El bebe del millonario -
Capítulo 61
Capítulo 61:
“¿Creen que podemos ver a nuestra nieta?”, preguntó Lorenza más tranquila.
No veía un motivo por el que negarse y al parecer tampoco lo hacía Piero.
“Sí, aunque no hoy. La dejamos en casa de mis padres y estará allí hasta mañana. Si no les importa alargar su estancia, pueden visitarnos mañana por la tarde”.
“Muchas gracias”
Lorenza sonrió.
“Por todo. Siempre estaremos agradecidos con ustedes, no estaban obligados a contactarnos ni mucho menos decirnos que Alba estaba con ustedes”.
“Era lo correcto”, musitó.
“Son la familia de nuestra hija y ella merece conocerlos”.
“Alba es afortunada de tenerte… de tenerlos”.
“Gracias”.
“Una cosa más”, intervino Piero.
“Vittoria hizo su propia elección y no eligió a Alba. Ahora está fuera de nuestras vidas y nada en un futuro cercano cambiará eso. Aunque no necesitamos que comprendan nuestra decisión, si necesitamos que la respeten. Ella es su hija y pueden decidir apoyarla, pero su nombre no se mencionará delante de Alba, así como tampoco interferirán en su favor”.
Lorenza y Sandro se miraron solo un segundo antes de devolverles la mirada y asentir.
“Amamos a nuestra hija”, declaró Sandro.
“Pero ella ha tomado demasiadas decisiones equivocadas. Nuestra nieta es nuestra prioridad ahora”.
Con los puntos más importantes aclarados, empezaron a comer en un silencio cómodo que no duró demasiado. Sandro le preguntó a Piero sobre su trabajo y pronto se encontraron inmersos en una conversación agradable. La mesa se llenó de ruido y risas.
Lorenza y Sandro resultaron ser personas bastante agradables y tenían muchas anécdotas divertidas que contar. Seguro tenían muchas preguntas, pero las dejaron para después.
El nombre de Vittoria no se volvió a mencionar en lo que restaba de la comida.
Nerea vio en la pareja a dos personas que habían pasado por mucho y que pese a todos sus esfuerzos no había podido ayudar a su hija. Ambos llevaban una carga pesada en sus hombros. Tristeza, remordimientos.
“Fue un gusto conocerlos”, musitó mientras se despedía de la pareja en la puerta del restaurante.
“Los estaremos esperando mañana”.
“Allí estaremos”, dijo Sandro.
“Ya quiero que sea mañana”, comentó Lorenza dándole un abrazo.
Era imposible no notar su emoción. La mujer llorosa había quedado atrás, ahora su sonrisa era enorme al igual que el anhelo que brillaba en sus ojos.
Nerea ya podía ver a otra persona que caía rendida a los encantos de Alba… Bueno, nunca se podía tener suficiente amor.
Unos segundos después de despedir a la pareja en un taxi, subieron a su auto y se alejaron del restaurante.
“Me alegro de que decidiéramos conocerlos”, comentó mientras viajaban de regreso a casa. Sus miedos ahora eran solo un recuerdo.
“Y yo me alegro que me convencieras de hacerlo”.
Parecen buenas personas y creo que en verdad les importa Alba.
…
Nerea salió del vestidor y caminó hasta la sala en la que la estaban esperando su mamá, Claudia, Ava y Laila. Su corazón latía lleno de emoción. ¿Así es como se iba a sentir el día de su boda?
Había estado en aquel lugar por más de una hora y había estado a punto de rendirse con su búsqueda, cuando encontró el vestido que traía puesto en ese momento, El corpiño era transparente adornado con pedrería. De cintura para abajo la tela caía hasta el suelo en varias capas de color marfil, la cola no excedía el metro de longitud. Un par de correas dobles pasaban a la altura de los hombros. Era sencillo, atrevido y elegante. En definitiva, perfecto. Entró a la sala y cuatro pares de ojos se posaron ella.
“¿Qué les parece?”, preguntó apenas conteniendo la sonrisa de emoción y se dirigió hasta la plataforma circular.
De haberle quedado alguna duda, la imagen que le devolvió el espejo habría sido suficiente para terminar de convencerla.
“Estás hermosa”, dijo por fin su madre. Su voz sonaba distorsionada.
Cuando la miró en el reflejo del espejo se dio cuenta que ella tenía los ojos húmedos y una sonrisa enorme.
“Te ves perfecta”, opinó Ava con la misma expresión.
“Gracias”, dijo dándose la vuelta.
“¡Maldición! Te ves sexy”, soltó Laila.
“Debería volverme a casar solo para usar un vestido como ese, aunque no creo que me quedé como a ti. Mi hermano se volverá loco en cuanto te vea con él puesto, aunque creo que disfrutará más quitándotelo…”
“Laila”, advirtió Ava y Nerea le dio una sonrisa de agradecimiento.
“Solo digo la verdad”.
Soltó una carcajada. Estaba más que acostumbrada al sentido de humor de su futura cuñada. Laila no tenía pelos en la lengua, eso le gustaba de ella.
Siempre franca y directa.
“Creo que este le vendría perfecto”, dijo la modista tomando uno de los velos y acercándose para colocárselo.
“¿Qué te parece?”
Nerea se giró una vez más para verse en el espejo y esta vez fue ella la que tuvo que contener las lágrimas. Le gustaba… No, lo amaba.
“Es este”, informó decidida.
“Quiero este vestido”.
La mujer asintió y tomó algunas medidas que luego anotó en su libreta.
“Perfecto, me pondré a trabajar en su vestido inmediatamente. Necesitaré que vuelva un par de veces más para unas pruebas”.
“Está bien”.
Bajó de la plataforma con cuidado de no tropezarse.
“Iré a cambiarme, vuelvo en un momento”.
Ahora que había escogido su vestido, empezaba a ser consciente del dolor de pies por pasar tanto tiempo de pie.
Después de cambiarse se reunió con todas y acordaron ir a un café cerca de allí. Había tantas cosas de las que hablar. Su organizadora de bodas le había enviado el día anterior una lista de sugerencias.
Piero había pasado un tiempo escogiendo algunas cosas, pero también quería escuchar las opiniones de su mamá y Ava. Se entretuvieron hablando sobre los colores de los manteles, el tipo de flores, el menú y otras tantas cosas. La energía de su madre era bastante contagiosa y su mesa pronto se llenó de risas y bromas. En ningún momento alguna de ellas intentó imponer sus preferencias y eso hizo que se sintiera a gusto.
El tiempo pasó volando y cuando menos se lo esperó estaba a punto de anochecer. Habían pasado toda la tarde fuera y, aunque lo había disfrutado, se moría por volver con su hija y Piero. Además, empezaba a sentir el cansancio pasarle factura.
Quería llegar a casa, darse una ducha y echarse a dormir.
“Esperemos que la casa siga de pie cuando regresemos”, comentó su madre divertida mientras entraban a casa de Ava y Alessandro.
Claudia se había marchado a su casa poco después de salir del café. El resto había viajado en el carro de Ava hasta su casa.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar