El bebe del millonario -
Capítulo 63
Capítulo 63:
“Como te dije, ya lo olvidé, pero eso no quiere decir que haré como si nada hubiera pasado. No quiero tener nada que ver contigo y será mejor que hagamos como hasta este momento y limitemos nuestro contacto al trabajo”.
“Si es eso lo que quieres, supongo que no me queda otra opción. Lo siento por esto”.
No tuvo tiempo de procesar sus palabras. Victor actuó con rapidez, sacó una pistola y le golpeó con fuerza en el costado de la cabeza, Su visión se volvió borrosa y se tambaleó hacia los costados. Buscó sujetarse de algo, pero falló miserablemente. Su cuerpo se sintió débil y, sin importar cuanto se resistió, cada vez le fue más difícil mantener los ojos abiertos.
“Piero”, llamó en un susurro antes de que la inconsciencia la reclamara.
Nerea sonreía mientras veía a Piero levantar a Alba por los aires. Su hija reía a carcajadas mientras Piero la miraba embelesado. De pronto, los sonidos se volvieron lejanos y una opresión se instaló en su pecho.
Despertó confundida con la cabeza adolorida.
Intentó levantar la mano para frotarse las sienes, pero no pudo. Sus manos estaban atadas detrás de ella. Le tomó algunos segundos empezar a recordar lo que le había sucedido y cuando lo hizo la furia hirvió a fuego lento dentro de ella.
“Maldición”, g!mió al darse cuenta que sus pies también estaban atados. Iba a darle una paliza a Victor en cuanto saliera de aquello.
Apenas podía moverse en la posición en la que se encontraba, aun así, se las arregló para sentarse. Estaba débil y eso le tomó mucho esfuerzo.
Vagó su mirada por el lugar en el que se encontraba, tratando de acostumbrarse a la oscuridad. La única fuente de luz provenía por debajo de la ranura de la puerta, pero no le permitía ver demasiado.
Tenía que averiguar cómo salir de allí. ¿Cuánto tiempo había pasado inconsciente? ¿Piero ya habría notado que estaba desaparecida? De ser así, ya había llamado a su padre. Los dos debían estar muy furiosos y no dudaba que la encontrarían, el problema es que no sabía cuándo.
Movió las manos tratando de aflojar las ataduras de sus muñecas y solo se causó dolor. El maldito imbécil sí que sabía cómo hacer un buen nudo.
Cerró los ojos. Su cabeza seguía doliendo y necesitaba un descanso. Solo unos segundos.
Escuchó la puerta abrirse y luego el sonido del interruptor. Aun con los ojos cerrados notó que ya no estaba en completa oscuridad. Sin prisa abrió los ojos, sabía que la luz solo empeoraría su dolor de cabeza, pero necesitaba ver donde estaba.
Como lo predijo, su cabeza latió fuerte. Frunció el ceño y parpadeó un par de veces antes de acostumbrarse a la luz.
“Veo que por fin despertaste”, comentó Victor desde el umbral de la puerta.
Estaba parado con los brazos cruzados, no vio ningún atisbo de arrepentimiento en sus ojos. Como si no hubiera nada de extraño en haberla golpeado y secuestrado. Le lanzó una mirada asesina, pero se abstuvo de insultarlo con todos los adjetivos que se le ocurrieron. Eso no iba ayudar en su causa, lo más probable es que solo lo enfureciera.
“Tienes una rara manera de disculparte”, comentó con voz fría.
Estaba asustada, pero no iba a dejárselo ver.
“No quería que las cosas sucedieran así, pero no tuve otra opción”.
“Claro que tenías otras opciones. No secuestrarme, para comenzar. Aun estás a tiempo de hacer lo correcto”.
“Esto es lo correcto, Los dos estamos destinados a estar juntos”
Los ojos de Victor eran los de un maniático.
“Puede que aún no lo entiendas, pero lo harás”.
Victor estaba fuera de sí y eso lo hacía más peligroso. No creía que las consecuencias le importaran mucho. Tenía que ser precavida si quería salir ilesa. Era mejor no provocarlo, no sabía cómo reaccionaría.
Intentó otro enfoque.
“Puedes aflojarme las cuerdas, por favor. Me está cortando la circulación, casi no siento los dedos”.
“No confió en que no intentes nada. Las cuerdas se quedarán dónde están, por ahora”.
Victor se dio la vuelta y estiró la mano para apagar la luz.
“Al menos deja la luz encendida”, impregnó súplica en sus palabras.
Él no respondió, pero no apagó la luz… ya era algo.
Después Victor salió de la habitación y cerró la puerta con llave por fuera.
“Maldito hijo de p%ta”, murmuró furiosa. Iba arrepentirse de lo que le estaba haciendo.
Recorrió la habitación tratando de encontrar algo útil. La habitación contaba con una cómoda, un
sillón y un velador.
Se recostó contra la cama, golpeándose la cabeza en el proceso. Soltó un g$mido por el dolor, pero lo ignoró. Estiró sus manos hacia abajo mientras levantaba su cuerpo apoyándose sobre sus hombros. Después de algo de esfuerzo por fin logró acomodar sus manos delante de su cuerpo y sonrió satisfecha. Todavía no podía deshacerse de los nudos en sus muñecas, pero logró desatar los de sus pies. El estúpido de Victor debería haberla amarrado a algo.
…
Piero estaba nervioso y preocupado, había pasado al menos unas tres horas desde que Nerea había desaparecido y el tiempo seguía corriendo.
Después de que ella no había llegado cuando ya pasaban de las ocho de la noche, Piero la había llamado para preguntarle cuánto tiempo más tardaría en regresar a casa. Nerea no había respondido. Había comenzado a preocuparse cuando el tiempo siguió pasando y ella continuaba sin responder.
Sin poder aguantar más, había llamado a Giovanni para pedirle que fuera a revisar la empresa. Habría ido él mismo, pero quería quedarse en casa por si ella llegaba. Giovanni le había llamado veinte minutos después para decirle lo que había encontrado, El auto de Nerea seguía en el estacionamiento, pero no había rastros de ella.
Piero había tomado a Alba y se había dirigido hasta allí. En el caminó había contactado a sus padres y, después de darles un resumen de lo sucedido, les había pedido que se encontraran con él para que le ayudaran a cuidar a su hija.
En cuanto había llegado a la empresa de Giovanni, lo encontró a él, a su esposa y a Luka. Poco después se habían unido otros seis hombres, dos se habían sentado detrás de las computadoras y los otros cuatro se habían acomodado en un rincón a la espera de órdenes.
“Alguien apagó las cámaras del estacionamiento”, informó uno de los hombres de Giovanni, creyó recordar que se llamaba Belucci.
“¿El resto de cámaras?”, preguntó Giovanni.
“Funcionales, estoy revisándolas en este momento. Tomará un tiempo”.
“¿David, tienes algo?”, preguntó Giovanni mirando al otro hombre.
“No, señor. Quien se haya llevado a Nerea, sabía lo que hacía. Ingresé a las cámaras de tránsito de la calle fuera del estacionamiento, las más cercanas al edificio se encuentran inoperables, pero el fallo no se extiende demasiado”.
A Piero ni siquiera le sorprendió que el hombre consiguiera acceso a las cámaras de la ciudad y mucho menos le importó si aquello era legal.
“Necesito al menos el modelo de auto para hacer un seguimiento”.
Piero soltó una maldición en voz baja y Giovanni apretó los puños a los costados.
“Creo que tengo algo”, informó entonces Belucci.
“La señorita Nerea fue una de las últimas en salir del edificio y algunos minutos después él subió al ascensor”.
Giovanni, Mia y él se acercaron a la pantalla para ver de quien se trataba. Era el maldito Victor.
“Fue él” dijo Piero con seguridad, aunque no tenía pruebas.
“¿Qué modelo de auto conduce?”, preguntó David y Luka le dio la respuesta de inmediato mientras se ponía a revisar su propia computadora.
“Todavía no podemos sacar conclusiones”, dijo Giovanni mirándolo.
“Pudo ser él o pudo ver algo que nos sirva. Deberíamos contactarlo”.
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