinó hacia adelante. Levantó su rodilla y la estrelló contra su abdomen, luego le dio un empujó hacia un lado.
Él se quejó de dolor y no pudo evitar caer hacia un costado. Nerea no perdió el tiempo y agarró la perilla de la puerta. La habitación se encontraba ligeramente iluminada por la linterna que yacía en el suelo detrás de ella.
Sintió la mano de Victor tomarla por el tobillo, pero lo pisó para que la soltara. Estaba por lograr abrir la puerta cuando escuchó un estruendo y luego un dolor intenso. Un grito salió de sus labios.
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