Capítulo 5:

“Lo haré, pero no ahora. Alba tuvo unos días muy intensos, no quiero arriesgarme a que se enferme”.

“Quizás tienes razón, pero no tardes demasiado. Podrías meterte en algunos problemas si no es tuya”.

Estaba consciente de eso, pero tenía muchas cosas entre manos. Seguro la prueba de ADN podía esperar.

Durante el resto de la comida Nerea habló de diferentes cosas para distraerlo y él estaba agradecido por ello. Necesitaba distraerse un poco.

Un bostezo escapó de su boca justo cuando estaba punto de terminar su comida. Estaba agotado, la

noche anterior tampoco había dormido mucho. Se había despertado cada vez que Alba hacia un sonido o se movía. Y luego se había tenido que levantar para prepararle la fórmula y cambiarle el pañal.

“Te ves horrible”, comentó Nerea.

“Gracias, se aprecia la honestidad”.

Nerea le dio un guiño.

“Siempre. Ve a descansar un rato”.

Piero miró a Alba, aún en brazos de su amiga, y abrió la boca para negar. ¿Y si algo le pasaba mientras dormía?

“Tranquilo, yo me encargaré de ella”.

“¿Estás segura?”

“Sí”.

“Debes comprobar la leche antes de dársela, no debe estar muy…”

“Caliente, lo sé”, completó Nerea.

“También debes cambiarle el pañal, se irrita si está húmedo, Además…”

Su amiga tenía una sonrisa enorme y sus ojos brillaban con diversión.

“Piero, tengo todo bajo control”.

Dudó un par de segundos y luego se acercó hasta Alba. Le dio un beso en la frente antes de mirar a su amiga.

“Gracias”.

“No agradezcas tan pronto. Me cobraré el favor”.

Sonrió.

“No esperaba menos”

Se dio la vuelta y se marchó a su habitación.

Al entrar lo primero que pensó fue en que tenía que conseguir una cuna para Alba, aunque tal vez no la iba a usar muy pronto. Tenía tantas cosas en las que pensar. Se acercó a la cama como un zombi, ni siquiera se molestó en destapar las sábanas, tan solo se dejó caer boca abajo sobre la cama y se quedó dormido.

Cuando despertó, su habitación estaba sumergido en la completa oscuridad. Al principio no podía recordar mucho, pero tan pronto el nombre de su hija vino a su mente, salió disparado de la cama.

De milagro no se golpeó con nada de camino hacia la puerta. ¿Cuánto tiempo se había dormido?

Encontró a Nerea en la sala, estaba sentada en el sofá con un libro en las manos. Desde su ángulo no podía ver a su hija.

“Ella está descansando”, dijo Nerea levantando la cabeza y dejando el libro a un lado.

Piero se acercó y por fin vio a Alba descansando dentro de su cesta a un lado de Nerea.

“Así de fácil ¿Eh?”

“Ella puede sentir tu nerviosismo y eso la pone tensa. Necesitas relajarte un poco”.

Piero no creía que fuera capaz de hacerlo.

“Tengo tanto que aprender, Fabrizio me explicó algunas cosas, pero creo que me olvidé la mayoría en cuanto él colgó”.

Se sentó a lado de Alba, con los ojos fijos en su rostro.

“Descuida, lo harás bien con el tiempo”

“No creo que ella tenga la paciencia para esperar que su inútil padre aprenda”.

Nerea soltó una risa, pero se calló de inmediato.

“No eres inútil… bueno quizás un poco, pero puedes mejorar”

“¿Así que puedo ser un mejor inútil?”, bromeó.

Se sentía de mejor humor ahora que había descansado. Alba se movió dentro de su cesta. Él estaba punto de lanzarse a levantarla, pero Nerea intervino. Solo necesito de un arrullo y su hija estaba en silencio otra vez.

“Te lo dije, necesitas relajarte un poco”.

Nerea era tan buena en eso, tal vez si él tuviera a alguien como ella para ayudarlo… Entonces se le ocurrió una idea.

“Múdate conmigo”.

Nerea aún estaba procesando el hecho de que su mejor amigo tenía una hija y ahora salía con que

quería que se mudara con él.

“¿Por qué?”

Eso de seguro no era lo que debería de haber dicho, pero su cerebro apenas podía seguir el ritmo de lo que estaba pasando.

Cuando Piero le había llamado, no había imaginado ni por un instante que lo encontraría con una bebé en brazos y mucho menos que esa bebé sería su hija. Podía imaginar un accidente o quizás una mujer de la que no podía deshacerse. No una bebé.

“Eres muy buena con Alba”, explicó Piero

“La cuidaste durante las últimas horas y lo manejaste muy bien, yo en cambio…”

“¿Y crees que mudarme contigo ayudará?”

“Estarías aquí en caso no supiera que hacer. Prometo que no te molestaré demasiado, pero me sentiría mejor contigo cerca.”

Piero debía de haber pasado por horas muy intensas desde que había descubierto que tenía una hija, así que Nerea trató de no tomarse a mal el hecho de que su amigo parecía haberse olvidado que ella tenía su propia vida y no pensaba dejarla a un lado solo porque él la quería para hacer de niñera de su recién descubierta hija. Y no es que la bebé no le gustara, por el contrario, estaba encantada con ella; sin embargo, vivir con Piero sería una muy mala idea.

“Puedes contratar una niñera”.

“No confió en nadie como en ti”.

“Te agradezco por eso, pero no. Ya tengo un trabajo y me gusta mucho”.

Podía trabajar desde cualquier lugar del mundo, solo necesitaba su computadora y un lugar donde acomodarse. Pero ese no era el real problema.

“Vamos, Nerea, solo será hasta que me adapte a todo esto. Necesito a alguien que me cubra las espaldas mientras tanto. Te necesito a ti”.

Desvió la mirada hacia la bebé para evitar fijarse en aquellos ojos que podían hacerle ceder a cualquier cosa. No era justo que Piero tuviera tal poder sobre ella. Sin importar cuanto intentara resistirse, su determinación siempre terminaba flaqueando frente a él. Tal vez la única cosa en la que se había mantenido firme desde que lo conoció, era en quedarse fuera de su cama.

Piero no era alguien a quien le gustaba el compromiso y Nerea no quería ser una más en su lista. No estaba buscando su príncipe azul, pero no se conformaría con nada menos que una relación sincera.

Vivir con Piero sería una completa locura. Pasarían mucho tiempo juntos y eso no ayudaría en su misión por olvidar su estúpido enamoramiento.

“No puedo, tengo muchas responsabilidades”.

“Aunque puedo darte una mano de vez en cuando”.

“Incluso puedo ayudarte a buscar alguien para que te ayude a cuidarla.”

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