El bebe del millonario -
Capítulo 6
Capítulo 6:
Su amigo soltó un suspiro.
“Está bien”.
Se dijo que había tomado la decisión correcta.
“Debería irme”, musitó poniéndose de pie.
Piero se levantó de un brinco con la cara llena de terror.
Sonrió mientras sacudía la cabeza. No debería disfrutar tanto el hecho de verlo tan espantado, pero era raro verlo tan fuera de control. Por lo general, era alguien relajado.
“¿Tan pronto?”
“Son casi las ocho de la noche, mañana debo ir temprano a la oficina a revisar algunas cosas”.
“Al menos quédate a cenar, calentaré algo para nosotros”
Esta vez Nerea no pudo decir que no: ¿Qué eran algunos minutos más?
“Solo por qué es la comida de Ava”.
“Yo también soy un buen cocinero”
“No me escucharás aceptarlo, tu ego ya es demasiado grande sin mi ayuda”.
Piero sonrió divertido.
“Espera justo aquí, vuelvo enseguida”.
Piero desapareció rumbo a la cocina antes de que pudiera decir algo.
Se sentó en su mismo lugar y se distrajo observando a Alba. Entendía por qué su amigo no podía quitarle la vista de encima. Era una cosita diminuta y tierna.
Piero regresó poco después con dos platos de comida en la mano, le tendió uno y luego se sentó a su lado.
“Gracias por hoy. No sé qué habría hecho sin ti.”
“Ni lo intentes”.
“¿Qué? ¿Agradecerte?”, preguntó él con la mirada más inocente que pudo poner, como si ella fuera a tragarse ese cuento.
“Manipularme con elogios. No voy a mudarme contigo”.
“Me conoces demasiado bien”
Los dos comieron en silencio algunos minutos antes de que Piero volviera a hablar.
“Podría pagarte el doble de lo que ganas e incluso el triple.”
“Piero…”, advirtió.
“Está bien, está bien. No insistiré más y lo siento. Sé que estoy siendo injusto al pedirte que dejes todo a un lado para ayudarme. En mi defensa, estoy algo desesperado y demasiado agotado como para pensar con claridad”.
“Lo sé y es por eso que aún no te he dado una paliza, pero no sigas tentando a tu suerte”.
Piero le dio esa sonrisa ladina que enloquecía a la mitad de la población femenina. Ella no era inmune, pero al menos sabía disimularlo muy bien.
“¿Qué harás con tu trabajo?”, preguntó cambiando de tema.
“Supongo que es hora de dejarlo. No podría irme de viaje durante días o incluso semanas dejándola atrás. Sin importar si la dejo al cuidado de alguien, me la pasaría preocupado por su bienestar. Todavía no sé qué haré después, es algo que averiguaré con el tiempo”.
Nerea lo lamentó por su amigo. Él amaba lo que hacía. Viajar constantemente y aventurarse en sitios peligrosos. No debía de ser nada fácil renunciar a ello. Incluso si él no podía verlo ahora, sería un buen padre… De hecho, ya lo era.
“Jamás pensé que sería así como me convertiría en padre. Si soy honesto, ni siquiera me había detenido a considerar el hecho de formar una familia. No es que planeara quedarme solo por siempre, pero no estaban en mis planes cercanos”.
“A veces las cosas no resultan como esperamos”.
Terminaron de comer hablando de cosas sin mucha importancia, siempre tratando de no elevar demasiado la voz para evitar molestar a Alba. Ni por un instante se le ocurrió sugerir que la llevaran a la habitación. De haberlo hecho, Piero la habría mirado como si hubiera dicho un sacrilegio, era obvio que, por el momento, él no se sentía capaz de dejarla fuera de su vista.
“Todo saldrá bien”, musitó abrazando a su amigo.
“Sigo escuchando lo mismo, espero que tengan razón”.
Nerea dio un paso hacia atrás antes de comenzar a sentirse muy cómoda en sus brazos.
“¿Es en serio? ¿Estás dudando de mí? Sabes que siempre tengo la razón”.
“Es verdad. Tonto de mi parte”.
“Nos vemos mañana, vendré por la tarde. No dudes en llamarme si algo llegara a ocurrir. Estaré aquí de inmediato”.
“Gracias”.
Se alejó rumbo a la puerta, salió al exterior y después de una última mirada hacia la casa de su amigo se montó detrás del volante. No estaba tranquila dejándolo solo, pero debía irse.
Llegó a su departamento bastante rápido. Vivía en el que alguna vez había sido el piso de su papá. Un regalo de sus cumpleaños dieciocho, pero no había sido hasta hace menos de un año que se había mudado. Su papá no había estado muy contento cuando le anunció que se iba a mudar, pero de todas formas la había ayudado a trasladar sus cosas.
El edificio estaba en una zona segura y tenía su propio guardia. Era probable que ese fuera el porque su padre no había puesto muchas objeciones, eso y que seguro había mandado a investigar a todos en el edificio para asegurarse que no había nadie peligroso viviendo cerca de ella. En temas de seguridad su padre nunca se tomaba nada a la ligera y menos cuando se trataba de su esposa e hijas.
Encendió la luz de la sala y caminó directo al sofá donde se dejó caer. Soltó un suspiro. Era un lio confuso de emociones a las que no quería dedicarles demasiado tiempo.
Tomó su celular y marcó el número de su madre.
Sus padres eran su puerto seguro. Sin importar qué, ellos siempre estaban allí para ella.
“Cariño, ¿cómo estás?”
Una sonrisa se extendió en su rostro al escuchar a su mamá. Su voz tenía siempre una energía contagiosa. Su madre era lo que podía llamarse un alma siempre joven. Era alguien alegre que veía lo mejor en las personas y se preocupaba por sus seres queridos.
“Todo bien”, respondió.
“¿Segura? Porque yo me escuchaba más sincera cuando le dije a tu padre que me gustaba su nueva camiseta y déjame decirte que era una completa mentira”.
“Escuché eso”, dijo su padre cerca del teléfono.
“No es como si fuera un secreto. Debiste adivinarlo cuando no la encontraste entre tus cosas esta mañana. Eres bastante bueno resolviendo misterios”, Nerea sofocó una carcajada. Casi podía ver a su padre intentando mantenerse serio.
“Pequeña listilla, te aseguro que te castigaré por eso”.
“Suficiente información”, interrumpió a sus padres antes de que se olvidaran de ella. Solía pasar a menudo que se sumergían en su propia burbuja. Eran bastante tiernos, pero no dejaba de ser incómodo cuando se trataba de tus padres.
“Entonces ¿Qué es lo que sucede?”, preguntó su madre.
“Alistaré mis herramientas”, ofreció su padre.
“No es necesario. En serio estoy bien, solo tuve un día largo”.
Un bostezo se le escapó para reforzar sus palabras.
“Me comentaron que saliste temprano de la oficina”.
“Papá, ¿Estás vigilándome?”
“No, es información que compartieron conmigo sin necesidad de requerirla”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar